La infeliz y enigmática Ofelia shakespeariana, fuente inagotable de
inspiración artística, literaria y filosófica, sedujo a Millais,
quien forjó una reinterpretación pictórica realmente sobrecogedora.
Si bien el tema central de la obra es el mito ofeliano, el
melancólico escenario natural que lo enmarca es admirable. El
entorno es frondoso y brillante en colorido, de suerte que no
resulta opresivo a pesar de ser testigo de la tragedia. Este paraje
apropiado para su inspiración y capturado de manera fidedigna lo
había encontrado el pintor tras una ardua búsqueda, acompañado de su
amigo Hunt, cerca de Ewen en un remanso del río Hogsmill.
La figura de Ofelia está desapareciendo bajo las
“gimientes” y sosegadas aguas, que son lo suficientemente diáfanas
como para no ocultar a nuestra vista sus brazos y torso parcialmente
inmersos. Su hermoso rostro está ahora ausente en un gesto patético
que conmueve profundamente. Los ojos inanimados, los labios
entreabiertos, inertes y las manos en actitud de ofrenda, dejando
escapar unas flores. La parte inferior de su cuerpo parece estar ya
sumergida, permaneciendo en la superficie las piezas más vaporosas
del pesado vestido, que al igual que sus largos cabellos, parecen
resistirse a desvanecerse para siempre. Lógicamente, la imagen
poética de Ofelia está muy alejada de la que correspondería a la
macabra realidad de un ahogamiento. Parece estar destinada a fluir
disuelta en el agua, pero a la vez tangible e incorruptible, para,
como sugiere Bachelard, aparecerse por siglos a los soñadores y a
los poetas, flotando en su río. Junto a ella sobrenadan las flores
que había recogido. Flores que están modeladas con una precisión y
una minuciosidad asombrosas. Algunos críticos contemporáneos del
autor no encontraron encanto alguno en esta pulcritud realista de
Millais; su exuberancia naturalista les parecía una complacencia
innecesaria e indolente, un desacierto que hurtaba eficacia
dramática a la protagonista de la historia. Nada más lejos de la
realidad. El conjunto de la composición es soberbio, y a pesar de
eso nada impide que cuando nos encontramos con el lienzo la mirada
se desvíe empática e ineludiblemente hacia la desdichada.
Ya en los prolegómenos del fatal desenlace de
Ofelia, ésta recurre a las plantas para transmitir sus cuitas a
Gertrudis. Con intención incierta le ofrece unas hierbas reputadas
entonces por sus efectos beneficiosos, pero también por su efectos
abortivos, el hinojo y la ruda, a la que además se le atribuía
eficacia para exorcizar demonios, y también palomilla, una planta
que a altas dosis resulta igualmente tóxica: “…hinojo para vos, y
palomillas y ruda... para vos también, y esto poquito es para mí.
Nosotros podemos llamarla yerba santa del Domingo,... vos la usaréis
con la distinción que os parezca...”. En tono mordaz y atormentado
denuncia la muerte de su padre Polonio a manos de Hamlet: “…Ésta es
una margarita. Bien os quisiera dar algunas violetas; pero todas se
marchitaron cuando murió mi padre. Dicen que tuvo un buen fin...”.
Tras la desaparición de Ofelia, una vez más, los personajes evocan
mediante este recurso estilístico lo que no se atreven a verbalizar.
Gertrudis, al relatar a Laertes el desgraciado episodio, lleva a
escena las flores que supuestamente Ofelia ha recogido antes de
precipitarse al río y que tienen una trágica carga simbólica.
Millais no hizo sino mantenerse fiel al artificio
alegórico shakesperiano. Violetas enguirnaldadas abrazan el cuello
de la joven, siendo estas flores un icono de la desesperanza y de la
muerte prematura. Flotando en el agua hay esparcidos: pensamientos,
alegoría del amor no correspondido, y amapolas, símbolo del
adormecimiento y la muerte. También vemos: nomeolvides, ulmarias,
ortigas, narcisos, margaritas, coronas imperiales, lirios, adonis,
dedos de muerto… incorporados no como aderezos pueriles, sino como
metáforas tanto de los defectos de Hamlet como de los sentimientos
taciturnos de Ofelia. Que Millais hubiera prescindido de esta
abundancia iconográfica o que no se hubiera esmerado en su
reproducción hubiera sido incoherente.
La muerte de Ofelia en la obra de Shakespeare es
fuente de un perpetuo ejercicio especulativo, pues el hecho luctuoso
no sucede en escena. Es narrado por boca de Gertrudis, quien explica
que ha caído involuntariamente al río y en su desvarío se ha dejado
llevar: “…Llegada que fue, se quitó la guirnalda, y queriendo subir
a suspenderla de los pendientes ramos; se troncha un vástago
envidioso, y caen al torrente fatal, ella y todos sus adornos
rústicos. Las ropas huecas y extendidas la llevaron un rato sobre
las aguas, semejante a una sirena, y en tanto iba cantando pedazos
de tonadas antiguas, como ignorante de su desgracia, o como criada y
nacida en aquel elemento. Pero no era posible que así durase por
mucho espacio. Las vestiduras, pesadas ya con el agua que absorbían
la arrebataron a la infeliz; interrumpiendo su canto dulcísimo, la
muerte, llena de angustias”. El accidente se transmuta en acto
deliberado en el acto V, en la conversación de los sepultureros “¿Y
es la que ha de sepultarse en tierra sagrada, la que deliberadamente
ha conspirado contra su propia salvación?”. A los ojos del
criticismo en general y el poético en particular, los tristes
avatares de su vida, su estado delirante, y el mismo sentido lírico
hacen más apetecible la tesis de la muerte suicida, más por abandono
que por acción.
La pintora, poetisa y arquetipo estético
prerrafaelista Elisabeth Eleanor Siddal, fue la paciente modelo de
esta obra magistral, en interminables sesiones en las que posaba
sumergida en una bañera con un precioso vestido antiguo que el
pintor había encontrado para la figuración. Según cuenta el hijo de Millais en su obra biográfica sobre su progenitor, un día no se pudo
calentar el agua y Elisabeth enfermó durante varios días. El padre
de la artista se enfadó considerablemente con el pintor,
requiriéndole una satisfacción económica. Lo cierto es que una vez
recuperada del enfriamiento “acuático” no volvió a trabajar para
Millais. Parece que Lizzie padeció frecuentes problemas de salud.
Según relatan los biógrafos prerrafaelistas estuvo aquejada de un
trastorno del ánimo. Ésta y otras circunstancias, como su difícil
relación con Rossetti, le habrían inducido a consumir láudano en
exceso. En varias referencias se especula sobre el padecimiento de
una posible tuberculosis, si bien su fallecimiento, cuando sólo
tenía 32 años, suele atribuirse al consumo de una dosis excesiva de
la tintura de opio. La identificación “poética” entre Ofelia y
Siddal ha sido tentadora, y abundan las referencias al posible
suicidio de la artista, si bien el único dato cierto es el de su
certificado de defunción, donde figura “muerte accidental” como
causa.
Ahora tenemos la
oportunidad de contemplar en la Fundación “la Caixa” de Madrid el
maravilloso cuadro de Millais, y rememorar el sugerente personaje de
Ofelia. Está a nuestro alcance junto con muchas otras joyas
paisajísticas de los prerrafaelistas, algunas de ellas nunca
expuestas con anterioridad.
Enlaces:
-
"La
tragedia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca" (en inglés). En "The
Complete Works of Willian Shakespeare".
-
"La
Tragedia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca", de Guillermo
Shakespeare; traducida e ilustrada con la vida del autor, y notas
críticas por Inarco Celenio [L. Fernández de Moratín]. Edición
digital de Juan Antonio Ríos Carratalá. En:
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
-
Obra de
Millais en la
Tate Gallery. Detallada información sobre técnicas, materiales
e iconografía de
Ofelia y del
resto de la producción de Millais depositada en la galería.
-
Detalles de la
iconografía floral.
-
Estudio de Millais sobre la cabeza de E. Siddal, para "Ofelia".
En:
Birmingham Museums & Art Gallery.
-
Criticismo prerrafaelista en "The
Pre-Raphaelite Critic".
-
“Los
Prerrafaelistas: la visión de la naturaleza”. Exposición en
Fundación "la Caixa", Sala de Exposiciones de Madrid, del 29
de septiembre de 2004 al 9 de enero de 2005. Glaciares, playas,
ensenadas, patios, maizales o campos de flores de tonalidades
cautivadoras, pintados con detalle casi inverosímil y paciencia
infinita. También hay una pequeña pero interesante muestra
fotográfica, que incluye obras de Fenton y Brecknell Turner.
Bibliografía:
-
Millais
JG. The life and letters of Sir John Everett Millais, president of
the Royal Academy. Brooklyn: AMS Press, 1973.
-
Fleming,
GH. John Everett Millais. A biography. Londres: Constable and
Company Limited. 1998.
-
Prettejohn E. The Art of the Pre-Raphaelites. Princeton: Princeton
University Press. 2000.
-
Mancoff
D. Flora Symbolica: Flowers in Pre-Raphaelite art. Nueva York:
Prestel 2003.
-
Staley
A, Newall C. Prerrafaelistas: la visión de la naturaleza”. Madrid:
Fundación “la Caixa”, 2004.
-
Bachelard G. El agua y los sueños. Madrid: Fondo de Cultura
Económica de España. 2002.
Beatriz Sánchez Artola
©REMI,
http://remi.uninet.edu,
septiembre 2004
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