ISSN: 1578-7710

Pissarro: cruce de caminos
 

 

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  Revista Electrónica de Medicina Intensiva
Arte nº 25. Vol 8 nº 12, diciembre 2008.

Autor: Beatriz Sánchez Artola
 
 
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Pissarro: cruce de caminos

Jacob Camille Pissarro (Saint Thomas 1830-París 1903).
El cruce de la carretera a Versalles y el camino al acueducto. Louveciennes, 1869.
Óleo sobre lienzo (38,4 x 46,3 cm). Walters Arts Museum.

pissarro

Para Pissarro la naturaleza en el arte debe plasmarse a base de sensaciones, percepciones y recuerdos, subjetivos, pero desprovistos de artificio o sentimentalismo. Y es que, en consonancia con las ideas de Courbet (una de las primeras referencias pictóricas de Pissarro), opinaba que la belleza no necesita del tamiz de la inspiración sentimental.

El artista regresa una y otra vez a los mismos lugares, en un intento de captar hasta las más sutiles variaciones inducidas por el tiempo y el clima en cada paraje. Interesado por la vida rural cotidiana y sólo muy tardía y superficialmente por las escenas urbanas (más por motivos económicos y de salud que por verdadera afición, pues una infección ocular recurrente le dificultaba trabajar al aire libre), se vio subyugado por los pueblos de la ribera del Sena cercanos a París, accesibles fácilmente por tren desde la capital francesa. Se sintió especialmente atraído por los escenarios nevados, que le permitían explorar los múltiples efectos de la luz reflejada.

La carretera de la villa de Louveciennes que comunicaba París con Rouen y la costa, fue uno de sus temas preferidos (el concepto de “camino” en general fue un leitmotiv fundamental en su vida y obra). En esta ocasión, Pissarro estaba situado a la derecha de la calle, otorgando a la composición una perspectiva angular e invitando a la contemplación antes de que la mirada se pierda en el horizonte siguiendo la carretera.

El lienzo, una de sus primeras obras verdaderamente impresionistas, recuerda en cierto modo a los grabados japoneses. Está pintado exclusivamente con pincel (prácticamente había abandonado ya la espátula como herramienta), sin mucho detalle, de forma fresca y espontánea, interesándose más en la mezcla óptica de los colores que en la forma.

El cielo está trazado con pincelada gruesa y enérgica de un azul violáceo oscuro, matizado con amarillos pálidos y grises. La textura ruda recrea eficazmente la pesadez y la humedad que debían respirarse en el ambiente. El sol ya bajo, se intuye por las sombras diagonales plasmadas en la nieve y los reflejos de la fachada de la casa situada en el margen derecho de la composición.

La nieve por supuesto no es blanca porque, mal que les pese a los feroces críticos, para los impresionistas “el blanco no existe en la naturaleza…” (Renoir). Por la extensa masa de nieve en la que se adivinan zonas de deshielo caminan una mujer y en un plano más distante otra mujer con varios niños, que se alejan del espectador, mientras un carruaje de caballos avanza en sentido contrario. Los árboles, casi desnudos, se dibujan con un trazo bastante menos suelto que el resto de la composición. En el plano medio horizontal de la tela predominan los ocres y asalmonados, utilizando colores intensos estratégicamente en sólo tres puntos: la verja metálica de la casa del margen izquierdo, el pañuelo de la mujer en primer plano y el amarillo de la calesa.

El negro es casi reemplazado por las mezclas de azul oscuro y rojo. Las sombras, ligeras, también coloreadas, aunque todavía no con las ricas tonalidades de obras posteriores, sirven más para unificar que para dividir zonas de luz y oscuridad.

Camille Pissarro en palabras de Cézanne fue “un hombre modesto y colosal” con un carácter sereno que le permitió afrontar múltiples calamidades (incluyendo la casi  permanente penuria económica y la desaparición de infinidad de obras suyas a manos de las tropas prusianas), y con una capacidad de trabajo abrumadora que mantuvo hasta el final de sus días. No en vano afirmó que “el trabajo es un maravilloso regulador de la salud física y moral. Toda la tristeza, la amargura y el dolor, los olvido, los supero, con la alegría del trabajo” y “uno sólo encuentra su verdadero camino tras haber trabajado durante muchos años”.

Feliz Navidad y feliz 2009 a todos los lectores de REMI.

Beatriz Sánchez Artola
Hospital Infanta Leonor, Madrid
©REMI, http://remi.uninet.edu. Diciembre 2008.

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