En España, estos 15 años estuvieron caracterizados sociológicamente por una alta natalidad. Consecuencia de ello fue el que se produjeran en nuestro Hospital entre 20.000 y 30.000 nacimientos anuales. La tasa de mortalidad perinatal de esa gran cantidad de recién nacidos era bastante alta en los primeros años (superior al 20 por mil nacidos), aunque la constante mejora sanitaria hacía descender esa cifra de año en año. Las principales causas de morbi y mortalidad eran la prematuridad y el bajo peso al nacimiento, la enfermedad de membranas hialinas, las infecciones perinatales o las malformaciones congénitas. Estos procesos tenían que ser tratados en Unidades de Neonatología o Cirugía Infantil recién creadas con un equipamiento tecnológico todavía poco desarrollado. A la vez, el diagnóstico prenatal estaba en sus comienzos ya que los Servicios de Obstetricia no disponían todavía de la ecografía, que es su herramienta básica. En consecuencia, un recién nacido con menos de 1.000 g. tenía pocas probabilidades de sobrevivir lo que repercutía en las estadísticas de mortalidad perinatal que se realizaban sobre los nacidos mayores de ese peso. En esa época, poco o nada se sabía de esos recién nacidos con menos de 1.000 g. que eran considerados inviables por no existir posibilidades tecnológicas de tratarlos, y lo mismo de los que morían intraútero a los que se dedicaba poca atención por la alta natalidad y la falta de información prenatal.
Nuestros datos demuestran bien a las claras estos hechos. Considerando las autopsias neonatales (niños de hasta 28 días de vida), ninguna autopsia de ese período se realizó a neonatos con menos de 20 semanas de edad gestacional y sólo el 7% fueron menores de 28 semanas de gestación; la mayoría fueron recién nacidos pretérmino (entre la 28ª y la 36ª semana), con el 58% del total, o recién nacidos a término (entre la 37ª y la 41ª semana), con el 35% restante. En esos años, el 80% de las autopsias pediátricas correspondían a recién nacidos procedentes del Hospital Infantil (es decir, habían nacido vivos) y sólo el restante 20% eran recién nacidos procedentes del Hospital Maternal (habían nacido muertos). Es también significativo que sólo de forma excepcional se estudiara al niño con su placenta. Había tantas que los mismos patólogos mostrábamos poco interés en ellas por el mucho trabajo que añadían al diagnóstico de biopsias, y por lo difícil que era entender la patología placentaria.
En los grandes hospitales españoles que contaban con pujantes hospitales materno-infantiles, los pediatras empezaban a contar ya con especialistas que se interesaban en conocer la Anatomía Patológica de las enfermedades infantiles. Estos demandaban a los patólogos una especialización paralela a la suya para conocer mejor estas enfermedades, tan diferentes de las del adulto. Esto obligó a los Departamentos de Anatomía Patológica, que estaban concebidos como Servicios Centrales del hospital sin que existieran en ellos sub-especializaciones, a que evolucionaran ante las complejas patologías y el alto nivel de desarrollo que iban alcanzando las especialidades médicas.
En esos primeros 15 años realizamos en La Paz 4.800 autopsias infantiles, lo cual da una media de 320 autopsias infantiles anuales. Tan elevada presión asistencial sobre problemas tan específicos hizo que un grupo de patólogos de nuestro Departamento se dedicara de manera preferente a resolver los problemas diagnósticos, técnicos y de correlación clínico-patológica que planteaban las enfermedades infantiles. Al final de los años 70, a la técnica macroscópica y a la realización de fotografías, ya habíamos añadido la utilización de la radiografía como un método más de la rutina en las autopsias pediátricas, además sistematizamos los cultivos bacteriológicos de sangre y tejidos, y ya realizábamos angiografías con contraste en casos seleccionados.
Sin embargo, eran todavía escasos los conocimientos sobre patología pediátrica ya que se estaba en la fase de acumular experiencia y de sistematizarla. Como resultado de la especialización americana en Patología Pediátrica, empezaban a aparecer los primeros textos, que eran para nosotros referencia obligada. La 1ª edición del libro Pathology of the Fetus and the Infant, de Potter y Craig, apareció en 1952, la del libro Pathology of the Infancy and Childhood, de Kissane, en 1967, y el Pediatric Surgical Pathology, de Dehner y Kissane, apareció en 1975.