PATOLOGÍA REUMATOLÓGICA Y UCI

Jose Luis Alonso Valdivielso, Bonifacio Alvarez Lario, Javier Alegre López
Unidad de Reumatología. Hospital "General Yagüe". Burgos. España.
jalonsov@hgy.es

                Básicamente pueden considerarse dos situaciones en que las enfermedades reumáticas adquieren protagonismo en la asistencia médica prestada en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI): la de los pacientes con una enfermedad reumática sistémica que precisan asistencia en una UCI y la de los pacientes que durante su estancia en la UCI desarrollan una enfermedad reumática. En esta ponencia revisaremos por separado algunos aspectos de estas dos situaciones que son relativamente poco frecuentes y respecto a las cuales son escasos los trabajos médicos publicados.

        La mayoría de las enfermedades reumáticas sistémicas, que incluyen las enfermedades del tejido conectivo y las vasculitis necrotizantes sistémicas, son crónicas y difusas, de forma que durante su evolución pueden causar complicaciones agudas y graves en múltiples órganos o aparatos, aislada o simultáneamente. Además, frecuentemente el tratamiento de estos pacientes incluye el uso de corticoides y/o fármacos citotóxicos (metotrexato, ciclofosfamida, azatioprina, ciclosporina A) entre cuyos efectos adversos destaca el aumento del riesgo de desarrollar infecciones. Como consecuencia de la gravedad de las manifestaciones de la enfermedad reumática, de los efectos secundarios derivados del tratamiento, o de ambos factores actuando conjuntamente, algunos pacientes precisan el ingreso en una UCI. Por supuesto, en otros casos el ingreso dependerá de un problema no relacionado con la enfermedad reumática ni con su tratamiento, pero éstos pueden influir sobre el manejo y el pronóstico del paciente.

        Godeau et al 1, en un estudio cuyo objetivo era determinar el pronóstico a corto y largo plazo, así como los factores pronósticos, para los pacientes con enfermedades reumáticas sistémicas ingresados en una UCI, describieron la serie probablemente más amplia publicada hasta la actualidad. En su trabajo incluyeron un total de 181 pacientes que ingresaron consecutivamente en las UCIs de cuatro hospitales franceses durante un periodo de 12 años. Las enfermedades reumáticas más frecuentes fueron: artritis reumatoide (n= 60), vasculitis necrotizante (n= 39) y lupus eritematoso sistémico (n= 37). Menos frecuentes fueron la esclerosis sistémica (n= 13) y la polimiositis/dermatomiositis (n= 12). El motivo más frecuente del ingreso en la UCI fue la infección (41 % de los pacientes), principalmente por bacilos gram negativos o por cocos gram positivos, aunque algunos pacientes padecieron infecciones por gérmenes oportunistas. La segunda causa, por orden de frecuencia, que motivó el ingreso en UCI fue la exacerbación aguda de la enfermedad reumática (28 % de los pacientes), con insuficiencia renal aguda o afectación del sistema nervioso central como manifestaciones más frecuentes. Los motivos de ingreso en UCI de los restantes casos incluyeron complicaciones yatrogénicas no infecciosas (nefropatía por fármacos, neumotórax, insuficiencia suprarrenal) y causas no relacionadas con la enfermedad reumática subyacente ni con su tratamiento. La mortalidad durante el ingreso en la UCI fue del 33 % y la principal causa de muerte fue la infección (63%), como causa única o complicando a una exacerbación de la enfermedad reumática sistémica. El análisis de las variables clínicas y biológicas indicó que cuatro factores influían en el pronóstico a corto plazo para las principales categorías diagnósticas referidas más arriba: un Simplified Acute Physiology Score (SAPS)2 elevado, mal estado de salud previo, tratamiento con corticoides y admisión a UCI motivada por complicaciones infecciosas. Por el contrario, el pronóstico a corto plazo no se correlacionó con la edad, la función renal, el recuento leucocitario ni la existencia de exacerbación de la enfermedad reumática.

        La tasa de mortalidad en la UCI descrita en el estudio de Godeau et al 1 fue similar a la observada por Kollef and Enzenauer 3 en un estudio previo de 36 pacientes, y no fue significativamente mayor que la de los pacientes no seleccionados con un SAPS comparable 2, 4, lo que sugiere que las enfermedades reumáticas sistémicas no influyen negativamente sobre el pronóstico de los pacientes admitidos a una UCI.

        Es digno de destacar el papel de la infección, que constituyó el motivo más frecuente de admisión en la UCI e influyó en el pronóstico a corto largo, siendo la principal causa de muerte. La severidad de la infección no es sorprendente considerando que los pacientes tratados con corticoides y/o fármacos citotóxicos presentan grados variables de inmunosupresión. Por lo tanto, a nivel práctico, es fundamental descartar la presencia de infección en todos los pacientes con enfermedad reumática sistémica que padezcan un deterioro grave y agudo de su estado de salud, teniendo además en cuenta que a menudo es difícil establecer el diagnóstico de infección frente a un brote agudo de la enfermedad reumática subyacente, ya que sus manifestaciones clínicas pueden superponerse y, además, ambos problemas pueden coexistir.

        Un caso especial de patología infecciosa relacionada con las enfermedades reumáticas lo constituye la artritis séptica bacteriana no gonocócica (ASB) que puede presentarse en pacientes con o sin enfermedad reumática subyacente. La ASB es una urgencia médica que requiere siempre ingreso hospitalario dada sus elevadas morbilidad y mortalidad si no se trata precoz y adecuadamente. Actualmente la ASB es más frecuente en personas de edad avanzada y la mayoría de los pacientes padecen una enfermedad, articular o sistémica, subyacente. Entre las enfermedades y los factores subyacentes o predisponentes articulares destaca la artritis reumatoide5, pero se incluyen también la artrosis, la presencia de prótesis articulares, los traumatismos con heridas penetrantes, los procedimientos diagnósticos articulares (artroscopia, artrocentesis), la artritis psoriásica y, en general, cualquier lesión articular previa. Los factores generales o las enfermedades sistémicas que aumentan el riesgo de padecer ASB incluyen: diabetes mellitus, neoplasias malignas, insuficiencia renal crónica, alcoholismo y cirrosis hepática, enfermedades del tejido conectivo, inmunodeficiencias y SIDA, infecciones sistémicas o localizadas, adicción a drogas por vía parenteral, tratamiento con corticoides o inmunosupresores. La edad avanzada, unido a la existencia de enfermedad subyacente debilitante y a la propia infección articular constituyen una combinación peligrosa que pone a los pacientes en una situación de riesgo para desarrollar complicaciones graves derivadas de la diseminación de la infección, con eventual aparición de un síndrome séptico que precisará admisión en una UCI6 . Para complicar más la situación, es frecuente que el diagnóstico de ASB se demore porque el cuadro clínico puede confundirse con una exacerbación de la enfermedad articular previa o bien porque los signos de infección (incluida la fiebre) no sean demasiado aparentes debido a la edad avanzada o a la inmunosupresión originada por la enfermedad sistémica subyacente o por el tratamiento previo. Por lo tanto, a nivel práctico, es imprescindible mantener un alto índice de sospecha respecto a la posible existencia de ASB y realizar artrocentesis y estudio microbiológico del líquido sinovial en todos los casos de artritis aguda.

        El tratamiento de la ASB se basa en la administración de antibióticos por vía endovenosa y el drenaje correcto de la cavidad articular7 . La elección inicial del tratamiento antibiótico depende del resultado de la tinción de Gram en una muestra del líquido sinovial, así como de la situación clínica y las enfermedades concurrentes del paciente en cuanto puedan orientar hacia una determinada etiología; si es preciso, el tratamiento antibiótico puede modificarse al recibir los resultados del cultivo del líquido sinovial y del antibiograma. El drenaje articular precoz y adecuado es esencial. Si es factible puede realizarse mediante artrocentesis evacuadoras8 , que deben realizarse periódicamente, con una frecuencia inicial al menos diaria, procurando evacuar la máxima cantidad posible de líquido sinovial sin traumatizar la articulación. El drenaje articular quirúrgico (artroscopia o artrotomía) está indicado en los siguientes casos: articulaciones de difícil acceso (fundamentalmente la cadera), dificultad o incapacidad para realizar un drenaje adecuado mediante artrocentesis y fracaso de las artrocentesis evacuadoras repetidas para esterilizar el líquido sinovial en el plazo de unos días. Además, para prevenir las contracturas en flexión de la articulación, hay que prestar atención a su posición e intentar una rápida movilización articular (inicialmente pasiva si es necesario), debiendo evitar la carga sobre la articulación.

        Aunque no disponemos de estadísticas al respecto, muy probablemente las artritis agudas constituyen las manifestaciones reumatológicas más frecuentes entre los pacientes ingresados en una UCI por problemas no relacionados con las enfermedades reumáticas. Aunque teóricamente el diagnóstico diferencial de una artritis aguda es amplio, las principales posibilidades que hay que considerar en un paciente ingresado son la gota y la pseudogota - las más frecuentes - y la ASB, la más grave.

        El enfoque diagnóstico de una artritis aguda ha de ser ordenado y completo9 . Cuando sea factible debe realizarse una anamnesis detallada, además de una exploración física completa, es decir, no limitada a la articulación o articulaciones afectadas. Sin embargo, aunque la historia y la exploración física pueden proporcionar claves diagnósticas importantes (por ejemplo, episodios previos similares, historia de gota o pseudogota, posibles focos infecciosos o "puertas de entrada" para agentes infecciosos, factores predisponentes para ASB, etc.) casi siempre será preciso realizar artrocentesis y análisis del líquido sinovial. Este permite establecer el diagnóstico en la mayoría de los casos de ASB, de gota y de pseudogota, mediante la obtención de un resultado positivo con la tinción de Gram o el cultivo del líquido sinovial, o mediante la observación de cristales de urato monosódico o de pirofosfato cálcico dihidratado al analizar el líquido sinovial con el microscopio de luz polarizada. No hay que olvidar que, aunque infrecuente, es posible la coexistencia de artritis microcristalina y ASB.

        El tratamiento de las artritis microcristalinas (gota y pseudogota), que se basa en la utilización de fármacos antiinflamatorios no esteroideos (AINES), corticoides/ACTH o colchicina, debe ser individualizado10 . Los pacientes ingresado en una UCI generalmente presentan contraindicaciones para el uso de AINES, que son los fármacos indicados habitualmente para el tratamiento de las artritis microcristalinas, y también para la utilización de colchicina, que además se utiliza cada vez menos incluso en personas por otra parte sanas, dada su mala relación eficacia/riesgo o efectos secundarios. Por lo tanto, los pacientes ingresados en una UCI que padecen un episodio de gota o pseudogota deben ser tratados, en general, con corticoides o ACTH-depot, existiendo varias posibilidades de administración según las características de cada caso. Si la artritis es monoarticular y accesible mediante artrocentesis, la infiltración intraarticular con corticoide-depot constituye una opción terapéutica muy eficaz y con mínimos riesgos. En caso contrario, alternativas utilizadas frecuentemente en los pacientes ingresados en el hospital son la administración por vía intramuscular de una dosis de 1 mg de ACTH-depot (en España, Nuvacthen-depot-1 mg) que se puede repetir cada 24 horas (en general sin pasar de 3-4 dosis), o la administración por vía intramuscular de 40-60 mg de acetónido de triamcinolona, también repetible al cabo de 24-48 horas si la respuesta observada es insuficiente11. La eficacia de estos tratamientos es muy alta y la tolerancia buena, aunque pueden originar aumento de la glucemia en diabéticos, hipokaliemia y leve retención hidrosalina. Por último, si hay contraindicaciones para utilizar la vía intramuscular, se puede recurrir a la administración por vía endovenosa de 6-metilprednisolona en dosis inicial de 40-60 mg/24 horas, con reducción gradual posterior de la dosis hasta suspender en 10-14 días. Si la artritis no evoluciona favorablemente en pocos días con el tratamiento anteriormente descrito, es obligado replantearse el diagnóstico y volver a descartar la posibilidad de una ASB.


Referencias:

1.      Godeau B, Mortier E, Roy PM et al. Short and longterm outcomes for patients with systemic rheumatic diseases admitted to intensive care units: a prognostic study of 181 patients. J Rheumatol 1997; 24:1317-23.

2.      Le Gall JR, Loirat P, Alperovitch A et al. A simplified acute physiology score for ICU patients. Crit Care 1984; 12:975-7.

3.      Kollef MH, Enzenauer RJ. Predicting outcome from intensive care for patients with rheumatologic diseases. J Rheumatol 1992; 19:1260-2.

4.      Godeau B, Boudjadja A, Dhainaut JF et al. Outcome of patients with systemic rheumatic disease admitted to medical intensive care units. Ann Rheum Dis 1992; 51: 627-31.

5.      Kaandorp CJE, Kriknen P, Moens HJB, Habbema JDF, van Schaardenburg D. The outcome of bacterial arthritis. A prospective community-based study. Arthritis Rheum 1997; 40:884-92.

6.      Martens PB, Ho Jr G. Septic arthritis in adults. Clinical features, outcome, and intensive care requirements. J Intensive Care Med 1995; 10:246-252.

7.      Goldenberg DL. Septic arthritis. Lancet 1998; 351:197-202.

8.      Ho G Jr. How best to drain an infected joint. Will we ever know for certain?. J Rheumatol 1993; 20:2001-3.

9.      Baker DG, Schumacher HR Jr. Acute monoarthritis. N Engl J Med 1993; 329:1013-20.

10.   Emmerson BT. The management of gout. N Engl J Med 1996; 334; 445-451.

11. Siegel LB, Alloway JA, Nashel DJ. Comparison of adrenocorticotropic hormone and triamcinolone acetonide in the treatment of acute gouty arthritis. J Rheumatol 1994;21:1325-7.