ISSN: 1578-7710

  Comentario al artículo nº 905
 

 

   REMI está dirigida exclusivamente a profesionales de la salud

Primera página
Organigrama

Política de privacidad
Derechos de copia

Secciones:
Enlaces
Club de lectura
Pautas de actuación
Debates
Casos clínicos
Arte y Medicina

Revista:
REMI 2001, Vol 1
REMI 2002, Vol 2
REMI 2003; Vol 3
REMI 2004; Vol 4
REMI 2005; Vol 5
REMI 2006; Vol 6
REMI 2007; Vol 7
Buscar

 

Auspiciada por la

 

Web Médica Acreditada. Ver más información

 

REMI suscribe los principios del código HON de la Fundación Salud en la Red
REMI suscribe los principios del código HON
Compruébelo aquí

 

 

 
Revista Electrónica de Medicina Intensiva
Comentario al artículo nº 905. Vol 5 nº 10, octubre 2005.
Autor: Eugenio de Zayas Alba

Arriba ]


Disfunción multiorgánica, futilidad y LEt

Artículo REMI: Palencia E. Disfunción multiorgánica, futilidad y LET. [REMI 2005; 5 (10): 905]

Artículo original: Cabré L, Mancebo J, Solsona JF, Saura P, Gich I, Blanch L, Carrasco G, Martín MC; and the Bioethics Working Group of the SEMICYUC. Multicenter study of the multiple organ dysfunction syndrome in intensive care units: the usefulness of Sequential Organ Failure Assessment scores in decision making. Intensive Care Med 2005; 31: 927-933. [Resumen] [Artículos relacionados]

Comentario: Eugenio de Zayas Alba

No puede existir valoración alguna del grado de profundidad con el que abordamos un tema sin que inicialmente la reflexión nos lleve a hacer juicio justo de lo que su concepto encierra y el propósito que nos ocupa, para muchos hoy discutido y claro, sigue encerrando confusas conductas, quizás nada paralelas a la creciente exigencia que humanamente desprende el lecho de un paciente crítico.

El artículo trata de relacionar la importancia de aplicar criterios objetivos de futilidad para limitar terapéutica, y encuentra que la puntuación SOFA para la DMO es una herramienta útil.

Futilidad: Poca importancia de una cosa.

Fútil: Adjetivo que describe el poco valor de una cosa, encuentra sinónimos en frívolo o insignificante.

Inmagínense cuando lo aplicamos a cualquier punto de discusión ética o en relación directa con la muerte intervenida, no cabe duda alguna que el dilema gana seguidores o detractores de esa conducta.

Recordemos que hoy asistimos la necesidad de aplicar instrumentos de gestión que puedan acercarse a la efectividad, eficiencia y eficacia que garanticen la calidad y pongan en pedestal mayor la "Teoría del pronóstico" establecida a través de criterios objetivos de gravedad [1]. Esto se ha extendido en la medicina intensiva, y aunque a veces el consenso encuentra varias miradas que limitan este fin, seguimos mostrando índices pronósticos y de gravedad [2, 3] a cada paciente crítico que asistimos, sobre todo si queremos evaluar la disfunción de sus órganos y con un carisma altanero, más tranquilizador que fielmente objetivo trazar la conducta útil, necesaria y agresiva o bajo el manto "indiscutible" de lo fútil, no resucitar o no realizar RCP o limitar otro esfuerzo a favor de la beneficencia. Por otra parte para cualquier intensivista la disfunción órgánica constituye el principal factor determinante de la evolución  y pronóstico final del paciente crítico [4] y que la disfunción parcial o total supone un mayor consumo de recursos y esfuerzo terapéutico y refleja la injuria sostenida del proceso infeccioso y sus respuestas relacionadas como cómplices finales del pronóstico [5].

El SOFA, a pesar de su inicial subjetividad, se ajusta adecuadamente a la evolución posterior y el estudio internacional multicéntrico del grupo de trabajo de la Sociedad Europea de Cuidados Intensivos refleja esta afirmación [6].

Esta sencilla puntuación orientadora encuentra diferencias en opiniones de expertos por el carácter descriptivo con que se concibió inicialmente, pero parece que su predicción evolutiva y de mortalidad constituye en nuestros días su principal fundamento de uso. No merece tiempo hacer comparaciones entre puntuaciones predictoras de mortalidad, conocemos sus ventajas y la necesidad constante de perfeccionarlas en aras de que se ajuste dicha modificación al fiel  objetivo con el cual la aplicamos, es aquí donde la discusión toma el color rojo vivo de las tendencias actuales y ojala el SAPS 3 en su enfoque generalizador quede validado como el mejor diseñado para riesgo de pacientes críticos [7] y su aplicación permita juzgar en la forma más justa posible la decisión de limitar el esfuerzo terapéutico.

Dejamos claro entonces, que los sistemas de evaluación del estado de gravedad del paciente surgen como consecuencia de una necesidad descriptiva, con el objetivo común de dividir en tendencias o formas de asistencias y crear lenguaje común válido para los que tratamos pacientes críticos. Esta evaluación nos permite semejar las unidades de terapia intensiva y utilizar mejor nuestros recursos, así como analizar las necesidades asistenciales hospitalarias, identificar terapéutica efectiva o no y validar resultados al comparar grupos de pacientes. Knaus plantea que los estimados de mortalidad obtenidos con estos sistemas, no son más que eso: estimados [8], y que se necesita de juicio clínico, integración objetiva de los datos disponibles con otras informaciones relevantes, como la reacción individual y los deseos del enfermo y su familia.

Existe una moderna preocupación de los analíticos bioéticos en tratar de clasificar a los enfermos graves sobre la tendencia única de las acciones a realizar en ellos y apartar casi "inconscientemente" el análisis de sus alteraciones fisiológicas que la noxa inicial implique. El estado crítico, que obligatoriamente presupone transitoriedad y reversibilidad, requiere por definición el uso actual real o potencial de procedimientos (instrumentales o farmacológicos) llamados de sostén o soporte vital que implican la sustitución o el apoyo de funciones de órganos o sistemas cuya afectación pone en peligro la vida.

La consideración expresa de estos dos elementos, paciente crítico y soporte vital, es necesaria para establecer una clara diferencia en la toma de decisión que ocurre en las salas de terapia intensiva con las que se opera en el resto de las unidades de atención médica [9].

El espacio decisional que queda reservado para el médico en relación a la importancia de su juicio se expresa en la presencia real o potencial del establecimiento de un límite en la atención representado por el retiro o eventual no aplicación del soporte vital, sobre todo cuando la presencia de irreversibilidad manifiesta del cuadro clínico, y la sucesiva claudicación de órganos vitales induzca a estimar que la utilización de más y mayores procedimientos no atenderán a los mejores intereses del paciente.

El límite de atención generalmente acordado es la abstención o suspensión de la asistencia hemodinámica y decisiones sobre la asistencia respiratoria que implican desde la limitación a la no invasividad hasta el retiro progresivo de la respiración mecánica precedida generalmente por una disminución de la ventilación y de las fracciones inspiradas de oxigeno [10, 11, 12].

Siempre la medicina, como actividad artesanal destinada al cuidado y eventual curación de las personas, tuvo límites. Pero nunca como ahora se actúa efectivamente en la construcción y delimitación de los mismos. Hasta que la medicina tuvo la posibilidad del manejo de la función vital el límite provenía de factores externos que llevaban a la muerte sin nuestra intervención. Ahora, la posibilidad de sustituir con medios externos las funciones vitales, su no aplicación o su suspensión por parte del médico interviene en la determinación del tiempo de llegada de la muerte en el marco del permitir morir. El dejar morir y el hacer morir –expresiones que deben abandonarse– demuestran la omnipotencia de pensar que siempre es posible evitar la muerte y de creer que la muerte la evitamos o decidimos nosotros hasta en el momento final porque ahora es posible sustituir in extremis las funciones cardíaca y respiratoria (cuya detención es el sustrato de la muerte) con maniobras de resucitación aun cuando este final sea el resultado esperable de la enfermedad subyacente [13].

Cualquier comentario que se desprenda en el marco de futilidad o limitación del esfuerzo terapéutico en el paciente crítico con disfunción de órganos no se aleja en modo alguno del análisis que hasta aquí proponemos, pero seríamos totalmente injustos si no termináramos con un "puntillazo final" que sin duda alguna su autor, el magistral Abizanda, nos empuja a una total reflexión bioética y contemporánea: "No disponemos aún de un sistema de evaluación que nos permita estudiar a todos los pacientes que atendemos en condiciones de absoluta fiabilidad. Las necesarias exigencias de inter-utilidad, uso de variables repetibles y no sofisticadas, la objetividad necesaria y la ineludible capacidad de ser utilizada por todos y cada uno de los especialistas en unidades de cualquier tecnología, no se han satisfecho al cien por cien por los sistemas de que disponemos, pero ahí están, y la interrogante sigue abierta. Solo la realización de estudios amplios, multicéntricos, de poblaciones amplias, desde el punto de vista diagnóstico y numérico, nos proporcionará la base teórica y la comprobación práctica necesarias para adoptar aquel método que, si no es perfecto, sea lo suficientemente bueno y fiable para permitirnos tomar decisiones" [14].

La muerte es un hecho cultural, humano. No hay muerte natural. Toda muerte es cultural. Y los criterios de muerte también lo son. Es el hombre el que dice qué es la vida y qué es la muerte. Y puede ir cambiando su definición de estos términos con el transcurso del tiempo. Dicho de otro modo: el problema de la muerte es un tema siempre abierto. Es inútil querer cerrarlo de una vez por todas. Lo único que puede exigírsenos es que demos razones de las opciones que aceptemos, que actuemos con suma prudencia. Los criterios de muerte pueden, deben y tienen que ser racionales y prudentes, pero no pueden aspirar nunca a ser ciertos.... Diego Garcia [14]

Bibliografia:

Eugenio de Zayas Alba
Adolfo Hernandez Barreto
Hospital Universitario MAD. Camaguey, Cuba
©REMI, http://remi.uninet.edu. Octubre 2005

Enlaces:

  1. Goldman L. Quantitative  aspects of clinical reasoningt. En Fauci AS, Braunwald E, Isselbacher KJ y cols. Harrison’s Principles of Internal Medicine. McGraw-Hill Inc, New York 1998; 9-14.

  2. Berenson RA. Intensive Care Units: Clinical outcomes, Cost and Decision making. Health Technology Case Study 28, OTA-HCS 28, U.S. Congress, Washington DC, 1984.

  3. Cullen D, Keene R, Watenaux C et al. Severity of illness, outcome analysis and cost of intensive care for critically ill patients. En Parrillo JE, Ayres SM ed. Major Issues in Critical Care Medicine. William & Wlikins, New York. 1984; 47-59.

  4. Marshall JC, Foster D, Mc Jenna E et al. Toronto Hospital ICU Research Group: Quantification of the multiple organ dysfunction syndrome (MODS) as a risk factor, outcome descriptor, surrogate measure of morbidity in the ICU. Crit Care Med 1996; 24: A53.

  5. Ferreira FL, Bota DP, Bross A et al. Serial evaluation of the SOFA score to predict outcome in critically-ill patients. JAMA 2001; 286: 1754-1758.

  6. Vincent JL, de Mendonca A, Cantraine F, Moreno R, Takala J, Siter PM, Sprung CL, Colardyn F, Blecher S. Working Group on “sepsis-related problems” of the European Society of Intensive Care Medicine. Use of the SOFA score to assess the incidence of organ dysfunction/failure in intensive care units: results of a multicenter, prospective study. Crit Care Med 1998; 26: 1793-1800.

  7. Metnitz PGH, Moreno RP, Almeida E, Jordan B, Bauer P, Abizanda Campos R, Iapichino G, Edbrooke D, Capuzzo M, Le Gall JR. SAPS 3: From evaluation of the patient to evaluation of the intensive care unit. Part 1: Objectives, methods and cohort description. Intensive Care Med 2005; 31: 1336-1344.

  8. Knaus WA, Draper EA, Wagner DP,Zimmerman JE, Bergner E, Bastos PG, et al. The APACHE III prognostic system.Riskprediction of hospital mortality for critically ill hospitalised patients. Chest 1991; 100: 1619-1636.

  9. Gherardi CR. Reflexiones sobre los dilemas bioéticos en terapia intensiva. Terapia Intensiva. Pág.869-876. 3ª Edición. Ed. Panamericana 2000.

  10. Tomlinson T, Brody H. Futility and ethics of resuscitation. JAMA 1990; 264: 354-356.

  11. Task force on ethics of Society of Critical Care Medicine: Consensus report on the ethics of foregoing life-sustaining treatments in the critically ill. Crit Care Med 1990; 18: 1435-1439.

  12. Comité de bioética de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva. Pautas y recomendaciones para el retiro y/o abstención de los métodos de soporte vital. Medicina Intensiva 1999; 16: 53-56. Medicina (Buenos Aires) 1999: 59, 501-4.

  13. Gherardi CR. Encarnizamiento terapéutico y muerte digna. Mitos y realidades. Medicina (Buenos Aires) 1998; 58: 755-62 .

  14. Abizanda R. Comparación de APACHE II y SAPS como indicadores pronósticos. Med Intensiva 1990; 4: 259-263.

  15. Gracia Diego. Ética de los confines de la vida. Ed. El Buho. Colombia 1998.

Palabras clave: Limitación del esfuerzo terapéutico, Futilidad, Síndrome de disfunción multiorgánica, Ética, Cuidados Intensivos.

Busque en REMI con Google:

Envía tu comentario para su publicación


© REMI, http:// remi.uninet.edu 
© REMI-L

 
webmaster: remi@uninet.edu
última modificación: 01/07/2007