INTRODUCCION

El funcionamiento de las escalas de gravedad se comprende mejor conociendo los mecanismos de su confección. En primer lugar hay que construir una base de datos de pacientes que incluya los resultados que buscamos, los “end-points”, y las variables que definirán la gravedad.

            El resultado más buscado es la mortalidad, pero también son útiles el estado al alta, la tasa de complicaciones, la utilización / duración de recursos o la duración de la estancia. Las variables más empleadas son la edad, comorbilidad, constantes vitales, datos de laboratorio, diagnóstico al ingreso, recursos empleados, duración de la estancia antes del ingreso en UCI o necesidad de cirugía de urgencia.

            Tras completar la base de datos, se analiza para hallar los coeficientes de riesgos según el peso de cada variable y se busca la ecuación que servirá para cuantificar el riesgo.

            Por último, antes de proceder a su difusión, debe ser validada. Para ello se determina, entre otras, la especificidad y la sensibilidad, y se aplica la ecuación  del riesgo a una población de pacientes independiente de la empleada en el diseño, con el objetivo de comprobar si la mortalidad medida al aplicar la escala, coincide con la mortalidad predicha.

            La “facies hipocrática” es, probablemente, la primera descripción conocida de criterios de gravedad de un paciente. La primera escala que cuantificó numéricamente la gravedad fue el test de Virginia Apgar para los recién nacidos (1953). Con su test, Apgar inició la era de las escalas de gravedad y predicción de la mortalidad, convencidos sus autores de su enorme valor como herramientas para evaluar la calidad asistencial, asignar recursos, tomar decisiones individuales, realizar ensayos clínicos, evaluar tratamientos y, utilizándolas como lenguaje universal, facilitar la comunicación entre la comunidad científica.

 

            Ante la imposibilidad de memorizar todas las escalas de gravedad, la ausencia de textos recopilatorios, y dadas las dificultades que entrañan las búsquedas urgentes de datos en situaciones de emergencia, en 1998 decidimos recopilar las clasificaciones y criterios de riesgo que considerábamos fundamentales para el día a día de los que dedicamos nuestra vida profesional al paciente crítico. El resultado se plasmó en la primera edición impresa de “Clasificaciones, criterios diagnósticos y pronósticos y estratificación de la gravedad en pacientes críticos”, que vio la luz en 2000. Y para estar a la altura de los tiempos que corren, se presentó la primera edición ”on-line” en la página web dela SAMIUC, tras su aprobación por la Junta Directiva.

            Desde el primer momento nos comprometimos a revisar periódicamente su contenido para mantener al día a todos los que han confiado en nosotros. Creemos que ha transcurrido el tiempo suficiente, y que se han publicado nuevas clasificaciones, tan importantes como para poner en marcha una segunda edición, en la que hemos incluido algunos capítulos nuevos, destacado las clasificaciones que consideramos de mayor interés, y mantenido clasificaciones anticuadas, por su interés histórico y como homenaje a sus autores.

            Agradecemos a la Junta Directiva de la SAMIUC que continue confiando en nosotros en ésta segunda edición, y nos felicitamos por contar también con el apoyo de la Junta Directiva de la SEMICYUC. Las dos Juntas Directivas han aprobado la inclusión de la segunda edición “on line” en su página web.

            Por último, como en la primera edición, quiero agradecer nuevamente a Boehringer Ingelheim su esfuerzo para que esta edición vea la luz.

 

Sevilla, primavera 2007

Juan Fajardo López-Cuervo