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1.1. INTRODUCCION
En este tipo de lesiones podemos encontrarnos desde pacientes con fracturas
por traumatismos aparentemente leves, como es el caso de pacientes ancianos
y debido a la osteoporosis que aparece con la edad, hasta politraumatizados
con graves fracturas pélvicas que son consecuencia de violentos
traumatismos. En el adulto, el anillo pélvico es una resistente
estructura ósea relacionada con importantes ramas y plexos arterio-venosos
y vísceras (uretra, vejiga, órganos genitales y recto) que
pueden resultar dañadas por el propio traumatismo o por fragmentos
óseos de la fractura. La inspección cuidadosa del periné,
meato urinario, tacto rectal y exploración vaginal en la mujer,
nos aportarán datos para sospechar la presencia de estas lesiones.
Aproximadamente la mitad de los pacientes que presentan fracturas estables
evolucionan favorablemente con inmovilización y analgesia. En el
resto de los casos, van a presentarse complicaciones por lesiones pélvicas
asociadas, de las cuales, la más grave y potencialmente mortal es
la hemorragia retroperitoneal . Además, las situaciones de shock
hipovolémico pueden verse agravadas por posibles lesiones sangrantes
extrapélvicas coexistentes, ya que como hemos dicho son pacientes
que han sufrido severos traumatismos. Es por ello que durante la asistencia
a estos pacientes siempre se debe buscar la presencia de otras posibles
lesiones, a veces tanto o incluso más graves: craneales, raquimedulares,
torácicas, abdominales, etc. Será necesario poner en marcha
medidas de asistencia precoces y bien protocolizadas desde el mismo lugar
del accidente que contribuyan a disminuir la morbi-mortalidad de estos
pacientes y la posibilidad de pasar lesiones no diagnósticadas 1
.
Actualmente las causas que con mayor frecuencia provocan este
tipo de lesiones son los accidentes de circulación, y dentro de
ellos, más en peatones atropellados que en ocupante de vehículos,
le siguen las precipitaciones y los aplastamientos.
1.2. ANATOMIA DE LA PELVIS
El anillo pélvico está formado por los huesos iliacos
que se articulan por detrás con el hueso sacro mediante una anfiartrosis
fuertemente unidos por los ligamentos sacroilíacos anteriores y
posteriores, ligamentos ileolumbares, sacrotuberosos y sacroespinosos.
Hacia delante forman las ramas púbicas que se unen en la sínfisis
del pubis mediante un disco fibroso constituyendo una anfiartrosis
a la que da estabilidad el ligamento inferior de la sínfisis del
pubis. El isquion forma una tuberosidad en la que se encuentra el agujero
obturador y se continúa con el ilion mediante la rama ilioisquiática
y con el pubis mediante la rama isquiopubiana.
Ilion , isquion y pubis forman el acetábulo que se articula
con la extremidad inferior mediante la cabeza femoral. En el mismo podemos
distinguir: la columna anterior formada por el borde anterior del
anillo iliaco, el borde superior de la pelvis, la pared anterior del acetábulo
y la rama pubiana superior ; y la columna posterior constituída
por la escotadura ciática, la pared posterior del acetábulo,
la tuberosidad y la rama isquiática.
En el anillo pélvico existen vísceras propiamente pélvicas
y por tanto extraperitoneales como son: recto, vejiga , uretra posterior
y útero y vagina, en la mujer. Además existe una estrecha
relación con órganos intraabdominales, ya que la pala ilíaca
sirve de contención para el paquete intestinal. Otras importantes
estructuras relacionadas con la pelvis son los nervios: ciático,
pudendos y raíces nerviosas lumbares inferiores y sacras. Las estructuras
vasculares son las causantes de la complicación más grave
del traumatismo pélvico, cuando resultan dañadas, la hemorragia
retroperitoneal. Ello es debido a que la pelvis posee una rica red
venosa, así como importantes vasos arteriales: arterias y
venas ilíacas, sacra lateral, circunfleja ilíaca, ramas
glúteas, obturatriz, pudendas, hemorroidal media, vesical inferior
y , en la mujer, arteria uterina y ovárica.
1.3. ESTUDIO RADIOLOGICO DEL TRAUMATISMO
PELVICO
1.3.1. Radiología simple
La proyección anteroposterior de pelvis es útil para detectar
la mayor parte de las fracturas pélvicas. Las fracturas acetabulares
son las más difíciles de visualizar siendo necesarias
proyecciones oblicuas internas y externas, si bien no siempre son posibles
de realizar en personas politraumatizadas que no permiten estas movilizaciones.
Hasta 1988 el estudio radiológico simple de pelvis se indicaba en
función de los síntomas, hallazgos exploratorios y
mecanismo de la lesión. Gillot y colbs.2
estudiaron la utilidad del estudio sistemático, en traumatismos
cerrados, de la Rx AP de pelvis. Encontraron que ante la presencia de fractura
de pelvis era mayor la incidencia de lesiones asociadas de
tórax y abdomen y los requerimientos de transfusión sanguínea
en las primeras 24 horas. La presencia de fractura pélvica es un
buen predictor de la gravedad del traumatismo y del riesgo de complicaciones
hemorrágicas, obligando en estos casos a un tratamiento precoz y
agresivo. Es por ello, que la incluimos como parte del estudio radiológico
básico en la Sala de Urgencias, junto a la Rx de tórax
y columna cervical, en todo paciente politraumatizado.
La radiología simple de abdomen es de poca utilidad
en el traumatismo pélvico ya que no aporta datos de interés.
Sólo en algunos pacientes con hematoma retroperitoneal se aprecian
signos indirectos, como el borramiento de la línea del psoas.
1.3.2. Ecografía abdominal.
Resulta de gran utilidad en el paciente politraumatizado porque permite
evidenciar la presencia de líquido libre como indicador de hemorragia
intraperitoneal 3, 4
. En los pacientes con fractura de pelvis la presencia de líquido
libre puede ser consecuencia de lesiones intraabdominales asociadas, filtración
de un hematoma retroperitoneal o ambas. La ecografía también
permite valorar la estructura de vísceras macizas: bazo, hígado
y riñones, aunque aporta poca información sobre el retroperitoneo
frecuentemente por interposición de aire intraluminal intestinal.
En los pacientes inestables se puede realizar a pie de cama en la Sala
de Urgencias con equipos portátiles, evitando traslados fuera
del Area de Reanimación y los riesgos que ello comporta. Al ser
una técnica incruenta y no invasiva se puede repetir como control
y seguimiento clínico, no interfiriendo con otras técnicas
diagnósticas como la Tomografía Computerizada abdominal,
cosa que sí ocurre con el lavado peritoneal al introducir líquido
en la cavidad abdominal. Su mayor inconveniente radica en que su sensibilidad
y especificidad dependen de la experiencia del médico explorador,
ya que éste debe ser capaz de interpretar los patrones de eco y
valorar si son reales o artefactos, también debe controlar la dirección
del transductor para conseguir la imagen óptima. En nuestra experiencia
se ha mostrado tan útil que ha desplazado al lavado peritoneal diagnóstico.
Sociedades Científicas y de Especialidad en Europa y América
están incluyendo en los contenidos de formación de cirujanos
y médicos de urgencias la cualificación en ecografía
de urgencias.
1.3.3. Tomografía Computerizada (TC).
Permite un buen estudio tanto de las posibles lesiones abdominales como
del retroperitoneo, debe hacerse con contraste oral e intravenoso 5,
6, 7 .
Tiene el inconveniente de que obliga a trasladar al paciente fuera del
Area de Reanimación y dificulta un estrecho control del mismo durante
su realización, por lo que puede no ser aconsejable en politraumatizados
hemodinámicamente inestables, que por otro lado son los que requieren
una mayor aproximación diagnóstica a los posibles focos hemorrágicos.
La TC de la articulación coxofemoral es el método diagnóstico
que permite un mejor estudio de los pacientes con fractura acetabulares
a la hora de planificar el tratamiento.
1.3.4. Arteriografía.
Es la mejor técnica para el estudio de los pacientes con sospecha
de hematoma retroperitoneal e inestabilidad hemodinámica en los
que no se encuentra otra lesión hemorrágica extrapélvica.
Junto a su utilidad diagnóstica, al localizar el vaso sangrante,
permite el tratamiento mediante embolización selectiva del mismo.
Se aborda por la arteria femoral y se prosigue hasta llegar a la bifurcación
de la aorta y mediante la inyección de contraste se estudia
la red vascular buscando los puntos de hemorragia. Las sustancias utilizadas
en la embolización selectiva de los vasos sangrantes son esferas
de poliestireno, hilos de metal o esponjas de gelatina hemostática.
1.3.5. Uretrografía y cistografía.
Están indicadas en los pacientes con sospecha de lesión
uretro-vesical. Nunca se llevarán a cabo antes de una arteriografía
porque dificultaría la interpretación de los hallazgos del
estudio arteriográfico, por tanto se aplazará hasta descartar
la existencia de un hematoma retroperitoneal que pueda comprometer la estabilidad
hemodinámica del paciente. Estos estudios radiológicos se
describirán en detalle más adelante, dentro de los traumatismos
de uretra y vejiga.
1.4. CLASIFICACION DE LAS FRACTURAS DE PELVIS
Tipo I: Fracturas parciales o estables.
Tipo II: Fracturas totales o inestables
Tipo III: Fracturas acetabulares.
1.4.1. Tipo I: Fracturas parciales o estables
Afectan a un solo hueso y se mantiene la continuidad del reborde pelviano.
I-A) Fracturas por arrancamiento.
· Fractura de la espina ilíaca anterosuperior.
· Fractura de la espina ilíaca anteroinferior.
· Fractura de la espina ilíaca posterosuperior
· Fractura de la tuberosidad isquiática.
I-B) Fracturas aisladas de ramas púbicas.
· Fractura de rama isquiopubiana.
· Fractura de rama iliopubiana.
· Fractura unilateral de ambas ramas pubianas.
I-C) Fractura del ala ilíaca (figura
1).
I-D) Fractura del sacro.
· Fractura del ala del sacro.
· Fractura transversa del sacro.
Las fracturas por arrancamiento son infrecuentes, se presentan en sujetos
jóvenes que sufren potentes contracciones de las masas musculares,
en ejercicios violentos, con arrancamiento de las tuberosidades óseas.
En ocasiones no es fácil diferenciar una fractura por arrancamiento
de una apófisis normal, en estos casos resulta útil la comparación
con el lado contralateral 8 . Su tratamiento
consiste en reposo y analgésicos.
Las fracturas aisladas de las ramas púbicas son consecuencia
de traumatismos directos sobre esa región. La fractura unilateral
de ambas ramas pubianas es una de las fracturas más frecuentes (figura
2). El reposo, no cargando el peso del cuerpo sobre el lado afecto
hasta que la abducción de la cadera no produzca dolor, es
suficiente para la curación.
Los pacientes con fracturas de la sínfisis del pubis o próximas
a la misma tiene un alto riesgo de presentar lesiones asociadas de uretra
o vejiga, por lo que debe investigarse dicha eventualidad. En los pacientes
con fractura unilateral de ambas ramas pubianas o con fractura sin desplazamiento
próxima a la articulación sacro ilíaca, es necesario
un cuidadoso análisis de la placa radiográfica para asegurar
que no se trata de una fractura inestable.
Las fracturas transversas del sacro son poco frecuentes y no suelen
asociarse a otras complicaciones, puede resultar difícil de
diagnosticar en la proyección estándar de pelvis, en estos
casos es necesario realizar proyecciones cefálicas ( a 35º)
o especiales de sacro. Las fracturas verticales de sacro se
acompañan con frecuencia de otra fractura del anillo pélvico,
por lo que son inestables y con frecuencia se asocian a lesiones en las
raíces nerviosas.
1.4.2. Tipo II: Fracturas totales o inestables (figura
3).
II-A) Fractura bilateral de ambas ramas púbicas, fractura
en horcajadas.
Es la más frecuente de las fracturas inestables y tiene un elevado
riesgo de presentar lesiones asociadas.
II-B) Fractura unilateral anterior y posterior.
Fractura de ambas ramas púbicas homolateral asociada a: fractura
del ala del sacro, disyunción sacroilíaca o fractura
del ilion homolateral.
II-C) Fractura bilateral o cuádruple fractura.
Fractura bilateral de ambas ramas púbicas y fractura bilateral
del ala del sacro o del ilion.
II-D) Fractura en asa de cubo.
Fractura homolateral de ambas ramas púbicas y fractura contralateral
del ala del sacro o del ilion.
II-E) Luxación pélvica.
Diástasis del pubis y de una o ambas articulaciones sacroiliacas.
Las fracturas inestables de pelvis son consecuencia de traumatismos
violentos, por ello su presencia denota un politraumatizado grave. Son
las que más frecuentemente se asocian a complicaciones, siendo
habitual la coexistencia de lesiones a otros niveles tanto o más
graves que el propio traumatismo pélvico. Esto motiva el que sean
las que planteen mayores problemas diagnósticos y terapéuticos.
1.4.3. Tipo III. Fracturas acetabulares
III-A) Fractura de la columna anterior (figura
4).
Se evidencia por desviación medial de la línea iliopubiana.
III-B) Fractura de la columna posterior.
Se observa desviación medial de la línea ilioisquiática.
III-D) Fractura de la ceja posterior.
Se aprecia alteración de la alineación de la ceja cotiloidea
con fragmento óseo desprendido. Es frecuente su asociación
a luxación posterior de la cabeza femoral.
III-E) Fracturas complejas de ambas columnas.
· Fractura transversa. Interrupción de las líneas
iliopubiana e ilioisquiática y de ambas cejas acetabulares.
· Fractura en T. Fractura transversa y de la lámina cuadrigémina
que llega al agujero obturador.
· Fractura oblicua. Fractura de la columna anterior en su mitad
inferior, de la columna posterior a nivel acetabular y del ala ilíaca.
Las fracturas acetabulares son el resultado de traumatismos
violentos. Como ya se ha comentado, para su diagnóstico correcto
son necesarias proyecciones oblicuas, además de la Rx simple anteroposterior.
La mayoría de ellas requieren tratamiento quirúrgico para
evitar la posibilidad de artritis postraumática y de rotura del
cartílago acetabular, la TC resulta de gran utilidad para un buen
estudio topográfico de la lesión a la hora de decidir el
tratamiento más adecuado (figuras
5 y 6).
1.5. COMPLICACIONES DE LAS FRACTURAS DE PELVIS
1.5.1. Hemorragia retroperitoneal
La hemorragia o hematoma retroperitoneal es la complicación
más frecuente y la principal causa de muerte en pacientes con traumatismo
pélvico 9 (figuras
7 y 8). La pelvis
está en contacto con abundantes plexos venosos y arteriales, como
ya hemos señalado, por lo que debemos sospechar la existencia de
hematoma retroperitoneal en todo paciente politraumatizado con fractura
de pelvis (figuras 9
y 10). Un hecho
importante es que no se ha encontrado una correlación entre el tipo
de fractura y el daño vascular, si bien, son las fracturas inestables
con desplazamiento superior a 0,5 cm las que se asocian con mayor probabilidad
a severas hemorragias 10 . Estos enfermos
requieren un estrecho control de su situación hemodinámica
y seguimiento seriado de hemoglobina y hematocrito para detectar esta eventualidad
precozmente.
Los hematomas retroperitoneales se pueden dividir en tres tipos, según
su localización anatómica:
1. Tipo I. Zona centro medial. Son consecuencia de traumatismos
abdominales de páncreas, duodeno o grandes vasos. Estos pacientes
deben ser sometido a laparotomía para reparación quirúrgica
de las lesiones viscerales o vasculares.
2. Tipo II. Zona de los flancos. Debidos a lesiones renales,
de la porción retroperitoneal de colon o rotura traumática
del psoas 11 . En estos casos sólo
será necesario recurrir a cirugía en algunos casos, si se
presenta: hematoma pulsátil, hematoma rápidamente expansivo,
estallido renal o rotura del pedículo vasculorrenal.
3. Tipo III. Zona pélvica. Secundarias a lesiones vasculares
en pacientes con fractura de pelvis. Estos hematomas no deben ser manejados
mediante cirugía, ya que la apertura del retroperitoneo aumenta
la hemorragia, con pocas posibilidades de conseguir la hemostasia y el
riesgo de infección secundaria es elevado. Sólo en casos
de sangrado por lesión en vasos mayores: aorta, ilíacas o
femoral, está indicada la hemostasia quirúrgica.
1.5.2. Rotura vesical
La rotura de la vejiga en los pacientes con fractura de pelvis puede
ser consecuencia de la violencia del traumatismo o producida por los fragmentos
óseos de la misma. Son los pacientes con fracturas inestables y
los que presentan líneas de fractura próximas al pubis, en
los que existe mayor riesgo de que se presente (figura
11).
La rotura vesical puede ser extraperitoneal o intraperitoneal, lo más
frecuente. Los signos clínicos de sospecha en un paciente con lesión
vesical pueden ser: hematuria, masa suprapúbica, imposibilidad
o dificultad para la micción y signos de irritación peritoneal.
En los politraumatizados con descenso del nivel de conciencia puede resultar
poco llamativa, siendo necesario su sospecha ante la presencia de fractura
pélvica. La cistografía será la prueba diagnóstica
de elección.
1.5.3. Lesiones de uretra
La causa más frecuente de rotura de la uretra membranosa son
los traumatismos de pelvis, no siendo infrecuente que además se
acompañen de rotura vesical. Es por tanto necesario buscar signos
clínicos de daño uretral en los pacientes con fractura de
pelvis, sobre todo si va a ser necesario realizar un sondaje uretral, ya
que al introducir la sonda podemos convertir una rotura parcial en
completa. Son signos de sospecha de lesión uretral: sangre en el
meato uretral, orina hematúrica, dificultad o imposibilidad para
la micción, elevación de la próstata en el tacto rectal,
distensión vesical y dificultad para realizar el sondaje uretral.
Ante la sospecha de una lesión uretral se realizará una
uretrografía y cistografía retrograda (figura
12). Es necesario recordar que no deben practicarse estos estudios
previos a una arteriografía para diagnóstico de hematoma
retroperitoneal, pues no permitiría una adecuada valoración
del estudio arteriográfico. Si fuese necesario el drenaje vesical,
ante la sospecha de daño uretral y si la situación clínica
no permite ni demorar el sondaje ni realizar la uretrografía y cistografía
retrogradas, se recurrirá al drenaje suprapúbico hasta
realizar un adecuado estudio radiológico de uretra y vejiga.
1.5.4. Desgarros del recto, útero y
vagina
Dada la estrecha relación de estos órganos con la cintura
pélvica, los fragmentos óseos de una fractura pueden producir
desgarros a nivel de recto , útero o vagina. La presencia de sangre
en el tacto rectal o en la exploración ginecológica, en el
caso de pacientes politraumatizadas, nos indicarán la existencia
de una de estas complicaciones. En la tabla-1
se presentan la escala de traumatismo rectal de la Asociación Americana
de Cirugía Traumatológica 12
.
1.5.5. Lesiones nerviosas
La pelvis tiene relación con estructuras nerviosas que pueden
resultar lesionadas en los traumatismos que originan fractura de la misma.
El nervio ciático es el que resulta dañado con mayor frecuencia
y en relación con fracturas del ilion, fracturas de la escotadura
ciática, fracturas desplazadas del isquion y luxación posterior
de cadera. El nervio obturador puede resultar lesionado en fractura-luxación
central de cadera. El nervio femoral es el que se afecta con mayor frecuencia
y en relación con luxaciones anteriores de cadera. En las fracturas
del sacro pueden resultar afectadas las raíces sacras.
1.5.6. Tromboflebitis de las venas pélvicas
La riqueza de plexos vasculares que existen en la pelvis plantea el
riesgo no sólo de hemorragias, sino también, la posibilidad
de que se produzcan tromboflebitis. Esto es debido, tanto al daño
que sobre las paredes vasculares origine el traumatismo, como por las largas
inmovilizaciones a las que se ven sometidos los pacientes con fracturas
pélvicas. Aunque son complicaciones más tardías
son importantes por el riesgo asociado de tromboembolismo pulmonar.
1.6. ACTUACION EN EL PACIENTE CON TRAUMATISMO
PELVICO
Como hemos referido la complicación más grave y frecuente
en el paciente con traumatismo de pelvis es la hemorragia retroperitoneal.
Si bien, no todos los casos van a presentar una hemorragia severa, considerando
como tal: a aquella que a pesar de una reposición de volumen con
sangre y cristaloides mantiene al enfermo en una situación hemodinámica
inestable con tendencia a la hipotensión, oliguria, mala perfusión
tisular y/o caída del hematocrito seriado. Pero es más, los
pacientes con fractura de pelvis y hemodinámica inestable pueden
tener un foco hemorrágico extrapélvico, ya que son pacientes
que han sufrido un traumatismo severo, que compromete aún más
el estado hemodinámico 13 .
El diagnóstico y tratamiento de los pacientes con fractura de
pelvis y hematoma retroperitoneal severo resulta complejo. Ya hemos visto
los distintos métodos diagnósticos y revisaremos a continuación
los terapéuticos: pantalones neumáticos antishock, fijación
interna y externa de la fractura y la arteriografía con embolización.
La hemostasia quirúrgica no suele ser posible, ya que la causa más
común de sangrado retroperitoneal son la rotura de las superficies
óseas , huesos esponjosos muy vascularizados, junto al desgarro
de los plexos vasculares muy abundantes en la pelvis.
1.6.1. Traje neumático antishock.
En la década de los 70 se comenzaron a emplear este tipo de
prendas que aplican una presión neumática controlada sobre
los miembros inferiores y el abdomen, actualmente su utilización
es controvertida. En pacientes con focos hemorrágicos por encima
del diafragma su uso esta contraindicado, ya que aumenta la hemorragia.
Mattox y colb 14, 15
encontraron un aumento de la mortalidad por el uso de estas prendas, así
como el riesgo de síndrome compartimental o herniación del
paquete intestinal. Tiene la ventaja de ser un método incruento
y de fácil aplicación, sobre todo en el medio extrahospitalario.
En los pacientes con shock hipovolémico debido a hematoma retroperitoneal
sin otro foco hemorrágico Flint y colbs 16
han demostrado su utilidad para contribuir al control del sangrado mientras
se realiza el traslado a un centro hospitalario. También estaría
indicado para estabilizar una fractura inestable de pelvis hasta poder
realizar una fijación externa si hay riesgo de hemorragia retroperitoneal
grave 17 .
El procedimiento de retirada de las prendas neumáticas antishock
debe hacerse de forma gradual. El desinflado se inicia por el compartimento
abdominal, mientras se controla la presión arterial. Se mantiene
el desinflado siempre que el descenso de la presión sistólica
no sea mayor de 5 mmHg , en caso contrario, se detiene y se aumenta el
ritmo de infusión de líquidos hasta estabilizar la situación
hemodinámica. Entonces se continua desinflando consecutivamente
el compartimento abdominal y los de las extremidades, siempre controlando
la presión arterial 18 .
1.6.2. Fijación de la fractura.
La fijación interna de la fractura requiere experiencia en este
tipo de intervenciones, siendo además muy cruenta y con alta
incidencia de infecciones postoperatorias.
La fijación externa resulta más útil en el control
de pacientes con hemorragia retroperitoneal y fracturas inestables del
anillo pélvico. La colocación del fijador es rápida,
pudiendo estar terminada en unos quince minutos, los pernos del fijador
se unen por delante de modo que si es necesario permitan le realización
de TC o arteriografía. Es el método más rápido
y útil para estabilizar una fractura inestable de pelvis, sólo
estaría contraindicado en casos de fracturas muy fragmentadas en
las que no se consiguiese una inmovilización adecuada 19,
20, 21
. El uso de fijadores externos para estabilizar una fractura pélvica
estaría indicado aun cuando sea necesario practicar una laparotomía,
colocándose antes o durante el acto quirúrgico, de esta forma
se reduce el volumen pélvico y consiguientemente la hemorragia retroperitoneal
22.
Para Gruen y colbs 23 la reducción
abierta con fijación interna puede mejorar los resultados a largo
y medio plazo de las fracturas pélvicas inestables, una vez controlada
las posibles lesiones hemorrágicas, frente al tratamiento conservador
con reposo y tracción o fijación externa.
1.6.3. Arteriografía y embolización
La arteriografía con embolización selectiva del vaso sangrante
se ha mostrado como el método más eficaz en el control de
la hemorragia retroperitoneal en pacientes con fractura pélvica
24, 25, 26,
27 . Las indicaciones de arteriografía
en los pacientes con traumatismo pélvico son:
· Necesidad de transfundir más de 4 unidades de sangre
en las primeras 24 horas.
· Necesidad de transfundir más de 6 unidades de sangre
en las primeras 48 horas.
· Paciente inestable sin líquido libre o lavado peritoneal
negativo,
· Gran hematoma retroperitoneal descubierto en la laparotomía.
1.6.4. Protocolo de actuación.
(Figura 13)
La radiografía anteroposterior de tórax y pelvis y lateral
de columna cervical nos permite en la misma sala de Urgencias demostrar
la presencia de patología a estos niveles. Si el paciente
está consciente y con signos de traumatismo pélvico y/o abdominal
o inconsciente, tendremos que valorar la posibilidad de hemorragia intraabdominal
y/o pélvica. En estos casos se realizará una ecografía
portátil o lavado peritoneal con técnica supraumbilical.
La presencia de líquido libre o lavado peritoneal positivo, considerando
como tal: más de 10 ml de sangre aspirada de cavidad peritoneal,
más de 100.000 hematíes/mm3, más de 500 leucocitos/mm3
o bilis, bacterias, o fibra en líquido de lavado; debe interpretarse
con cautela por la alta incidencia de falsos positivos debidos a
la filtración de sangre desde el hematoma retroperitoneal
a la cavidad intraabdominal. La práctica del lavado peritoneal supraumbilical
y con técnica abierta disminuye los falsos positivos 16,
26. Además es frecuente la coexistencia
de hemorragia por lesión de vísceras intraabdominales, lo
que unido al hecho de que la laparotomía en blanco aumenta la morbi-mortalidad
de las hemorragias retroperitoneales hace muy compleja la toma de decisiones
diagnósticas y terapéuticas en estos pacientes.
Los politraumatizados hemodinámicamente inestables con líquido
libre intraabdominal en la ecografía portátil o lavado peritoneal
positivo, deberían ser sometidos a laparotomía ante el riesgo
de lesiones intraabdominales que requieran tratamiento quirúrgico.
En los traumatizados con líquido libre o lavado positivo que estén
en situación hemodinámica estable se realizará
una TC abdominal para establecer el tipo de lesiones y evitar laparotomías
en blanco. Los casos de fractura de pelvis con inestabilidad hemodinámica
y sin evidencia de líquido libre o lavado peritoneal negativo se
someterán a estudio mediante arteriografía y embolización
selectiva de las lesiones hemorrágicas 28
.
En todos los casos se debe investigar la posibilidad de lesiones sangrantes
a nivel torácico, reposición adecuada de pérdidas
por otras lesiones externas antes del ingreso, así como, la posibilidad
de shock de origen medular.
Aun cuando la eventualidad más grave para la vida en
el paciente con traumatismo pélvico es la hemorragia retroperitoneal,
debemos tener presente otras posibles y frecuentes lesiones asociadas al
mismo, es el caso de las roturas de uretra y vejiga. Para ello buscaremos
signos de lesión uretral, en el paciente consciente esperaremos
la micción espontánea y solicitaremos un sedimento de orina
para determinar si existe hematuria macro o microscópica. En el
paciente inconsciente se puede intentar el sondaje vesical por personal
experimentado, si no hay ningún signo de lesión uretrovesical,
que se abandonará ante la menor resistencia. En los casos en que
se sospeche daño uretrovesical, imposibilidad para la micción
o resistencia en el sondaje, se practicará una uretrografía
y cistografía retrogradas. Ya se indicó que estas técnicas
radiologías deben posponerse hasta comprobar que la situación
hemodinámica no hará necesario un estudio arteriográfico
urgente. En el caso de no poder realizar la uretro-cistografía y
si fuese necesario evacuar un globo vesical se optará por el drenaje
suprapúbico hasta la estabilización hemodinámica y
el correcto estudio radiográfico de uretra y vejiga.
Por último recordar la necesidad de practicar en todos los casos
un tacto rectal que permite valorar la presencia de sangre como dato
de lesión de recto, la elevación de la próstata como
signo de traumatismo uretral y la perdida de tono del esfínter anal
en las lesiones medulares. En la mujer se completa la exploración
con la valoración ginecológica en busca de hemorragias que
indiquen lesión de útero o vagina.
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