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        Software y Comunicaciones: El Sistema de Información como pieza clave de la atención al paciente renal

         

        Por Carlos Albarracín mailto:calbarracin@retemail.es

         

        La información es un recurso imprescindible para el médico y la organización asistencial y científica que da soporte a su labor. Las tecnologías de la información ofrecen la posibilidad de crear una infraestructura única mediante la que capturar, procesar, distribuir, explotar y almacenar esa información. Se trata de una herramienta estratégica para potenciar la eficacia de la actividad asistencial, la asimilación y puesta en práctica del conocimiento derivado de la investigación, y la optimización en el despliegue y consumo de recursos que esta actividad sanitaria requiere.

        Se están intensificando, para toda la sanidad y desde diversas fuentes, las presiones para mejorar la calidad del “producto final”, y hacerlo integrando una capacidad de gestión que evite que la mejora se base en mayores costes. Se impone por todo ello el desarrollo de nuevos modelos organizativos, con herramientas y procedimientos más eficientes, que permitan no tanto hacer más, como hacerlo mejor.

        El propósito de este documento es explorar las características hacia las que orientar la estrategia de diseño y despliegue de un Sistema de Información Renal capaz de explotar Internet y tecnologías asociadas de acuerdo con los requerimientos, identificados y previsibles, de la comunidad profesional que atiende al paciente renal crónico.

        Contenido

        Introducción

        Concepción del sistema de información: Alcance e implicaciones

        La información como herramienta: Del dato al conocimiento

        Modelos organizativos en la era de Internet

        Tres niveles fundamentales en la jerarquía organizativa

        Necesidades y usos de información por parte del nefrólogo

        Integración y convergencia de la estructura organizativa con el acceso y uso de la información

        Sobre el autor

         

        Introducción

        El tratamiento del paciente renal crónico, entre otras actividades sanitarias, implica un complejo conjunto de actividades y recursos que, aunque dirigidos a un único objetivo – restituir y mantener la salud de ese paciente – a menudo son tratados desde perspectivas inconexas, como si pertenecieran a ámbitos independientes. Podemos encontrar ejemplos de este tipo de disociación en la distancia que a menudo separa la actividad asistencial de la investigación científica; en la característica falta de integración en la industria sanitaria entre la función clínica y la administrativa y financiera; o en las discontinuidades que se perciben – por parte del paciente, de forma muy directa – entre los niveles organizativos de la red asistencial.

        Esta situación, si bien es en gran medida estructural, obedece sin embargo a factores eminentemente culturales e históricos que pueden ser reconducidos, como se ha podido contrastar en otras industrias, si se abordan desde una estrategia de innovación que persiga la racionalización, integración y cohesión del sistema productivo.

        El Sistema de Información Renal constituye la herramienta con la que instrumentar dicha estrategia, contando con el liderazgo de los agentes que conforman este sistema productivo y de un marco de actuación político e institucional que fomente y facilite la inversión requerida.

        Para desarrollar un análisis de qué y cómo debe ser este sistema de información partiremos de un esquema de referencia que alude de forma directa a esas perspectivas y ámbitos de información inconexos, de modo que se identifiquen con la mayor claridad posible la naturaleza de los problemas actuales y se aborde el reto de su integración. Así, este modelo básico contempla dos dimensiones (ver figura 1):

        ·            La del nefrólogo (dimensión vertical), alude al espectro de información en que desarrolla su actividad profesional. En un extremo del espectro estaría la información procedente de la atención directa a su paciente –datos concretos y fácilmente disponibles (resultados de una diálisis, por ejemplo) que, sin embargo, adolecen de un escaso “radio de acción” para constituir un activo aprovechable para otras unidades y miembros de la organización–; en el otro extremo se encontraría la información derivada de la investigación científica, cuya fuente de origen puede bien ser lejana y para la que es necesario un esfuerzo de localización –mediante suscripciones, búsquedas en fuentes bibliográficas, asistencia a seminarios donde esta información se difunde, etc.–. A lo largo de este espectro se encontraría también información de índole organizativa (número actual de pacientes por status, por ejemplo), ni tan concreta como un extremo ni tan abstracta –relativa al paciente– como el otro.

        ·            La de la estructura organizativa (dimensión horizontal), en la que el nefrólogo participa, alude por su parte al conjunto de agentes que interaccionan para proveer, directa o indirectamente, el servicio requerido por la comunidad de pacientes. En esta dimensión encontraremos, por ejemplo al nivel organizativo de un área sanitaria, desde el servicio hospitalario que gobierna el proceso asistencial, hasta los proveedores de productos y servicios auxiliares en los que se apoya el tratamiento al paciente, pasando por unidades asistenciales satélite a las que se delegan determinadas funciones diagnósticas y terapéuticas.

         


        Figura 1. Modelo de referencia para el diseño del Sistema de Información Renal

        Superponiendo estas dos dimensiones como indica la figura 1, nos encontramos con distintos nefrólogos, cada uno de los cuales recibe, trata y genera información en el espectro antes descrito, que actúan en distintos puntos de la estructura organizativa –uno, por ejemplo, en un hospital, otro en un centro de diálisis concertado con el primero, y otro en un centro de investigación–.

        De forma similar, identificamos distintos niveles de estructura organizativa, cada uno de los cuales está caracterizado por el número de agentes que actúan de forma coordinada, de la intensidad de esta coordinación, y de los objetivos específicos que se persiguen –el nivel básico sería así una sola unidad organizativa, tal como una unidad de diálisis, y un nivel alto sería por ejemplo la Organización Nacional de Transplantes; en ambos niveles la actividad puede estar enfocada al tratamiento de un paciente específico, o a un estudio clínico para mejorar una determinada terapia–.

        Aunque no aparece de forma explícita el paciente en este modelo de referencia, las dos dimensiones consideradas deben indudablemente converger, en última instancia, en él. Por otra parte, está implícito en esta línea de razonamiento que está en el máximo interés del paciente que su médico disponga de un acceso unificado y sencillo a toda la información que contribuya a su tratamiento, así como que el diseño de la estructura organizativa incorpore los canales de flujo de información y procedimientos con los que acceder a los servicios que precisa con la mayor comodidad posible.

        Uno de los primeros efectos que la estrategia propuesta facilitaría radica en la simplificación de la relación del paciente con la organización asistencial; considerando sólo el aspecto administrativo, es indudable la incidencia que esta simplificación tendría sobre la calidad de servicio percibida por el paciente.

        Antes de profundizar en las necesidades de tratamiento de información que aparecen en las dimensiones consideradas, y en cómo el Sistema de Información Renal debe no sólo atenderlas, sino lo que es más importante, conjugarlas para propiciar su integración y por ende aportar valor cualitativo y cuantitativo, se elabora el concepto de sistema de información y el alcance implícito en su concepción, y se profundiza en el ciclo de vida de la información mediante el que un dato llega a convertirse en conocimiento.

        Concepción del sistema de información: Alcance e implicaciones

        Al hablar de un sistema de información existe la tentación de emplear una interpretación restrictiva que limite el concepto al ámbito de la informática, y con ello desvirtuar desde un principio su concepción. Si bien la tecnología de la información es un ingrediente esencial del sistema de información, éste debe necesariamente incorporar, para ser eficaz, otros componentes de naturaleza organizativa y funcional.

        Una adecuada interpretación recomienda entender este sistema, aplicado al ámbito que nos ocupa, como el conjunto formado por aspectos tales como:

        §            La plataforma tecnológica que sustentará al sistema: red de comunicaciones; aplicaciones de software; servidores; sistemas de bases de datos; etc.

        §            La estructura y composición de la organización a la que el sistema debe servir: la red asistencial, la comunidad científica, y sus diversos componentes y estamentos

        §            Los procedimientos clínicos y administrativos que deberán ser instrumentados por el sistema

        §            Las distintas normas y estándares mediante las que el sistema debe gobernar el tratamiento de la información: políticas de asignación de recursos; requerimientos de seguridad; etc.

        Una vez más, se deja implícito el factor fundamental: la problemática del paciente renal crónico, razón de ser de todo lo demás.

        Estos distintos ingredientes están sin duda interrelacionados y se influyen y condicionan de forma recíproca, lo que fundamenta la necesidad de adoptar una perspectiva de análisis amplia desde la que actúen en estrecha cooperación los médicos –que generan y canalizan la demanda de servicios y son la referencia fundamental del paciente– , los responsables de la financiación y gestión de los recursos asistenciales –sin los cuales la capacidad operativa del médico se reduce a un mínimo–, y los proveedores de soluciones tecnológicas, que deben aportar herramientas que reflejen y satisfagan las necesidades conjuntas de los dos anteriores.

        Podemos así sintetizar estas complejas interacciones como un triángulo formado por Personas, Recursos, y Actividades cuya conexión e integración, y con ello su rendimiento como conjunto, depende directamente de la capacidad de que la información fluya adecuadamente entre los distintos vértices a medida que éstos interactúan.

         


         

        Figura 2. La información constituye el nexo clave para gestionar cualquier modelo de actividad

        En el caso de la organización sanitaria, este modelo alude a profesionales y organizaciones de distintas categorías y responsabilidades, liderados por el médico, que deben actuar de forma coordinada para prestar la amplia gama de servicios que conforman el proceso clínico, y que requieren recursos a menudo escasos que deben ser “escalables”: el coste derivado de su uso no debe aumentar de forma proporcional al rendimiento que se obtenga de ellos.

        En este sentido es oportuno destacar que aunque la comunidad médica asume de forma natural el progreso y la innovación en el plano científico, esto no parece darse en el ámbito organizativo y de gestión de los recursos, donde predomina una cierta tendencia a la participación pasiva. Si bien esta responsabilidad de gestión recae directamente sobre el aparato administrativo, sólo una participación activa y colaboradora por parte del estamento médico, que ayude de forma explícita a alinear recursos y necesidades, puede llevar a mejorar cualitativa y cuantitativamente el “producto sanitario”. Específicamente, esta implicación es esencial para diseñar un sistema de información efectivo.

        La información como herramienta: Del dato al conocimiento

        Información es datos en contexto. En términos genéricos, los datos registrados en relación con una determinada actividad sólo se convierten en información útil si:

        §            Son fiables

        §            Están disponibles en el contexto adecuado

        Asumiendo una fiabilidad del dato en origen (profesionales competentes; máquinas que funcionan correctamente), la clave radica por tanto en llevar los datos capturados al contexto adecuado: aquellos puntos de la organización asistencial en los que un profesional sanitario los pueda requerir para formarse un criterio sobre la situación patológica de su paciente y disponer de una base para la toma de decisiones. En el ideal, el sistema de información debe, como agente de custodia y transmisión de la información, cubrir todo el ámbito en el que esta información es aplicable.

         

         


        Figura 3. Proceso de generación de conocimiento a partir de la captura de datos

        La figura 3 hace referencia al procedimiento operativo por el que se capturan datos para su explotación –con fines diversos de control o de soporte a las decisiones, entre otros– y su relación directa con el proceso cognoscitivo –de una persona y, extrapolado, de toda una organización– al que en última instancia sirve. Lo importante no es cuántos datos se capturan, sino con qué grado de éxito –y ésta es una responsabilidad clave del sistema de información– éstos se convierten en información que apoya de forma efectiva la decisión a tomar y la acción a ejecutar, y cómo de ahí se extrae conocimiento con el que se enriquece, en un nuevo ciclo, el tratamiento de nueva información.

        Estas consideraciones son particularmente relevantes en el ámbito sanitario porque la medicina no es una ciencia exacta, y su metodología se apoya, en términos generales, en la identificación de patrones y tendencias y no tanto en la certeza con la que puedan contar otras disciplinas. Esta realidad, por otra parte, convive con el objetivo de desarrollar una asistencia sanitaria cada vez más personalizada, enfocada en el enfermo más que en la enfermedad. Reconciliar la amplitud implícita en una tendencia con la concreción de un paciente específico requiere la capacidad de explotar los datos disponibles en los diferentes contextos en que ésta resulta aplicable:

        l           el del historial de ese paciente – cómo encajan los nuevos datos disponibles con la evolución clínica marcada en su historial, qué conclusiones ofrece –

        l           el de la población que comparte los recursos de la misma organización asistencial – se puede identificar una tendencia común al conjunto de la población asistida?, están recursos disponibles alineados con las tendencias que se observan? –

        l           e incluso el contexto universal en el que fundamentalmente se concentra la actividad científica, donde cualquier personalización se pierde, por razones obvias, para concentrar el esfuerzo en el patrón que parece caracterizar al problema como denominador común de un conjunto amplio de pacientes.

        Resultan así discernibles distintos niveles de abstracción a partir de un paciente específico y unos datos concretos obtenidos en su asistencia, para cada uno de los cuales estos datos ofrecerán información – distintos tipos de información para distintos fines, pero con los mismos datos– si se dispone de ellos en el momento adecuado y susceptibles de ser procesados para extraer su significado.

        En conjunto, la sanidad presenta por tanto unas condiciones estructurales que resulta necesario afrontar con una gran capacidad de aglutinar y explotar información. Sólo así se puede acumular conocimiento sobre esos patrones y tendencias que definen el problema y sus vías de solución, y hacerlo al nivel de la comunidad científica y asistencial de modo que todos sus miembros se puedan beneficiar. El reto consiste en conectar, en un “círculo virtuoso” de realimentación continua, la información y el conocimiento que de otra forma queda aislado en cada médico –en cada unidad organizativa, a lo sumo– y las experiencias directas a las que éste tenga acceso.

        La mejor atención del paciente renal requiere atender a las dos vertientes principales de esta actividad sanitaria: la investigación científica, por una parte, dirigida a avanzar en el conocimiento del problema patológico y de sus vías de solución; y la gestión asistencial, o cómo organizar y valerse de los recursos disponibles para aplicar ese conocimiento y, al tiempo, realimentarlo. Es interesante destacar cómo la actividad de investigación se desarrolla idealmente en un ámbito físico universal –el problema a resolver es en esencia el mismo en todo el mundo, dejando de lado factores específicos que localmente incidan en cómo se manifiesta el problema– mientras que la actividad asistencial es, por el contrario, eminentemente local por exigencias de orden práctico.

        Desde el punto de vista del tratamiento de la información, atender de forma integrada y consistente esta dualidad – local frente a universal, estudio del problema científico frente a asistencia al que lo sufre.. – exige una perspectiva global dirigida a diseñar canales por los que fluya la información y procesos mediante los que ésta cumpla su misión crítica: generar conocimiento, con el que proveer en cada caso la solución más eficaz, del modo más eficiente.

        La actividad sanitaria, en tanto que conjunto de servicios dispares coordinados e integrados en el hilo conductor que supone el proceso clínico, impone un reto a las tecnologías de la información para dar soporte a la gestión de esta “cadena de producción” y almacenar la información resultante para la toma de decisiones y referencia futura. En el caso del paciente renal crónico, su condición refuerza la necesidad de seguimiento (constante flujo de información) e implica un proceso asistencial distribuido entre el servicio hospitalario y aquellos centros satélite (incluido el domicilio del paciente) donde el paciente pueda en cada momento ser atendido de la forma más eficaz y cómoda al menor coste, lo que a su vez supone un mayor reto para mantener cohesionada y accesible toda la información relevante sobre el proceso clínico seguido.

        Las tecnologías de la información, y concretamente el software y las redes de comunicación, ofrecen a esta comunidad profesional la posibilidad de valerse de una “infraestructura para el conocimiento” mediante la que habilitar la captura, proceso y distribución, y explotación de la información de una forma óptima, que incide directamente en su capacidad profesional de atención al paciente reduciendo la carga administrativa que el esfuerzo asistencial conlleva.

         

        Retomamos ahora el modelo básico con el que se ha establecido un marco de referencia para el diseño del sistema de información perseguido. Profundizaremos en las dos dimensiones consideradas para dar respuesta a preguntas tales como

        4      Cuál es la estructura del modelo asistencial prevalente para atender a los pacientes con insuficiencia renal crónica y cómo establecer canales de información para conectar a sus principales agentes

        4      Qué necesidades de información tiene el nefrólogo y cómo se satisfacen, de una forma integrada y consistente, en los distintos niveles y contextos organizativos

        cuyas implicaciones exploraremos especificando cómo la tecnología puede ayudar hoy a instrumentar respuestas innovadoras que impulsen el progreso de este campo.

        Modelos organizativos en la era de Internet

        La configuración de cualquier forma organizativa de actividad económica, incluido el soporte asistencial al paciente renal crónico y la investigación científica en nefrología, obedece fundamentalmente a la naturaleza y comportamiento de factores tales como:

        ·            La estabilidad de la demanda para los productos y servicios de la organización

        ·            El coste y eficacia con que se pueden mantener las transacciones de acción y coordinación requeridas entre los distintos profesionales, y entre las distintas unidades organizativas, para el desarrollo de actividades complementarias integradas en un proceso común

        ·            El grado de especificidad del conocimiento y de los recursos requeridos para generar el producto final demandado

        Resulta necesario considerar la configuración resultante del comportamiento de estos factores bajo la perspectiva de los nuevos modelos de negocio propiciados por Internet, que más allá de proporcionar una infraestructura universal de comunicaciones, está alterando de forma fundamental la forma de producir, consumir, e intercambiar bienes y servicios en cada mercado y comunidad social.

        Con este marco de referencia, cuando el riesgo asociado a la demanda es bajo y tanto los costes de coordinación como la especificidad de los recursos (materiales e inmateriales) son altos, se favorece una forma organizativa centralizada y de tipo jerárquico que permita explotar economías de escala minimizando la complejidad operativa. En el otro extremo del espectro, cuando la demanda es muy inestable y sin embargo no hay grandes costes de coordinación ni recursos altamente especializados, se favorece una organización descentralizada integrada en una red de cooperación, primando así la agilidad y la eficiencia económica.

        En el ámbito que nos ocupa, podemos hablar de una demanda estable por parte de una población mundial cifrada en aproximadamente 920.000 pacientes en diálisis en 1999 y con un crecimiento anual sostenido próximo al 8%, que obedece tanto al mejor tratamiento de otras enfermedades que conducen a la insuficiencia renal, como a la creciente disponibilidad de tratamiento renal en áreas emergentes del mundo.

        Por otra parte, la actividad sanitaria en general requiere un conocimiento muy específico del problema que conduce a altos grados de especialización, y cuya aplicación implica el uso de recursos a menudo expresamente diseñados para desarrollar tareas muy especializadas.

        Finalmente, la concentración de conocimiento y recursos que representa de forma paradigmática el tradicional centro hospitalario, desde el que se atiende a una demanda razonablemente estable por parte de una comunidad, debe en gran medida su diseño organizativo a la intensidad y complejidad de la coordinación de actividades requerida. Cuanto más próximos y centralizados estén los agentes y recursos que intervienen en el proceso más sencilla es la coordinación a mantener, aunque en detrimento del paciente – que debe acudir al centro – y del coste global incurrido por la organización – que se ve a menudo obligada a dedicar su estructura a problemas que, por sí solos, no la justificarían.

        Si se asume como premisa que el objetivo estratégico consiste en llevar la capacidad asistencial al punto de mayor comodidad para el paciente, menor coste para la organización que lo atiende, y todo ello manteniendo  o incrementando los niveles de calidad establecidos, se puede concluir que la organización que trata al paciente renal debe evolucionar en lo posible, con una redistribución de las cargas de trabajo, desde el modelo centralizado que favorece la problemática sanitaria hacia la red distribuida. De esa forma, el núcleo de la red asistencial – el entorno hospitalario – podría concentrar mejor sus recursos en aquellos pacientes que verdaderamente los necesitan, y dejar a unidades satélite los demás casos sin renunciar por ello a un eficaz seguimiento de la evolución de esos pacientes.

        La naturaleza crónica de la insuficiencia renal aguda reclama por tanto, para esa mayoría de pacientes cuya situación clínica no es crítica, una estructura de red asistencial formada por agentes especializados de pequeña estructura, integrados y coordinados por una unidad central de referencia, cuya actuación puede ser potenciada por los menores costes de coordinación y las mayores capacidades de intercambio y explotación de información (y en consecuencia de cohesión), propiciados por Internet y las tecnologías de la información asociadas.

        Tres niveles fundamentales en la jerarquía organizativa

        La arquitectura del sistema de información renal queda prescrita por el diseño organizativo de la red asistencial, en cuya cobertura a los pacientes renales se pueden discernir tres niveles diferenciados que presentan necesidades y modos de uso de la información característicos.

         
         

        Figura 4. Tres niveles fundamentales en la estructura organizativa que sirve al paciente renal crónico

        Definimos los distintos niveles según el ámbito físico en el que se realiza una asistencia coordinada con información común, y según los propósitos que esa información debe servir. A medida que este ámbito se extiende se incrementa la complejidad de mantener información y procesos comunes y coordinados, razón por la que es necesario recurrir a la tecnología para que el tratamiento de la información tenga el valor estratégico que se persigue.

        Es alrededor de estos tres niveles organizativos básicos que deberemos construir la convergencia de la dimensión organizativa y la interacción y distribución de recursos que ésta prescribe, con la dimensión “informativa” a lo largo de la que el nefrólogo, desde distintas fuentes y con diversos propósitos, usa la información de que dispone.

        Es importante, no obstante, destacar que estos tres niveles obedecen a la necesidad de estratificar el ámbito organizativo para facilitar su análisis y no son necesariamente fijos –aunque aparentemente se traten como tal al considerar la organización asistencial en su forma actual–. Según el alcance y objetivos que se le atribuya a cada uno variarán de una configuración a otra, lo que resulta fundamental para que el sistema de información diseñado no adolezca de una indeseable rigidez estructural y sea capaz de adecuarse a la evolución de la red asistencial en su conjunto.

        El primer nivel implica el ámbito operacional inmediato del servicio hospitalario; el objetivo aquí es consolidar un repositorio de información concebido para mantener unificada y accesible en el entorno local toda la historia clínica del paciente renal con los datos generados en este entorno. Aunque ya en este nivel se presenta la necesidad de coordinar actividades – incluyendo la relación con los servicios generales del hospital y con sus sistemas de admisión – el enfoque principal del uso de la tecnología consiste en aumentar la productividad en la ejecución de tareas.

        El segundo nivel requiere una explotación más ambiciosa de las capacidades de comunicación para permitir, más allá de la organización hospitalaria, la coordinación de los diferentes agentes asistenciales que atienden al paciente de acuerdo con las necesidades que éste presenta, permitiendo el intercambio controlado de información entre todas las entidades que, de forma directa o indirecta, local o remota, inciden en la calidad y el coste de su tratamiento.

        Por último, el tercer nivel, compuesto por la interconexión de áreas sanitarias, permite construir sobre la base operacional establecida una verdadera comunidad virtual que, con alcance potencialmente universal, integre a la población afectada con todos los profesionales, centros asistenciales y científicos, e instituciones oficiales dedicados a desarrollar y distribuir soluciones a la insuficiencia renal crónica.

        Bajo este esquema, el Sistema de Información Renal debería potenciar el desarrollo del nivel 2 descargando al nivel 1, que por otra parte potenciaría su capacidad de tratamiento de información en el conjunto, e integrar de forma fluida estos dos niveles con el tercero, con alcance nacional e internacional.

        Antes de explorar en mayor profundidad las características y requerimientos que presentan estos niveles organizativos de la red asistencial conviene explorar, en esa segunda dimensión de información considerada, los usos y necesidades de información del nefrólogo, y cómo éstas se ubican en el plano organizativo.

        Necesidades y usos de información por parte del nefrólogo

        En la medida en que el nefrólogo actúa como centro neurálgico del tratamiento del paciente renal cumple un papel de aglutinador y distribuidor de información relevante para todos los agentes implicados, desde el paciente hasta el proveedor del dializador.

        Por ello, conviene centrar la atención en su perspectiva para considerar los flujos de información y su tratamiento desde el sistema bajo consideración –presumiblemente, satisfacer las necesidades de información del nefrólogo establecerá las condiciones para atender las de cualquier otro agente.

        Hoy día el nefrólogo, como muchos otros profesionales de otros sectores, dispone ya de numerosas fuentes de información en diversos soportes y canales de distribución; centrando la atención en la web y el potencial que ofrece para actuar como “repositorio universal” de información, con cerca de un millón de páginas identificadas en estudios recientes para toda la red, resulta difícil encontrar un ámbito que no esté ya cubierto, aunque con muy diferentes grados de extensión y calidad.

        Existe sin duda mucho camino por recorrer para crear contenidos y servicios de valor añadido en la web para esta comunidad profesional – este congreso CIN2000 es una gran iniciativa en esa dirección –, empezando por actualizar las infraestructuras y generalizar el acceso a Internet; no obstante, el mayor reto para materializar el Sistema de Información Renal radica en la convergencia en información y procesos de lo universal y lo local – con los niveles intermedios que la jerarquía organizativa pueda introducir –, a lo largo de un sistema continuo, consistente, e integrado. Esta posibilidad, desde el punto de vista de una comunidad profesional, es el mayor potencial que Internet ofrece y hoy se dan todas las condiciones para ser explotado.

        De esta forma, el nefrólogo debe poder valerse de un soporte de información para su actividad local – capturar resultados de pruebas diagnósticas de un paciente, por ejemplo – que sea extrapolable a la comunidad virtual mantenida por Internet – publicación de un estudio sobre determinados resultados diagnósticos obtenidos para una tipología de paciente –, así como valerse de capacidades en la web – solicitar a otro centro datos clínicos de un paciente – que resulten aplicables en su entorno departamental – integrar los datos recibidos, susceptibles de proceso adicional, en su repositorio local de información.

        ¿Qué elementos conforman la base sobre la que el médico desarrolla su trabajo?

        §            El “ojo clínico”, expresión común que se puede expresar en términos de la base de conocimiento con que cuenta el médico tras la adquisición de información – académica, estadística, de nuevas investigaciones... – y el contraste de ésta con su experiencia directa en el tratamiento de pacientes

        §            Medios humanos, como son el personal de asistencia con el que cuenta, sus colegas, y todos los miembros que, en distintas funciones clínicas y administrativas, mantienen la estructura asistencial

        §            Medios materiales, desde la infraestructura básica hasta los más especializados, entre los que destacan los diversos dispositivos tecnológicos desarrollados por la medicina con fines tanto diagnósticos como terapéuticos

        §            La estructura organizativa, en las distintas vertientes asistencial, científica e institucional, que vertebra al conjunto de normas y recursos con los que atender a la demanda de sus pacientes así como su propia demanda de información y servicios

        Invariablemente, todos estos factores implican en alguna medida la producción, consumición e intercambio de información por parte del médico con otras personas e instituciones. Como ilustra la figura 5, son múltiples y muy diversas las transacciones que un nefrólogo mantiene con distintas fuentes de información: acceso a una fuente bibliográfica; generación o revisión de un informe clínico; información de nuevos productos y servicios de diálisis; participación en un congreso o seminario; coordinación con la organización nacional de transplantes; entre otros muchos ejemplos.

         

        Figura 5. El nefrólogo interactúa con múltiples fuentes de información pero de forma disociada

        No obstante, este uso intensivo de la información dista actualmente de realizarse de una forma sistematizada y eficiente, y mucho menos de una forma integrada. La información sobre un paciente tiene un escaso ”radio de acción”, tanto espacial como temporal, por la forma (esencialmente manual) en que se captura y archiva; la explotación es ineficiente por falta de integración de los datos y de procedimientos automatizados; los canales por los que se produce información y aquéllos por los que se consume están a menudo disociados o requieren procedimientos inconsistentes.

        Por ello, la concepción del Sistema de Información Renal debe constituir un ejercicio de racionalización dirigido a unificar el acceso a las distintas fuentes de información y su forma de archivo, y a habilitar procedimientos eficientes de proceso de la misma.

        Por otra parte, es intuitiva e incluso evidente la ubicación de estas distintas “entidades de información” con las que el nefrólogo se relaciona en los distintos niveles organizativos anteriormente mencionados: la proximidad organizativa, que condiciona la intensidad de los intercambios de información y el grado en que se comparten normas y procedimientos comunes, lo define.

        Integración y convergencia de la estructura organizativa con el acceso y uso de la información

        En este apartado profundizamos en los tres niveles básicos identificados para abordar de forma integrada las dos dimensiones consideradas con objeto de que el plano resultante dé forma al Sistema de Información Renal en los distintos contextos y objetivos en que éste debe apoyar la actividad profesional.

        En el primer nivel se sitúa la organización física que canaliza y gobierna el tratamiento del paciente renal: el servicio hospitalario de nefrología. Este constituye el centro organizativo de referencia tanto para el paciente como para los distintos agentes que colaboran en el proceso asistencial, por lo que debe suponer la base sobre la que construir el sistema de información renal.

        Figura 6. Nivel 1 del Sistema de Información Renal: Servicio hospitalario de Nefrología

        A este nivel se encuentran ya casi todos los requerimientos para la captura y tratamiento de la información, incluyendo algunos específicos relativos al entorno hospitalario. Esencialmente, en este ámbito se debe contemplar lo siguiente:

        §            Identificación y gestión básica del paciente de forma consistente e integrada (o al menos integrable) con los sistemas de admisión del hospital

        §            Seguimiento y gestión asistencial del paciente renal basado en el status nefrológico: Hemodiálisis, Diálisis Peritoneal y Transplante, junto a la base clínica común (tratamiento EPO, alergias, informes periódicos...)

        §            Interrelación del servicio de nefrología con los servicios centrales de pruebas diagnósticas, de modo que se pueda capturar directamente en soporte electrónico los resultados producidos por estas unidades de apoyo y evitar así una costosa entrada manual de datos

        §            Gestión de informes clínicos que permita el diseño de plantillas y la incorporación automática de datos ya recogidos

        De esta forma se establecería un repositorio común de información para todo el servicio, que permitiría desde la captura de datos coordinada desde distintos puestos de trabajo hasta el acceso unificado a toda esa información que conforma la historia clínica del paciente. También se conseguiría el objetivo de mantener las relaciones interdepartamentales en el contexto hospitalario de forma más eficiente y fiable, valiéndose de la información ya capturada por otras unidades del hospital y, por el contrario, aportando a éstas fácilmente una información más rica, consistente y accesible generada por el departamento.

        Como ya se ha mencionado, a este nivel el objetivo clave debe ser el aumento de la productividad, lo cual se derivará de dos factores aportados por la tecnología de la información, específicamente por los sistemas de gestión de bases de datos en arquitecturas cliente-servidor y la capacidad de integrar procesos de negocio específicos en herramientas multipropósito de ofimática, entre otras:

        ·            La capacidad de mantener un almacén de información único, evitando así redundancias que propician inconsistencia, a partir de una captura de datos distribuida, esto es, captura en el punto de origen.

        ·            La capacidad de explotar unos determinados datos de ese único almacén, en cualquier punto (autorizado) de la red, mediante procedimientos automatizados, para procesos distintos: por ejemplo, a partir de los datos transmitidos por el laboratorio, elaborar de forma automática una estadística específica, al tiempo que esos mismos datos son automáticamente incorporados en la generación de un informe clínico.

        A partir de este punto y sin mas extensión del sistema, toda la información derivada de la asistencia extrahospitalaria que pudiera recibir el paciente, bien en centros de diálisis satélite o en su propio domicilio, quedaría aislada y por tanto, a efectos prácticos, sería inexistente. Por ello, debe considerarse un radio de acción mayor para reducir al máximo las islas de información clínica y asistencial de cada paciente en su área de salud.

        El segundo nivel se corresponde por tanto con el área sanitaria, o el área geográfica asociada a una comunidad de pacientes bajo cobertura y responsabilidad del hospital de referencia. Aquí se incluye por tanto el conjunto organizativo formado por el servicio hospitalario, las unidades de diálisis satélite que asisten a la misión de éste, y cualquier otro agente especializado (laboratorios, servicios de transporte, de mantenimiento..) integrado en la cadena de atención (directa o indirecta) al paciente.

        Figura 7. Nivel 2 del Sistema de Información Renal: Área sanitaria

        Las unidades de diálisis satélite complementan la labor del hospital de referencia dando cobertura, con criterios de dispersión geográfica, a una comunidad de pacientes renales. El propio domicilio del paciente, en cuanto la tecnología de diálisis lo permita de forma generalizada, constituirá un centro asistencial más dentro de este segundo nivel.

        La implementación del Sistema de Información Renal a este nivel produciría resultados relevantes, como son:

        §            La eliminación en un alto grado de islas de información relativa a la historia clínica de un paciente, una vez que todos los datos procedentes de la actividad asistencial estuvieran accesibles –en la medida en que las directrices establecidas lo autoricen– a los distintos agentes que lo atienden, y finalmente consolidada en el núcleo de esta configuración, el servicio hospitalario

        §            La capacidad organizativa de canalizar el flujo de pacientes entre los distintos centros sin pérdidas de información ni entradas de datos redundantes

        §            La potenciación de la comunicación entre el paciente y la organización asistencial en su conjunto. Explotando los sistemas de mensajería sobre Internet, el paciente podría recibir (y solicitar) información puntual que afecta a su tratamiento –disponibilidad, por ejemplo, de un órgano para el transplante que espera-  generada con poco esfuerzo, e incluso de forma automatizada, aprovechando la integración del sistema de información con el de mensajería.

        §            La capacidad ofrecida al médico y su personal de acceder, según su perfil de usuario y las capacidades que éste comporte, a toda la información de forma remota, además de desde su puesto de trabajo normal.

        A este nivel, y construyendo sobre lo establecido en el anterior, el objetivo clave pasa a ser la habilitación de transacciones entre distintas unidades organizativas que permitan la diseminación controlada de información allí donde se precise, y la posterior consolidación de ésta en ese almacén único que debe abastecer de información a todos los profesionales y organizaciones implicadas, según su responsabilidad y perfil de actuación.

        Estas transacciones pueden ser, por ejemplo:

        ·            Referencia de un paciente desde el hospital a un centro de diálisis satélite, incorporando en la transmisión, por ejemplo, su ficha administrativa completa y la pauta de diálisis prescrita

        ·            Integración de los datos de diálisis generados en un centro satélite en la base de datos del hospital de referencia para su incorporación a la historia clínica del paciente en cuestión

        ·            Transmisión periódica desde el hospital de datos solicitados por las entidades, públicas o privadas, que financian el tratamiento del paciente

        ·            Transmisión a un proveedor de una orden de mantenimiento relativa a máquinas de diálisis instaladas por éste, o cualquier otras actividad del circuito logístico que da soporte a la gestión asistencial

        Desde el punto de vista tecnológico, todas estas transacciones pueden en principio ser instrumentadas sobre la red de telefonía básica (preferiblemente con líneas RDSI). Con un mayor grado de desarrollo se puede dar lugar, explotando la tecnología Internet y sus estándares, a la creación de una Intranet que represente a todos los agentes de este nivel 2, potenciando la creación de contenidos comunes fácilmente accesibles y la ejecución de todo tipo de transacciones de forma más eficiente. En relación con proveedores e incluso con los propios pacientes, esta infraestructura daría lugar a un marco de comercio electrónico –en forma de Extranet– en el que integrar todo el intercambio de bienes y servicios.

        La capacidad tecnológica de dar soporte a toda esta variedad de transacciones es la clave para poder transformar los modelos organizativos manteniendo altos grados de coordinación entre sus integrantes sin distorsionar el modelo económico subyacente.

        Esta configuración organizativa y tecnológica constituye un modelo replicable de un área sanitaria a otra. Por tanto, en lo que denominamos el tercer nivel, el objetivo consistiría en interconectar estos “nodos” de información, creando una verdadera comunidad virtual que trascienda cualquier barrera física, atendiendo a las necesidades que aparecen en la estructura global de la comunidad renal.


         


        Figura 8. Nivel 3 del Sistema de Información Renal: Comunidad virtual

        A este nivel máximo de la jerarquía considerada se podrían materializar objetivos tales como:

        §            El envío controlado de datos clínicos de un paciente desde su área sanitaria a otro nodo de la red –que estaría siempre encabezado por el hospital de referencia de la zona– donde el paciente pudiera haberse trasladado, temporal o definitivamente. Así, en el punto de destino se podrían evitar pruebas redundantes y beneficiase de la información acumulada: “conocerían” al paciente desde su llegada sin esfuerzos previos.

        §            Este mismo intercambio de información podría producirse con un propósito científico y no asistencial, entre colegas distantes que colaboran en un determinado estudio. También se posibilita así la consolidación de información por niveles jerárquicos (área sanitaria, comunidad autónoma, país, por ejemplo) con propósito de seguimiento y planificación, entre otros.

        §            Como centro neurálgico de esta comunidad, la web que vincula a todos los nodos y sus usuarios serviría como punto de difusión de toda aquella información relevante para sus “suscriptores”; ésta es, en definitiva, la misión que con mayor éxito y menor complejidad ha satisfecho Internet hasta ahora.

        §            Desde esta infraestructura se podría potenciar la actividad docente y de actualización profesional, impartiendo cursos y seminarios que el alumno puede seguir desde su puesto de trabajo y a su propio ritmo, y por ello a un muy bajo coste.

        A este nivel global las redes de comunicaciones ofrecen hoy, en forma de Red Virtual Privada, la posibilidad de aprovechar la infraestructura pública de Internet para, a coste de llamada local, interconectar los distintos nodos que compondrían el Sistema de Información Renal a nivel global como si se tratara de una red privada, con las implicaciones que esto tiene para la seguridad y gobernabilidad de las comunicaciones.

        En conclusión, lo que caracteriza a la estrategia aquí propuesta para el desarrollo de un Sistema de Información Renal que, construido de abajo a arriba, explote el potencial de Internet consiste en el énfasis en establecer una continuidad, y con ella una integración y unificación, entre la información y los procesos que intervienen en la actividad local y directa de una unidad asistencial sobre un paciente, hasta la información (actual, estática) y procesos (futuros, por desarrollar) que encuentran en Internet su hábitat natural.

        Para finalizar, es interesante observar la velocidad con que distintas tecnologías están siendo desarrolladas en respuesta a las posibilidades que Internet ofrece. A modo de ejemplo ilustrativo, una de ellas, el “eXtensible Markup Language (XML)”, promete dotar a la información no solo de las capacidades de formato de representación ya conseguidas con un predecesor relacionado, el “Hypertext Markup Language (HTML)”, sino además las de incorporar el significado de esa información. Las implicaciones que esto tiene para que en un futuro próximo, por ejemplo, dos nefrólogos se intercambien fácilmente información clínica mutuamente reconocible prescindiendo de cómo se generó, ni con qué formato, la información de cada uno están todavía por explorar. Parece, en cualquier caso, fascinante lo que ese recorrido promete.

         

        Sobre el autor

        Carlos Albarracín es Director del Proyecto NefroLinkÓ en Quantum Technology Consulting, empresa española dedicada a interpretar las tecnologías de la información y a desarrollar soluciones que las exploten como herramientas de soporte al negocio para sus clientes.

        Si desea contactar con él escríbale a mailto:calbarracin@retemail.es

        Si desea más información sobre NefroLinkÓ como Sistema de Información Renal diríjase a http://www.nefrolink.com/


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