Caravaggio ha subyugado a numerosos escritores
por su indiscutible genialidad y por su agitada vida. Un pintor con
sombras bellísimas sobre el lienzo y oscuridades inquietantes en su
vida de “culebrón”. Vehemente, acerbo y con especial habilidad para
tener líos con la justicia, estuvo encarcelado en varias ocasiones:
por injurias, por arrojarle un plato de alcachofas a un ventero, por
apedrear a los sbirri, la denostada policía romana… En 1606
durante una pelea mató (según las crónicas involuntariamente) en
defensa propia y con la mera intención de herirle, a un principal
enemigo suyo. Fue sentenciado a muerte, viéndose obligado a huir de
Roma y ser un fugitivo hasta el final de sus días. Este
acontecimiento le volvió más taciturno y sombrío y sus obras, más
que nunca se impregnaron de sus propios sentimientos trágicos.
En Sicilia pintó dos Natividades en la misma
etapa artística, muy diferentes en intención y resultado. La “Adoración
de los pastores”, un encargo de los monjes capuchinos de Mesina,
es en ciertos aspectos más ortodoxa. A la de Palermo, mostrada aquí,
para el oratorio franciscano de San Lorenzo, la dotó de un cariz más
devoto, ajustándose a los deseos de sus pagadores. Para ello utiliza
el recurso anacrónico de incluir en la escena dos santos. San
Francisco, austero y reflexivo, se sitúa en actitud de adoración
justo a la espalda de María. San Lorenzo, patrón de la oración,
aparece a la izquierda del lienzo. El pintor da a este último
personaje una clara preeminencia, reservándole más de la mitad del
espacio horizontal del lienzo, casi tanto como el conjunto de las
otras cuatro figuras adultas, situándole en el primer plano y
vistiéndole con unas luminosas ropas talares ocres que destacan en
la penumbra de la composición. Los personajes todos ataviados
contemporáneamente no poseen, ni siquiera el niño, halos u otros
signos de santidad o deidad. Únicamente el ángel alude a la
divinidad. Para representar a la madre recurre a la iconografía de
las Madona del Parto. La mujer no permanece en actitud de adoración
como suele ser habitual; contempla a su hijo con dulzura mientras
sentada en el suelo descansa de los trabajos del parto, con las
ropas aún desordenadas y el cabello recogido con sencillez, sin
tocado. Como curiosidad, el José de esta pintura aparece
inusualmente juvenil, con las piernas sólo parcialmente cubiertas
con un manto y girado con despreocupación para conversar con un
hombre al que le señala a su hijo.
Desgraciadamente no podemos apreciar esta
magnífica pintura al natural, ya que en 1969 fue robada del Oratorio
de Palermo.
Feliz Navidad, felices vacaciones un año más a
los amigos de REMI.
Enlaces y
bibliografía:
Beatriz Sánchez Artola
Hospital Gómez Ulla, Madrid
©REMI, http://remi.uninet.edu.
Diciembre 2005.
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