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Breve historia de la criptografía

La criptografía es tan antigua como la escritura: siempre que ha habido comunicación entre dos personas, o grupos de personas, ha habido un tercero que podía estar interesado en interceptar y leer esa información sin permiso de los otros. Además, siempre que alguien esconde algo, hay personas interesadas en descubrirlo, así que ligado a la ciencia de esconder (la criptografía), se encuentra casi siempre la de descifrar (el criptoanálisis).

El primer cifrado que puede considerarse como tal (por tener evidencias no sólo del cifrado, sino también una metodología e instrucciones para llevarlo a cabo) se debe a Julio César: su método consistía en sustituir cada letra de un mensaje por su tercera siguiente en el alfabeto. Parece ser que también los griegos y egipcios utilizaban sistemas similares. Civilizaciones anteriores, como la Mesopotamia, India y China también utilizaban sus propios métodos.

Estos sistemas tan simples evolucionaron posteriormente a elegir una reordenación cualquiera (una permutación) del alfabeto, de forma que a cada letra se le hace corresponder otra, ya sin ningún patrón determinado (ss. XV-XVI).

Durante la I Guerra Mundial se utilizaron extensivamente las técnicas criptográficas, con no muy buen resultado, lo que impulsó al final de la guerra, el desarrollo de las primeras tecnologías electromecánicas. Un ejemplo de estos desarrollos es la máquina Enigma, utilizada por los alemanes para cifrar y descifrar sus mensajes.

Todos los métodos comentados anteriormente pueden ser más o menos seguros, dependiendo de la complejidad del sistema, del tiempo y la información adicional de que disponga el atacante; en cualquier caso, todavía tienen los siguientes inconvenientes:

Como ventajas, cabe destacar su simplicidad y rapidez, que la hace fácil de usar en muchos contextos.

Afortunadamente, la criptografía actual tiene resueltos estos problemas, mediante la codificación basada en sistemas de clave pública. Cada persona tiene dos claves: una privada (esto es, sólo la conoce y maneja él) y una pública (esto es, accesible por quien la solicite). Estas claves (junto con el sistema de cifrado) satisfacen la siguiente propiedad: lo que se codifica utilizando una de ellas, se decodifica con la otra, de manera que utilizando las dos de modo consecutivo obtenemos el mensaje original.

Ahora, según el nivel de seguridad que necesitemos, podemos utilizar:

Nótese que con este cifrado en dos partes, el secreto lo proporciona la clave del receptor (sólo él puede descifrarlo) y la autenticidad del mensaje la proporciona mi clave (sólo yo tengo mi clave privada). Las características más relevantes de este sistema son:

Como inconvenientes de este tipo de sistemas, podemos hablar de la lentitud (necesitan operaciones con números grandes, que son muy costosas), y la necesidad de autoridades de certificación, que acrediten cuál es la clave pública de una determinada persona o entidad.


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Fernando Tricas García 2002-01-10