Internet y la evolución de las revistas médicas
Hace
cinco años, BMJ publicó un artículo haciendo unas predicciones sobre cómo
Internet cambiaría el futuro de las comunicaciones científicas (1). Las
potenciales ventajas de las publicaciones electrónicas son tantas que,
hace pocos años, se llegó a
pronosticar el fin de las revistas médicas impresas (2). Exactamente hace
cinco años, en un artículo publicado en el BMJ las predicciones eran las
siguientes:
- Los artículos
serían documentos vivos, continuamente modificados,
sin llegar nunca a alcanzar una “versión final”.
- Los artículos
en línea serían un perfeccionamiento de los artículos en papel.
- Los enlaces
de hipertexto proliferarían enormemente.
- Los artículos
estarían disponibles en formatos diferentes y con diferentes niveles
de complejidad.
- La revisión
por pares cambiaría a una revisión abierta o semi-moderada.
En
otro artículo, publicado este año (3), la revista revisa el grado de
cumplimiento de esas predicciones, el cual ha sido bastante pobre. Desde
luego ninguna revista médica importante ha desaparecido, pero es que además,
predicciones que parecían evidentes, como la de que los artículos serían
documentos vivos o que tendrían diversos niveles de complejidad, se han
cumplido en pocos casos. El libre acceso a la información, otra esperanza
bastante generalizada entonces, está muy lejos de haber sido satisfecha,
si bien en este caso la frustración ante el fracaso de un objetivo que se
podría haber alcanzado, ha dado lugar a la aparición de grupos de presión
ante la conciencia de que la información científica es necesaria y puede
hacerse llegar a todas partes (4, 5).
Pero
quizás las previsiones sólo hayan fallado en el plazo y terminen por
alcanzarse e incluso superarse como muchas otras veces ha ocurrido. La
causa del fallo no está en Internet, como lo demuestra el surgimiento de
revistas electrónicas nuevas (6, 7), sin soporte en papel, y de otras
formas de diseminar la información como los congresos virtuales (8) y las
listas de distribución (9). Estas nuevas formas de comunicación están
generando esos documentos vivos predichos por el BMJ hace cinco años.
A
todo movimiento se opone una resistencia, tanto mayor cuanto más cambio
cause. Internet, a pesar de su difusión y de la rapidez de su implantación
y a pesar de su aceptación en ciertas capas de la sociedad, ha generado
un cambio tan importante que está resultando difícilmente aceptable para
muchos. Las revistas médicas más importantes tienen ya su versión
electrónica y muchas de ellas publican artículos en ella antes de su
impresión. La versión electrónica, con su capacidad ilimitada, también
da una mayor importancia a la sección de cartas al director. Sin embargo,
no ha habido tiempo para adaptarse a las nuevas posibilidades, así, las
publicaciones tradicionales siguen siendo periódicas, incluso en su versión
electrónica y la mayoría no han podido o no han sabido adquirir los
mecanismos necesarios para tener una difusión gratuita sin perder
ingresos.
Las
dificultades que plantea el cambio pueden hacer que en el futuro haya un
surgimiento de nuevas revistas y de otros tipos de publicaciones, todas
exclusivamente electrónicas que pueden llegar a competir con las de
formato tradicional. Para ello solo hay actualmente un obstáculo
probablemente, la credibilidad. No sólo son las revistas las que tienen
una enorme inercia ante el cambio, también la tienen los investigadores
consagrados. A pesar de las evidentes ventajas de publicar en Internet
(especialmente la de seguir siendo dueño del propio artículo y poder
modificarlo las veces que sean necesarias), es difícil que autores cuyos
trabajos son aceptados habitualmente en revistas de primera línea opten
por publicarlos electrónicamente. Debido a eso, los autores que publiquen
de esta manera serán relativamente jóvenes o desconocidos.
Esto
nos plantea el problema de la credibilidad (10), evidentemente no nos
fiamos igualmente de un trabajo publicado en una lista de distribución
(aunque en ella participen figuras reconocidas de la especialidad) que de
otro aceptado por una revista de gran impacto. La proliferación de este
tipo de artículos hace por otra parte que hoy día estemos expuesto a una
cantidad de información, no verificada de antemano, muy superior a la de
hace unos años. Este problema puede ser abordado de varias formas y
algunas de ellas ya se han puesto en práctica: la adscripción a un
determinado código de conducta (11, 12) y el sometimiento a una
verificación por entidades independientes (algo semejante a la revisión
por pares). Sin embargo, la mejor manera de abordar este problema, aunque
quizás la más lenta, sea la más científica. La ausencia de
constricciones espaciales puede hacer que las publicaciones electrónicas,
a diferente de las tradicionales, puedan cumplir estrictamente el método
científico en su esencia. Cualquier trabajo publicado en Internet puede
contener todos los datos necesarios, no sólo para que sea verificado,
sino en algunos casos reproducidos por otros grupos con sólo esa
información. La posibilidad de publicar en formatos de complejidad
diferente puede hacer que un artículo esté disponible como resumen, con
el texto completo y con todas las tablas, imágenes y datos que se han
manejado para su publicación, sin que en ningún momento la información
sea agobiante, puesto que el lector elige la presentación. Puesto que la
publicación es inmediata y las respuestas también lo pueden ser, el artículo
queda automáticamente expuesto a la crítica de los colegas de todas
partes, los errores pueden quedar rápidamente al descubierto y las
correcciones, si son posibles, pueden hacerse de inmediato. La calidad de
un artículo quedaría demostrada por el grado de participación
conseguido, por su resistencia a las críticas y por la capacidad de
rectificación de los posibles errores. En estas condiciones, difícilmente
puede sobrevivir, no ya un artículo fraudulento, sino uno sencillamente
malo, mal diseñado o equivocado. Evidentemente así la revisión por
pares, si no llega a ser totalmente innecesaria, puede convertirse en un
mero filtro de las críticas, puesto que la mayor virtud de Internet es
también uno de sus puntos débiles, la libertad.
Bibliografía:
- Kim P, Eng TR,
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related web sites: review. BMJ 1999; 318: 647-649.[Texto
completo]
- LaPorte RE,
Marler E, Akazawa S, Sauer F, Gamboa C, Shenton C, Glosser C,
Villasenor A, Maclure M. The death of biomedical journals. BMJ 1995;
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completo]
- Delamothe T. Is
that it? How online articles have changed over the past five years.
BMJ 2002; 325: 1475-1478. [Texto
completo]
- Public
Library of Science
- PubMed
Central
- Revista
Electrónica de Medicina Intensiva
- Internet
Journal of Emergency and Intensive Care Medicine
- III
Congreso Virtual de Medicina Crítica en Internet
- Lista
de distribución Mintensiva
- Kunst H, Groot D,
Latthe PM, Latthe M, Khan KS. Accuracy of information on apparently
credible websites: survey of five common health topics. BMJ
2002; 324: 581-582. [Texto
completo]
- Código
HON de conducta
- Código
de conducta del Colegio de Médicos de Barcelona
Ramón Díaz Alersi
Redacción REMI
©REMI, http://remi.uninet.edu.
Febrero 2003.
Enlaces
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