Legibilidad de la literatura médica: ¿se entiende lo que escribimos?
“Es
frecuente hablar y escribir de modo rutinario, sin tener cosas que decir,
ni buen gusto, ni conocer el valor de las palabras, cuando no para
embaucar, en vez de hablar y escribir únicamente para informar, educar,
instruir y deleitar”. Farreras P. Med Clin (Barc)
1943; 3: 213-215.
Parece que los médicos nos preocupamos cada vez más
por la insuficiente legibilidad de nuestras comunicaciones escritas. ¡Cuántas
veces tenemos que releer una frase de un artículo antes de saber lo que
pretende decir exactamente! Incluso revistas de extraordinaria calidad y
de reconocido prestigio son, a menudo, difíciles de leer. De hecho,
cuando se aplican a estas publicaciones escalas de valoración, se
comprueba que la dificultad de lectura excede a la que poseen ciertos
escritos jurídicos (1). Ahora hay un gran interés por difundir otras
formas de divulgación científica, como las presentaciones publicadas en
internet, que favorecen una mayor concisión, una rápida expansión y un
criticismo más universal (2).
Existen dos razones fundamentales para una comunicación
poco eficiente: la ausencia de claridad y la profusión de errores del
lenguaje.
La comunicación médica, como corresponde a un área
de conocimiento científico, es especializada y por tanto, exige un
registro formal. El uso de una expresión cuidada, aún tratándose de
nuestra jerga, no es natural, sino que requiere la participación de la
conciencia lingüística. Es fácil sobrepasar ese formalismo, de modo
que, a veces, lo que pretendemos que sea un escrito correcto acaba siendo
una “gran obra barroca”, con artificios y elementos superfluos.
Generalmente, escribir con sencillez es lo que más nos cuesta.
La misión esencial del discurso científico es la de
informar. Un lenguaje de calidad es ante todo preciso, evitando la redacción
“literaria”, la ambigüedad o el oscurantismo, lo que obliga a
desechar en lo posible la sinonimia, la polisemia, la homonimia y los epónimos.
También son deseables otras cualidades, como la neutralidad emocional y
una relativa estabilidad temporal de los términos.
Los defectos en el estilo abundan en la literatura médica.
Muchas de nuestras publicaciones adolecen de vicios lingüísticos de
naturaleza pragmática, sintáctica o semántica. Arcaísmos, neologismos,
cacofonías, monotonía, anfibología, barbarismos, solecismos,
vulgarismos... son tantos los posibles errores que es difícil no caer en
alguno, pero la revisión cuidadosa nos puede ayudar a evitar los más
graves.
Nuestra redacción esta plagada de siglas, con las que
construimos difíciles jeroglíficos. Con frecuencia, utilizamos figuras
retóricas, como la catacresis, la elipsis, el pleonasmo, la metáfora o
la voz impersonal. Estos recursos estilísticos deberían contribuir al
embellecimiento de los textos, pero el mal uso y, sobre todo, el abuso, de
los mismos pueden causar imprecisión y redundancia. Otras veces, el
aburrimiento y la sensación de “repetirnos” nos hace escribir
variaciones elegantes, que suelen ser superfluas, cuando no
inconvenientes.
Los errores notorios, como faltas de ortografía e
incorrecciones léxicas y de sintaxis suelen subsanarse en las
publicaciones periódicas, pero se filtran en otro tipo de comunicaciones,
como las presentaciones en congresos.
Es fundamental perseverar en el buen uso de nuestro
idioma. No sólo por respeto lingüístico o anhelo estético, sino porque
ello beneficia a la confianza y al interés que nuestros trabajos puedan
suscitar y, por tanto, a la transmisión de los conocimientos.
Bibliografía:
-
Weeks WB, Wallace AE. Readability of British and American medical prose
at the start of the 21st century. BMJ 2002; 325: 1451-1452. [HTML]
[PDF].
-
LaPorte
RE, Linkov F, Villasenor T, Sauer F, Gamboa C, Lovalekar M, Shubnikov
E, Sekikawa A, ER Sa.
Papyrus to PowerPoint (P 2 P): metamorphosis of scientific
communication.
BMJ 2002; 325: 1478-1481. [HTML]
[PDF].
Enlaces y bibliografía recomendados:
-
Ramón y Cajal, S. Reglas y consejos sobre
investigación científica. Capítulo VII “Redacción del trabajo
científico”. Obras literarias completas, Madrid 1947: 599-609.
-
Vilarroya O, ed. Manual de estilo. Publicaciones
biomédicas. Medicina Clínica. Barcelona: Doyma Libros, S.A, 1993.
-
Ordóñez Gallego A. Lenguaje médico. Modismos, tópicos
y curiosidades. Madrid: Editorial Noesis, 1994.
-
Moliner M. Diccionario de uso del español. 2º
edición. Madrid: Gredos, 2001.
-
Real Academia Española
-
La
página del idioma español
-
Instituto
Cervantes
Algunos vicios del lenguaje y figuras retóricas
comunes
|
Arcaísmo |
Palabra,
frase o construcción sintáctica poco frecuentes en la
actualidad, salvo como licencias poéticas. |
Neologismo |
Vocablo, acepción o
giro nuevos en una lengua. |
Barbarismo |
Pronunciar
o escribir mal las palabras o emplear vocablos impropios. |
Solecismo |
Barbarismo sintáctico.
Puede ser de concordancia (silepsis o falta de conformidad entre
partes de una oración), de régimen (uso incorrecto de las
preposiciones) o de construcción (mala disposición de las
palabras en una oración). |
Anfibología |
Palabra,
expresión o construcción semántica ambiguas. |
Cacofonía |
Repetición de sonidos
desagradables y, por extensión, palabra malsonante. |
Monotonía |
Falta
de variedad en el estilo. |
Pleonasmo o Tautología |
Recurso expresivo,
consistente en el empleo de vocablos innecesarios. En el lenguaje
científico suele degenerar en redundancia. |
Elipsis |
Recurso
retórico, por el que se suprime algún elemento en la construcción. |
Catacresis |
Tropo que consiste en
dar a una palabra sentido traslaticio para designar algo que
carece de nombre especial. |
|
|
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Beatriz Sánchez Artola
©REMI, http://remi.uninet.edu.
Febrero 2003.
Palabras clave: Publicaciones
científicas, Internet, Uninet, REMI.
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