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Capítulo 1. 9. Enfermedades del pericardio
(II)
1. INVESTIGACION ETIOLOGICA DE LAS PERICARDITIS |
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La pericarditis es una afección plurietiológica y, por tanto, la filiación de la causa última de la enfermedad es fundamental para poder hacer un tratamiento específico, de lo que puede depender la evolución y pronóstico del paciente, con posibles recurrencias de la enfermedad, evolución hacia una forma crónica y, finalmente terminar con la muerte del paciente por una u otra complicación. Es por ello importante intentar un diagnóstico etiológico en todos los casos de pericardiopatías, de la forma más eficaz y rápida posible. En la mayoría de los casos, esta investigación etiológica probablemente se sale de las competencias de la Medicina Intensiva, pero en un importante porcentaje, el primer contacto del enfermo dentro del Hospital será con las UCIs y, en otro número de casos, la UCI será el sitio en donde se realice la punción pericárdica terapéutica y o diagnóstica, motivo por el que es fundamental conocer bien la batería de pruebas diagnósticas a realizar, con objeto de no tener que repetir nuevamente la pericardiocentesis. En toda una serie de casos, la afección pericárdica forma parte de un proceso general conocido o fácilmente diagnosticable mediante la historia clínica, exploración y analítica básica general del paciente (Infarto de Miocardio, Síndrome viral, Insuficiencia renal, Traumatismo torácico, Linfoma, Hipotiroidismo, etc.). Este tipo de pericarditis suelen ser denominadas como Pericarditis secundarias, y en estos casos el problema del diagnóstico etiológico suele ser menor. En la mayoría de casos la pericarditis suele ser una afección benigna, con síntomas de escasa gravedad, escasa afectación clínica, de curso corto y favorable, autolimitada incluso sin tratamiento específico, y son en su mayoría de origen viral. Aunque en gran número de ellas no se logre demostrar su origen viral, la relación coste/eficacia que supondría una búsqueda exhaustiva del agente causal, con la realización de múltiples análisis y costosos tests es difícilmente justificable, no sólo por la benignidad del proceso, sino por la baja rentabilidad diagnóstica que tienen la mayoría de estos tests y analíticas, como comentaremos más adelante, de forma que muchos de estos casos terminarían catalogándose como Pericarditis agudas idiopáticas, que muy probablemente son de etiología virásica aunque ello no pueda ser demostrado documentalmente. En nuestra opinión, que coincide con la de otros autores, en este tipo de cuadros benignos, de curso autolimitado, sólo debe hacerse un batería diagnóstica simple, siempre presidida por una correcta historia clínica (fármacos que toma, síntomas de acompañamiento, exploración correcta, etc.), con unas pruebas analíticas básicas. En otros casos menos frecuentes, la enfermedad es más compleja,
con mayor afectación clínica, de evolución más
larga o recidivante, adoptando un curso de tipo subagudo, etc., siendo
a menudo la primera o única manifestación de enfermedad o
incluso preceder en el tiempo a la aparición de otros signos de
la enfermedad causal. Es en estos casos, denominados por Permanyer Miralda
et al 1 como Pericarditis agudas primarias,
en donde el problema diagnóstico es más complejo y en donde
la búsqueda de la causa etiológica es más importante.
En este grupo de pericarditis la relación coste/eficacia está
más justificada, aun cuando muchas de ellas finalmente tengan que
ser catalogadas también como
Por otro lado, la incidencia de las distintas causas etiológicas de pericarditis es distinta para cada país e incluso para diferentes zonas de un mismo país (por ejemplo, la pericarditis tuberculosa es actualmente rara en países desarrollados y extraordinariamente frecuente en algunos países del tercer mundo), motivo por el que estará justificado incluir una determinada prueba analítica o bacteriológica en un país como primera línea diagnóstica, mientras que no está justificada en otra territorio, salvo en caso de viajeros a las zonas de riesgo, medio en el que se ha desenvuelto el paciente en la última época, coexistencia de factores de riesgo asociados (drogadicción, prácticas sexuales de riesgo, etc.). Por tanto, es básico realizar una Historia Clínica y Exploración detallada, en donde pueden quedar de manifiesto signos o síntomas de la enfermedad de base. Así ocurre por ejemplo en casos de traumatismo torácico, en pacientes con Infarto Agudo de Miocardio (IAM), insuficiencias renales, enfermedades sistémicas o neoplásicas previamente diagnosticadas, cuando la exploración evidencia hábito mixedematoso, un cáncer de mama o lesiones tuberculosas pulmonares, etc. Desgraciadamente en las pericardiopatías (agudas o crónicas) no existen síntomas o signos sensibles y específicos que permitan un diagnóstico etiológico. No sería razonable realizar todos y cada uno de los tests diagnósticos
capaces de lograr el máximo de diagnósticos etiológicos,
máxime cuando en la mayoría de los casos, se trata de pericarditis
agudas de causa viral, leves y transitorias, con nulo o mínimo derrame,
etc., en las que generalmente es aceptable una investigación etiológica
básica y un seguimiento posterior que identifique la curación
definitiva, el desarrollo de derrame o la recurrencia del problema. En
la gran mayoría de casos será suficiente realizar una serie
de analíticas y tests básicos. Siguiendo a Soler et al 2
, con algunas modificaciones, fundamentalmente debe realizarse en todos
los casos:
En esta 1.ª fase no se realiza pericardiocentesis salvo que exista
taponamiento
Si tras cumplimentar la 2.ª fase no se llega a un diagnóstico
etiológico o cuando existe taponamiento persistente/recurrente después
de pericardiocentesis o cuando los signos clínicos de actividad
persisten 3 semanas después de la hospitalización y tratamiento,
se entra en una 3.ª fase (a la 3.ª semana), en la que se procede
a la realización biopsia quirúrgica subxifoidea 2 , pudiendo
ser una opción igual o mejor la práctica de pericardioscopia
si se dispone de esta técnica. El líquido obtenido mediante
pericardiectomía parcial será analizado como en la fase 2.ª
y la muestra biópsica será enviada a anatomopatología
para estudio histopatológico y a bacteriología para tinción
en busca de micobacterias.
Finalmente, y de forma general, señalar que en la mayoría de los casos (86% de la serie de Soler et al) no se logra identificar una causa etiológica, teniendo que clasificarse como pericarditis agudas idiopáticas. Sólo en casos de taponamiento pericárdico hemorrágico predomina la etiología cancerosa En los taponamientos no hemorrágicos, la mayoría de casos tiene finalmente que ser catalogados como idiopáticos. En enfermos inmunodeprimidos, las cosas pueden ocurrir de forma diferente a los pacientes inmunocompetentes, debiendo ser diferente la investigación etiológica, e investigar pneumocistis carinii, nocardiosis, criptococosis, hongos, citomegalovirus, etc., aparte de una búsqueda exhaustiva de tuberculosis. Efectivamente, ha sido descrito un incremento de la incidencia de pericarditis después de haber sido definida la infección por VIH 3 , con una incidencia de 1.8% al año, constituyendo esta causa en algunas zonas el 70% de los enfermos hospitalizados por pericarditis 3 , siendo el 90.5% de origen tuberculoso 3, 4 . La pericarditis en enfermos VIH puede cursar de forma asintomática o sintomática, lo que ha sido recientemente revisado utilizando series de pacientes VIH positivos con diagnóstico ecográfico o necrópsico (total de 1.139 enfermos) 5 , encontrándose que el 21% de ellos tenían pericarditis, aunque en la mayoría de casos era asintomática. De los pacientes sintomáticos, en 2/3 partes la pericarditis era de origen infeccioso o neoplásico, no pudiendo precisarse la causa etiológica en el 1/3 restante 5 . La etiología depende de la evolución y del nivel de inmunodepresión, siendo discutido si hay que ser más agresivos y realizar pericardiocentesis y biopsias de forma más generalizada que en individuos inmunocompetentes, ya que en estudios con investigaciones muy extensas e intensas se han señalado una muy alta proporción de enfermos en los que no se detectó ninguna causa específica 2 . En 66 pacientes del grupo sintomático de la serie previamente señalada 5 , existía taponamiento pericárdico y en ellos se pudo demostrar su origen tuberculoso en el 26% de casos, mientras que en el 17% era purulento, en el 8.2% era por mycobacterium avium intracelular, siendo menos frecuentes los taponamientos originados por otros gérmenes (criptococcus neoformans, citomegalovirus y mycobacterium kansasii). En el 5% el taponamiento era secundario a linfomas o sarcomas de Kaposi 5 . A la vista de sus resultados, los autores concluyen que los derrames pequeños asintomáticos en pacientes VIH no requieren evaluación diagnóstica, pero sí los grandes derrames sintomáticos, ya que en 2/3 partes son causados por infecciones potencialmente tratables 5 . Ello viene a confirmar la opinión de otros autores 2 , por lo que sería asumible también para estos enfermos el protocolo de investigación comentado previamente, con las variaciones lógicas de cada caso clínico concreto. Conviene matizar que analítica debemos pedir cuando se realiza
extracción de líquido pericárdico ya sea con finalidad
diagnóstica o terapéutica, y que rendimiento diagnóstico
podemos esperar de dicha analítica.
Meyers et al 9 han estudiado entre 1984 y 1996 de forma muy metódica una larga serie de pacientes con derrame pericárdico, para investigar la utilidad de los tests diagnósticos generalmente realizados en los derrames pericárdicos, de forma similar a como se hace habitualmente con los derrames pleurales mediante los criterios de Light 10 , proporcionando una base fundamental y práctica para la clasificación inicial de los derrames pericárdicos en exudados y trasudados, lo que ayudaría en el diagnóstico etiológico. Para ello, analizan las características celulares, químicas y físicas de los derrames obtenidos en pericarditis de muy diversa etiología y encuentran grandes similitudes en los puntos de corte descritos para líquido pleural en la diferenciación de exudados y trasudados. En la tabla 2 se resumen sus hallazgos, expresando su sensibilidad y especificidad, demostrando que, en una primera aproximación, los tests que clasifican los derrames pericárdicos en exudados y trasudados más correctamente son el contenido de proteínas del líquido pericárdico, la relación entre el contenido de proteínas del líquido y del suero, el valor de LDH del líquido y su relación con el valor de LDH del suero y la densidad. Los resultados de estos autores evidencian la similitud del contenido del líquido pericárdico con el del líquido pleural. Por tanto, y al igual que con los derrames pleurales, para identificar el tipo de derrame pericárdico, es suficiente con utilizar estas determinaciones: Proteínas y LDH en líquido y en suero y densidad del líquido pericárdico 9 . Aunque la diferenciación entre exudados y trasudados en el líquido pericárdico de una pericarditis primaria puede ser bastante fiable y, por ello de gran valor, sin embargo en otras situaciones relativamente frecuentes, la diferenciación entre exudado y trasudado puede ser muy difícil y puede llevar a confusiones diagnósticas y terapéuticas. Como señala Spodick 11 , en enfermos con un cuadro de ICC en regresión, se origina una reabsorción de agua mucho más rápida que la reabsorción de proteínas y LDH, pudiendo convertirse el hidropericardio típico de una ICC no complicada en un exudado (pseudoexudado). El resto de parámetros habitualmente analizados no demuestran diferencias significativas y son de menos valor, aunque no por ello carecen de interés diagnóstico, Así, por ejemplo, no existen diferencias de volumen entre exudados y trasudados pericárdicos, pero el volumen es menor en los derrames secundarios a hipotiroidismo. La mayoría de derrames son hemorrágicos o serohemorrágicos (menos en el hipotiroidismo), no existiendo diferencias en el contenido de hematíes, si bien suele ser mayor en los trasudados. El número de leucocitos tampoco muestra diferencias, pero suele ser mayor en los exudados, encontrándose generalmente < 10.000 leucocitos/mm 3 en los trasudados (87% de especificidad), encontrándose franco aspecto purulento sólo en el 29% de los casos de derrames pericárdicos infecciosos o parainfecciosos. Las cifras de leucocitos más bajas se encuentran en los derrames por hipotiroidismo y, por el contrario, las mayores cifras de leucocitos en líquidos pericárdicos se encuentran en enfermedades inflamatorias (bacterianas, y algo menos, en reumatológicas). Tampoco existen diferencias en la proporción de neutrófilos y monocitos del líquido, pero en enfermedades malignas e hipotiroidismo suele haber un incremento de monocitos (74 ± 32% y 79 ± 27%, respectivamente), mientras que en enfermedades reumatoides y bacterianas suele haber un predominio de neutrófilos (69 ± 32% y 78 ± 20%, respectivamente). Respecto a la glucosa tampoco sirve para separar exudados pericárdicos de trasudados, si bien en los exudados los valores de glucosa suelen ser más bajos (77.9 ± 41.9 mgr/dL) y > de 60 mgr/dL en los trasudados (especificidad 76%) donde los valores medios encontrados son de 96.1 ± 50.7 mgr/dL. La relación Glucosa del líquido pericárdico/Glucosa del suero con valor < 1.0 es de utilidad para diferenciar líquidos de origen infeccioso de aquellos otros de origen parainfeccioso (secundarios a un proceso bacteriano, pero con cultivos negativos). Finalmente, tampoco el pH del líquido pericárdico permite diferenciar entre exudado y trasudado, pero generalmente se encuentran valores de pH más bajos en casos de líquidos infectados. Es de interés resaltar que no existe ningún test diagnóstico que sea útil para el diagnóstico diferencial de derrame pericárdico postpericardiotomía, por radiación, pericarditis urémica, hipotiroidea o traumática 9 . Por otro lado, la citología suele ser muy rentable en casos de
derrame pericárdico secundario a una enfermedad maligna, mostrando
una sensibilidad del 92% y una especificidad del 100% 9
y, en lo referente a los estudios microbiológicos, Meyers et al
9 no lograron demostrar cultivos bacterianos
aeróbicos positivos del líquido pericárdico en el
40% de sus pacientes, y en ninguno del total de pacientes se logró
identificar virus, hongos o mycobacterias. Los mencionados autores acuñan
un nuevo término derrame pericárdico parainfeccioso para
designar aquellos derrames antes mencionados, desarrollados en asociación
con una infección bacteriana (incluida septicemia y neumonitis),
pero en los que no se logra crecimiento de gérmenes en los cultivos
oportunos, tratándose de un cuadro similar a los derrames pleurales
paraneumónicos 9 .
Finalmente, señalar que en la mencionada publicación de Meyers et al 9 se hace una detenida revisión de las características de los líquidos pericárdicos extraídos de las más importantes series de pericarditis específicas publicadas, aconsejando su consulta a las personas interesadas. Dado que en la mayoría de casos de pericarditis el agente etiológico es un virus, conviene matizar que es posible la demostración etiológica mediante test o pruebas directas e indirectas 12 . Los métodos directos permiten visualizar los virus, realizar
su cultivo y aislamiento, detectar sus antígenos y demostrar la
presencia de su genoma 12 . Dado que en sujetos
normales, en la mayoría de los casos se trata de infecciones por
enterovirus (generalmente coxsackie) y menos frecuentemente
Mediante técnicas indirectas, pueden demostrarse en fase aguda
de la enfermedad, elevaciones de IgM específica frente a un determinado
virus 12, 16
y pueden también detectarse anticuerpos específicos mediante
demostración de seroconversión 12
para lo que son precisas 2 muestras de suero del paciente (suero obtenido
en fase aguda de la enfermedad y suero de convalecencia), siendo de valor
diagnóstico la demostración de una elevación igual
o mayor a 4 veces el valor basal del título de anticuerpos 17
, aunque ello aporta poco en fase aguda, proporcionando sólo una
confirmación diagnóstica restrospectiva.
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