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Revista
Electrónica de Medicina Intensiva
Artículo nº C9. Vol 4 nº 9, septiembre 2004.
Autor: Pedro María Olaechea Astigarraga
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La neumonía causada por Legionella spp. es una de las
infecciones respiratorias adquiridas en la comunidad más frecuentes en
nuestro medio. Es un proceso que ocasionalmente se asocia con una
importante morbimortalidad y que requiere el ingreso del paciente en
Unidades de Cuidados Intensivos. En estos casos, el tratamiento inadecuado
se asocia a una considerable mortalidad. Por dichas razones, tanto en
cuanto a frecuencia, como por la importancia de adecuar el tratamiento
inicial, revisamos en este capítulo algunos aspectos del tratamiento de la
infección por Legionella spp.
Legionella es un bacilo gramnegativo aerobio no
encapsulado. El género Legionellacea está formado por más de 40 especies,
de las cuales Legionella pneumophila, que origina el 90 % de las
infecciones, está constituida por 15 serogrupos, de los que el 1, 4 y 6
son los que con mayor frecuencia causan infecciones en humanos. Una
característica de Legionella pneumophila es que no crece en los medios de
crecimiento microbiológico habituales [1], lo que dificulta su aislamiento
y diagnóstico, por lo que se han buscado otros métodos para su
identificación. El medio actualmente recomendado para el cultivo de Legionella es el
BCYE-α suplementado con polimixina B, anisomicina y cefamandol.
Es un microorganismo que crece con facilidad en medio
acuático. La colonización de los tanques de agua se produce con más
frecuencia en tanques de baja temperatura (inferior a 60º), de
configuración vertical, de muchos años de uso y con agua con elevadas
concentraciones de calcio y magnesio. Este modo de contaminación supone la
fácil difusión entre la población, lo que representa un riesgo de gran
importancia en salud pública.
El modo de transmisión a personas es seguramente
múltiple (aerosolización, aspiración, etc.), pero la vía pulmonar es
probablemente la puerta de entrada única, ya que la afección pulmonar se
presenta virtualmente en todos los casos, si bien puede haber diseminación
hematógena y producir afectación de otros órganos como pericardio,
endocardio, peritoneo, etc. Una vez en el organismo su crecimiento es
intracelular, lo que condiciona la necesidad de emplear antibióticos que
tengan efecto a ese nivel, por lo que no son útiles muchos de los
antimicrobianos empleados en infecciones respiratorias causadas por otros
patógenos, es decir requiere un tratamiento específico, al que solo se
llegará si existe un alto grado de sospecha de la infección.
En las neumonías de origen comunitario que ingresan en
UCI, Legionella pneumophila constituye una de las tres causas más
importantes en cualquiera de las series que consideremos dentro del mundo
occidental, si bien puede variar su frecuencia dependiendo del área
geográfica, ya que es más frecuente en países cálidos del área
mediterránea [2] que en países nórdicos. En nuestro país la incidencia es
de 0,77 por cada 100.000 habitantes, mientras que en el área catalana es
de 3,5.
Adquirida en la comunidad, es más frecuente en
pacientes fumadores, con broncopatía crónica, edad avanzada,
trasplantados, inmunodeprimidos, alcohólicos y con insuficiencia renal,
sin embargo es menos frecuente que otras etiologías en pacientes con
infección por VIH. En cuanto a las de origen nosocomial no está tan claro
la influencia de estos factores de riesgo [3]. La infección puede ser
grave incluso en pacientes sin ningún factor de riesgo de los mencionados,
por lo que no debe dejar de cubrirse esta posibilidad, pero también es
cierto lo contrario, es decir, se pueden dan casos de neumonía limitada y
sin criterios de gravedad.
El periodo de incubación de la enfermedad es entre 2 y
10 días. Desde el punto de vista clínico puede variar desde cuadros pseudogripales consistentes en febrícula y tos (fiebre de Pontiac), hasta
neumonías acompañadas de fallo multiorgánico [4]. Es frecuente la diarrea
(20-50% de casos) así como el dolor abdominal y la bradicardia relativa. Radiológicamente aparece un infiltrado alveolar que puede ser de inicio
unilateral con características lobares o parcheadas, con o sin derrame
pleural acompañante. No hay características radiológicas específicas de la
neumonía de esta etiología.
Desde el punto de vista de diagnóstico clínico [1, 4,
5]
hay tres características típicas: 1) Observación de gran cantidad de neutrófilos en muestras respiratorias, pero sin aislamiento de patógenos;
2) Hiponatremia inferior a 130 mEq/L., y 3) Mala respuesta al tratamiento
con betalactámicos. Sin embargo, ninguno de los datos clínicos es
suficientemente específico de neumonía por Legionella, por lo que todos
los pacientes con neumonía grave, como los que requieren ingreso en
Unidades de Cuidados Intensivos, deben ser tratados de forma empírica con
antimicrobianos que cubran este patógeno.
La mortalidad es superior en aquellos pacientes con
mayor gravedad de la enfermedad, inmunodepresión, según la fuente de
infección (nosocomial mayor que comunitario), la ineficacia del
tratamiento administrado y el retraso en el inicio de tratamiento adecuado
[6]. También se ha sugerido una mayor mortalidad asociada al serogrupo 6 y
en pacientes que presentan hiponatremia. La mortalidad es menor (inferior
al 5%) en algunas de las series publicadas en los últimos años [7] como
consecuencia de una mejor identificación de los pacientes susceptibles y
de una más amplia cobertura antibiótica, aunque en otras series se
comunica una mortalidad más elevada a pesar de un diagnóstico y
tratamiento precoces [8].
Con respecto al diagnóstico microbiológico existen
varias posibilidades con diferentes indicaciones [1, 9]; algunas servirán
como método de diagnóstico rápido para el tratamiento inicial de
los pacientes, mientras que otras servirán para estudios epidemiológicos y de
identificación de focos de infección. En ocasiones el patógeno puede
observarse en la tinción de Gram, pero puede ser fácilmente confundido con
H. influenzae. Como ya hemos dicho, el cultivo de Legionella debe
realizarse en medios específicos, donde el crecimiento es, de todos modos,
lento (3 a 5 días). El método de fluorescencia directa en muestras
respiratorias requiere para su positividad gran cantidad de
microorganismos en la muestra, por lo que frecuentemente es negativa a
pesar de la positividad obtenida con otras técnicas.
La detección de anticuerpos en suero con incremento de
títulos entre 4 y 12 semanas de la primera muestra, ha sido el método más
empleado para el diagnóstico a posteriori, por lo que solamente tiene interés
para estudios epidemiológicos. La detección de antígenos en orina es un
método sencillo y rápido, aunque solo está comercializado el kit que
detecta el antígeno para la Legionella pneumophila serogrupo 1, que
constituye cerca del 80 % de todas las neumonías causadas por L. pneumophila, por lo que su negatividad no excluye por completo la ausencia
de infección por este patógeno. Además, en neumonías nosocomiales es más
frecuente encontrar serogrupos distintos del tipo 1, por lo que la negatividad de
este test no excluye la presencia de neumonía por Legionella spp. La PCR
en distintos fluidos corporales no tiene una sensibilidad suficientemente
elevada como para ser recomendable. En la tabla I se expresa la
sensibilidad y especificidad de los diferentes métodos de diagnóstico, así
como el tiempo requerido para su realización.
Tabla I: Métodos diagnósticos de
infección por Legionella §
|
|
Método |
Sensibilidad % |
Especificidad % |
Tiempo requerido |
|
|
|
|
Cultivo en esputo |
10-80 |
100 |
3-7 días |
Fluorescencia directa |
33-70 |
95-99 |
2-4 horas |
Anticuerpos en suero |
40-70 |
95-99 |
1-6 meses |
Antígeno urinario: |
ELISA |
> 90 |
99-100 |
2-3 horas |
Inmunocromatografía |
> 90 |
98-100 |
2-4 horas |
PCR suero, orina, esputo |
33-70 |
98-100 |
2-4 horas |
|
|
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§ Tomado de Roig J, Rello J. J Antimicrob Chemother 2003; 51:
1119-1129. [PDF
191 K] |
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2. Tratamiento
de la neumonía por Legionella |
La primera premisa en el adecuado tratamiento de la
neumonía por Legionella es el inicio precoz del tratamiento antibiótico.
Varios estudios [10, 11] han confirmado un mejor pronóstico cuando el
tratamiento antibiótico se inicia antes de 4 u 8 horas desde el
diagnóstico de la infección. También hay que insistir en la necesidad de
tratar empíricamente frente a Legionella pneumophila a todos los
pacientes con neumonía comunitaria grave hasta que se haya descartado como
causante de la infección.
Los antibióticos actualmente en uso que son activos
frente a Legionella son: macrólidos, quinolonas, rifampicina,
tetraciclinas y cotrimoxazol [3, 12, 13]. También hay algunos datos
disponibles de quinupristina-dalfopristina y de telitromicina, aunque por
el momento son escasos. No hay ningún estudio clínico comparativo de la
eficacia de un antibiótico sobre otros, por lo que la elección de uno u
otro se basará en los datos que se disponen de la investigación
experimental y de las opiniones de expertos. Tampoco es probable que estos
estudios comparativos vayan a realizarse nunca debido al elevado número de
pacientes necesario.
Aunque hay disparidad de resultados dependiendo del
método de investigación empleado, parece que hay una buena correlación
entre los resultados obtenidos en pruebas experimentales en el laboratorio
(tanto en modelo animal como en modelos celulares in vitro) y los
resultados en clínica en humanos, o al menos parece que las diferencias
que pudieran existir no son clínicamente relevantes, por lo que en algunos
aspectos será necesario tener en consideración los datos obtenidos en el
laboratorio [14].
El antibiótico ideal para el tratamiento de la neumonía
por Legionella debe cumplir dos requisitos imprescindibles: Alcanzar altas
concentraciones intracelulares y ser bactericida. Además de estos dos
requisitos se debe tener en cuenta otros aspectos: relación con la
política antibiótica de cada hospital, las posibles interferencias con
otros medicamentos, efectos secundarios, inducción de resistencias,
comodidad de posología, disponibilidad de vía intravenosa y oral y mejor
relación coste-eficacia.
Los antibióticos más comúnmente empleados en el
tratamiento de esta infección son los macrólidos y las quinolonas.
2.1
Macrólidos
La utilidad de la eritromicina se constató en el primer
brote de la enfermedad de los legionarios (Philadelphia, 1976) al
comprobar que los pacientes tratados con este antibiótico o con
tetraciclinas tenían una mortalidad un 50 % inferior a los tratados con
betalactámicos. Posteriormente, y hasta la aparición de quinolonas, es el
antibiótico que se ha utilizado con mayor frecuencia, durante más de 15
años, para el tratamiento de la neumonía por Legionella. Sin embargo
tiene dos condicionantes importantes que han hecho que actualmente no deba
usarse [14], a saber: el elevado grado de efectos secundarios sobre todo a
nivel gastrointestinal, y el hecho de que la eritromicina frente a Legionella
sea un antibiótico bacteriostático, por lo que debía asociarse a
rifampicina en los casos más graves. Se han descrito fracasos del
tratamiento en pacientes inmunodeprimidos tratados con eritromicina.
Sin embargo los nuevos macrólidos, claritromicina y
azitromicina, se comportan como bactericidas, tienen un adecuado nivel de
penetración intracelular a nivel de macrófagos y leucocitos de tejido
pulmonar y tienen muchos menos efectos secundarios que eritromicina [15].
Estos macrólidos tienen formulaciones para administración por vía
intravenosa y oral y una farmacocinética con larga vida media, lo que
permite su administración en una o dos tomas diarias. No hay estudios
clínicos comparativos entre claritromicina y eritromicina pero estudios de
experimentación en animales sugieren una mejor efectividad de azitromicina,
por una mayor penetración en polimorfonucleares, produciendo una
inhibición irreversible del crecimiento de Legionella, ya que el efecto
postantibiótico de la azitromicina es superior al de la claritromicina [16].
Sin embargo los resultados con claritromicina tanto intravenosa como oral
han sido buenos, por lo que en este momento no se puede hablar de
superioridad, en cuanto a eficacia clínica, de un tratamiento con respecto
a otro. Actualmente se está investigando en modelos animales el efecto
antiinflamatorio de los macrólidos a nivel pulmonar, que pudieran tener
influencia en la evolución de los pacientes.
Los inconvenientes de los macrólidos como grupo se
centran en dos aspectos; los efectos secundarios y las interacciones
farmacológicas. De entre las primeras, los efectos secundarios más
frecuentes con eritromicina son alteraciones gastrointestinales, ototoxicidad y flebitis. Estos efectos secundarios son mucho más
infrecuentes en pacientes tratados con los otros macrólidos. Con respecto
a las interacciones farmacológicas, la más importante es la descrita con eritromicina y claritromicina con ciclosporina e inhibidores de proteasas.
Aunque no se ha publicado esta interacción con respecto a azitromicina, lo
más recomendable es evitar la utilización de macrólidos en pacientes
trasplantados que requieren tratamiento con ciclosporina.
Las dosis de macrólidos recomendadas para el
tratamiento de la neumonía por Legionella son: azitromicina 500 mg. al día
oral o intravenoso y claritromicina 500 mg. oral o intravenoso cada 12
horas.
2.2
Quinolonas
El otro grupo de antimicrobianos cuya eficacia se ha
comprobado para el tratamiento de la infección por Legionella
ha sido el de las quinolonas. Aunque desde hace años se conoce la
actividad de ciprofloxacino y ofloxacino frente a organismos
intracelulares, las nuevas quinolonas actualmente en uso (levofloxacino,
moxifloxacino, gemifloxacino, pefloxacino, sparfloxacino, etc.) tienen
una actividad frente a Legionella superior que ciprofloxacino, sobre todo
trovafloxacino (actualmente retirada del mercado) y sparfloxacino (no
comercializada). Solamente está disponible la presentación intravenosa de
ciprofloxacino y levofloxacino, y en nuestro país está comercializada la
presentación oral de moxifloxacino, pero de momento no lo está la vía
intravenosa. Por lo tanto, la quinolona de elección en la neumonía grave
por Legionella debe ser levofloxacino, por su posibilidad de administración
intravenosa y oral.
Existe experiencia clínica contrastada de tratamiento
de esta infección con ciprofloxacino y ofloxacino, mientras que con
levofloxacino la experiencia es menor. No hay, hasta el momento,
resistencias demostradas de Legionella a este grupo de antibióticos,
mientras que solo se ha publicado un caso de fracaso microbiológico con
azitromicina.
La quinolonas, como grupo, han demostrado una excelente
actividad tanto en modelos animales como en estudios in vitro frente a
Legionella [17], superior a eritromicina. In vitro, levofloxacino ha
demostrado superior actividad que los macrólidos y la doxiciclina [18], pero
no hay demostraciones clínicas de una mayor eficacia de las quinolonas sobre la azitromicina. El efecto postantibiótico de las quinolonas es en general
superior al de los macrólidos, pero entre las quinolonas el menor efecto
postantibiótico se produce con levofloxacino, mientras que el mayor entre
los macrólidos es con azitromicina. Prácticamente no hay diferencias entre
levofloxacino y azitromicina con respecto a este efecto.
Las ventajas de las nuevas quinolonas con respecto a
los macrólidos es la práctica ausencia de interacciones medicamentosas, lo
que hace que sea más indicado el empleo de levofloxacino en pacientes que
requieren tratamiento inmunosupresor.
Las dosis de quinolonas recomendadas son de 400 mg. cada
8 horas por vía intravenosa de ciprofloxacino, 400 mg. al día de
moxifloxacino (oral), y 500 mg. día de levofloxacino, si bien con este
antibiótico, y para el tratamiento de otras infecciones, en pacientes
graves, se ha recomendado la dosis de 500 mg. cada 12 horas, y actualmente
está ensayándose el empleo de dosis de 750 mgrs cada 24 horas.
Aunque se ha demostrado actividad in vitro de otros
antimicrobianos frente a Legionella, como rifampicina, trimetoprim-sulfametoxazol,
tetracilinas, cloramfenicol, quinupristina-dalfopristina, o telitromicina,
la experiencia clínica, excepto con rifampicina es muy escasa, por lo que
no puede recomendarse su uso para el tratamiento de esta infección. La
rifampicina es activa frente a Legionella intra y extracelular, pero nunca
debe utilizarse en monoterapia ya que se ha demostrado la aparición de
resistencias [12]. Se ha utilizado combinada con eritromicina en casos
graves de neumonía por Legionella de evolución tórpida, sin embargo no
existen más que datos anecdóticos sobre la utilidad clínica de esta
combinación, por lo que hoy en día, con otras posibilidades de tratamiento
parece poco razonable su uso.
Se ha demostrado actividad sinérgica con la combinación
de rifampicina y eritromicina, así como el primero con ciprofloxacino y
éste con eritromicina; pero no hay constancia de sinergismo de rifampicina
o eritromicina con levofloxacino, por lo que la combinación de nuevos
macrólidos con muevas quinolonas no parece aportar ningún beneficio.
Tampoco hay constancia de la utilidad clínica de tratamientos coadyuvantes
en la neumonía por Legionella grave o con mala evolución, aunque se ha
investigado el empleo de corticosteroides y de interferón-γ.
2.3
Elección y duración del tratamiento
Puesto que no existen demostraciones de la superioridad
del tratamiento con nuevas quinolonas o nuevos macrólidos, la decisión de
la elección de uno u otro dependerá de otros factores, teniendo en cuenta
que la eficacia microbiológica estará prácticamente garantizada sea cual
sea la elección que se haga; otro aspecto es su eficacia clínica. De esos
otros factores habría que destacar:
-
Necesidad de cubrir otros patógenos, por sospecha de
infección mixta o de etiología no confirmada. Por ejemplo, las quinolonas
permiten una cobertura razonable de cocos grampositivos y bacilos
gramnegativos, incluyendo Pseudomonas (aunque no en monoterapia para este
microorganismo); por el contrario, las resistencias de S. pneumoniae a los macrólidos es un problema creciente, aunque de momento con escasa
repercusión clínica.
-
La utilización indiscriminada de quinolonas puede
condicionar la aparición de resistencias de otros microorganismos a este
grupo de antibióticos, y su utilización debe enmarcarse en el contexto de
una política antibiótica hospitalaria.
-
Algunos expertos recomiendan el empleo de quinolonas en
los pacientes inmunodeprimidos [13], lo que es más evidente en pacientes que
requieran tratamientos con interacciones conocidas con algunos macrólidos.
Aparte de estos aspectos, como decimos la elección de
uno u otro grupo de antibióticos es indistinta, prefiriendo en el paciente
crítico que requiere tratamiento intravenoso azitromicina por parte de
macrólidos o levofloxacino por parte de quinolonas.
Con respecto a la duración del tratamiento, debe
evaluarse la forma de presentación, las comorbilidades del paciente, la
presencia de complicaciones extrapulmonares y la respuesta inicial al
tratamiento, así como las propiedades farmacocinéticas del antibiótico que
se administre [9]. En pacientes que inicialmente tienen una neumonía
grave, las recomendaciones habituales [18] en pacientes inmunocompetentes
es que debe mantenerse durante 10 a14 días, aunque la duración total con
azitromicina es más corta (sólo 7-10 días), pero dependiendo de la
evolución clínica inicial. En pacientes inmunodeprimidos tratados con
levofloxacino o claritromicina el tratamiento debe probablemente
mantenerse durante 21 días, para evitar recaídas, y seguramente menos
tiempo si se emplea azitromicina.
-
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Pedro María Olaechea Astigarraga
Hospital de Galdakao, Gipuzkoa
©REMI,
http://remi.uninet.edu. Septiembre 2004.
Palabras clave:
Legionella Pneumophila, Control de infecciones, Resistencia a antibióticos,
Cuidados Intensivos.
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