El optimismo es tener una cierta seguridad de que las cosas irán bien a pesar de los contratiempos y de las dificultades. El optimismo es una actitud que impide caer en la apatía, la desesperación o la depresión.
Los optimistas consideran que los fracasos se deben a algo que puede cambiarse y, por lo tanto, que pueden llegar a triunfar si lo vuelven a intentar. Los pesimistas, por el contrario, se echan la culpa de sus fracasos, atribuyéndolos a alguna característica que se ven incapaces de modificar
Está demostrado que el optimismo cambia el resultado de las cosas. En un mismo examen, dos personas que tienen el mismo nivel de conocimientos, pueden obtener diferentes resultados dependiendo de su grado íntimo de optimismo, que le ofrece seguridad y confianza.
El primer paso para ser optimista debe ser un análisis real de las situaciones, no exagerando lo positivo, pero tampoco anulándolo, no aislando lo negativo, pero tampoco quedándose en ello. Y a partir de ahí, tener claro lo que queremos y cómo pretendemos llevarlo a cabo.
Seguramente a las personas pesimistas les falla ese punto de mira, esa referencia firme que hace falta para luchar.
No es tanto la lucha en sí misma lo que agota, sino la falta de razón para esa lucha. Cuando creemos firmemente en algo, poseemos la fuerza necesaria para intentar lograrlo.
A veces educamos con un cariño mal entendido que se traduce en no dejar que cada uno consiga las cosas por sí mismo y sienta la satisfacción de sus propios logros.
Si los adultos les solucionamos cualquier dificultad, cuando tengan la necesidad de resolver algo difícil, no tendrán recursos en su interior para saber afrontarlo. En esta situación es muy frecuente caer en el aburrimiento, quedándose siempre en lo fácil y muy cerca del aburrimiento está la depresión y sus graves consecuencias
El optimismo puede aprenderse. La creencia de que uno tiene el control de los acontecimientos de su vida y puede hacer frente a los problemas, predispone a asumir riesgos y a desarrollar aptitudes y habilidades de las que se dispone.
Para educar en el optimismo hay que tener una postura optimista ante la vida.
El optimismo se contagia. Debemos crear un clima alegre en nuestras aulas, entusiasmándonos por los conocimientos que transmitimos. Todos podemos reconocer que sabemos más y nos interesan más aquellas áreas que impartían profesores apasionados por las parcelas de conocimiento que eran su especialidad
Otro ingrediente importante para educar en el optimismo es dejar que cada alumno/a resuelva por sí mismo sus propias dificultades; eso sí, estando a su lado pero en la sombra, permitiendo que sea cada uno el protagonista de su propio aprendizaje.
El optimismo forma parte de la estructura individual de cada personalidad y, desde ella, da vida y sentido a todos los conocimientos que se puedan aprender. Es como el arco iris que da color a todos los acontecimientos de cada día. Da energía, por eso sólo los optimistas mejorarán la sociedad y dejarán su rastro.