ISSN: 1578-7710

  Artículo especial
 

 

   REMI está dirigida exclusivamente a profesionales de la salud

Primera página
Organigrama

Política de privacidad
Derechos de copia

Secciones:
Enlaces
Club de lectura
Pautas de actuación
Debates
Casos clínicos
Arte y Medicina

Revista:
REMI 2001, Vol 1
REMI 2002, Vol 2
REMI 2003; Vol 3
REMI 2004; Vol 4
REMI 2005; Vol 5
REMI 2006; Vol 6
REMI 2007; Vol 7
Buscar

 

Auspiciada por la

 

Web Médica Acreditada. Ver más información

 

REMI suscribe los principios del código HON de la Fundación Salud en la Red
REMI suscribe los principios del código HON
Compruébelo aquí

 

 

 

Revista Electrónica de Medicina Intensiva
Artículo especial nº 12. Vol 4 nº 1, enero 2004.
Autor: Eduardo Palencia Herrejón

Arriba ]

Anterior ] Siguiente ]


La esquizofrenia de las publicaciones científicas: factor de impacto versus popularidad
[Versión para imprimir]

Loke y Derry publicaron el año 2000 un metaanálisis en la revista British Medical Journal (habitualmente llamada "BMJ") sobre el riesgo de hemorragia digestiva con el uso prolongado de aspirina (1). Se sintieron sorprendidos y decepcionados, cuando comprobaron que en la semana siguiente a la publicación su artículo había sido visitado "solo" 1.236 veces en la versión electrónica de la revista, mientras que el editorial que lo acompañaba (2) había sido visitado casi 4.000 veces.

En vista de lo ocurrido, estos autores decidieron investigar lo que la gente lee cuando visita una revista electrónica de prestigio, como es el BMJ (3). Una de las muchas ventajas de las publicaciones electrónicas con respecto a las tradicionales revistas en papel es que resulta sencillo comprobar la "popularidad" del material publicado, midiendo el número de visitas recibidas por cualquier artículo colocado en Internet. Así, el BMJ publica un "hit parade" en el que se da a conocer el número de visitas de cada artículo en la semana siguiente a la de su publicación electrónica, dando buena medida de la popularidad relativa de los mismos.

Nuestros investigadores encontraron que en el año 2001 las revisiones narrativas y los editoriales eran leídos mucho más a menudo que los artículos originales de investigación, las revisiones sistemáticas y los metaanálisis, en una proporción prácticamente de 4 a 1. Los editoriales fueron leídos casi 3 veces más que los artículos originales a los que acompañaban.

Loke y Derry discuten estos interesantes hallazgos (3), haciendo notar que en los últimos años se han puesto en práctica iniciativas destinadas a mejorar la estructura y la calidad de las publicaciones científicas (CONSORT, QUORUM, STARD, MOOSE y otras siglas), pero se ha descuidado su legibilidad. Apuntan que los autores y los editores deben tomar medidas para hacer sus trabajos de investigación más atractivos para los lectores, utilizando un lenguaje más sencillo y coloquial.

Una vez más, las publicaciones electrónicas pueden ofrecer más ventajas que las publicaciones impresas a este respecto, ofreciendo soluciones imaginativas e innovadoras, como la presentación de escritos cortos y amenos, dejando los detalles técnicos y metodológicos en otro lugar, disponibles para los lectores interesados. Algunas revistas, como el propio BMJ, ya han empezado a publicar en Internet dos versiones de sus artículos, las completas y las resumidas, y es práctica habitual de muchas publicaciones electrónicas presentar datos suplementarios de sus artículos en documentos aparte, solo disponibles en Internet, pero no en las versiones impresas.

En REMI nos hacíamos eco del problema de la calidad de la escritura científica hace unos meses, cuando B. Sánchez Artola discutía sobre "La legibilidad de la literatura médica: ¿se entiende lo que escribimos?" (4). Weeks y Wallace (5) aplicaron dos test estándar de legibilidad, y concluyeron que los artículos originales publicados en dos de las revistas médicas más importantes, BMJ y JAMA, son "extremadamente difíciles de leer". La Porte planteaba el contraste entre la enrevesada sintaxis de los "papeles" científicos y la directa simplicidad de una presentación en Powerpoint (6), poniendo ejemplos de frases que se pueden leer a menudo en nuestras revistas, y que ponen dolor de cabeza incluso a los más acostumbrados.

El modelo tradicional de artículo científico se encuentra cada vez más cuestionado, y se echan en falta propuestas imaginativas que empiecen a cambiar el rumbo de las cosas. La revista Annals of Internal Medicine publica un resumen de sus artículos para los pacientes, escrito en inglés coloquial desprovisto de la jerga médica, en lo que podría ser un modelo a seguir: pero no solo para los pacientes, sino también para nosotros, los profesionales a quienes van dirigidas esas publicaciones que solo excepcionalmente somos capaces de leer.

En su comentario sobre las razones que impulsan a los lectores a preferir los editoriales y los artículos de opinión, que constituyen una literatura de "menor" contenido científico, Loke y Derry señalan que el problema no es solo de legibilidad, sino también del exceso de información que se nos presenta: nos resulta completamente imposible leer la ingente cantidad de "nueva" información científica que se genera día a día, mes a mes.

Pero no perdemos mucho; la relevancia práctica de dicha información es escasa: no podemos dedicarle mucho tiempo, pero tampoco importa. Eso sí, necesitamos que alguien, alguien de confianza, nos tamice esa información y nos la dé seleccionada y digerida, nos la haga comprensible en dos palabras: por eso vamos al editorial en vez de al artículo original, a la revisión narrativa en vez de la revisión sistemática, al resumen en vez de al desarrollo, a la publicación secundaria en vez de a las fuentes originales. Frente a la frialdad y la aridez del metaanálisis, la cercanía del artículo de opinión; el editorialista me dice con qué me tengo que quedar de ese artículo casi ilegible. Sin embargo, la confianza en estas lecturas "alternativas" tiene sus peligros, que son, obviamente, que nos presenten una visión sesgada de las cosas. Y nadie está libre de esos sesgos: ni las revistas de mayor prestigio, ni siquiera las organizaciones que dan predominancia a las cuestiones metodológicas, como la colaboración Cochrane. Es obligado aquí recordar uno de los enunciados de la medicina basada en la evidencia, que siempre deberíamos tener presente: no hay que juzgar lo que se dice por la notoriedad de quien lo dice, sino por la solidez de los argumentos en que se basa.

Una razón en mi opinión no menos importante de los datos destacados por Loke y Derry es que los autores, probablemente, no escriben para ser leídos (seguramente dan por hecho que la mayoría de los profesionales no les van a leer): quizá se preocupan más por lograr colocar su trabajo en una revista de alto impacto que por la audiencia potencial de sus escritos; asegurarse de que en determinados ambientes se sepa dónde han publicado, entrar o mantenerse en la "élite" de los expertos en una determinada cuestión; mejorar su currículum vítae, de cara a progresar en su carrera profesional; y, solo secundariamente, ser leídos por un gran número de personas a quienes aportar una información útil.

Ésta podría ser la razón de la escala legibilidad de los escritos médicos: si se escribe solo para unos pocos, que son los que se espera que van a leer nuestros trabajos, se emplea la jerga de los "iniciados", de los entendidos en la materia; se repite no solo el contenido, sino también la sintaxis de escritos previos (muchas veces traducida de modo inadecuado en el caso de los artículos en español); se citan de manera repetitiva, como un rito, los artículos de referencia obligada: si se supone que entiendo de ésto, no puedo dejar de citar a fulanito y a menganito; se auto-citan a sí mismos, para reforzar su posición de expertos y aumentar su impacto; citan las revistas en las que se publica su trabajo, lo que aumenta el factor de impacto de las mismas, y así agradecen a los editores que les acepten su publicación; citan selectivamente las publicaciones de las revistas de alto impacto, favoreciendo el oligopolio de las publicaciones científicas; citan selectivamente (¿para ser citados?) las publicaciones de los otros expertos en la materia, procurando que el clan sea lo más cerrado y reducido posible. Estas citas obligadas, auto-citas y citas selectivas constituyen la base del cálculo del factor de impacto de autores y revistas.

Sackett (el principal popularizador de la "medicina basada en la evidencia") decía algo así como que para mantenerse actualizado no necesitaba leer ninguna revista científica (por sus contenidos irrelevantes), y que no se compraba jamás ningún libro de medicina (por lo desfasado de sus contenidos). El pensamiento encierra un significado contradictorio, pues si lo novedoso es irrelevante, los contenidos menos recientes no pueden quedar desfasados con tanta rapidez. Pero ponía el dedo en la llaga al señalar el inflacionismo de las publicaciones médicas, y la vacuidad fundamental de la mayoría de las miles de páginas que publican cada año muchas de las revistas que consideramos esenciales para nuestra rama de la medicina.

Un fenómeno que se observa con frecuencia, y sobretodo en las revistas de "élite", que compiten unas con otras por el liderazgo en un mercado millonario, es la publicación de trabajos de calidad dudosa (7), o presentados de manera sesgada (8), siempre y cuando se trate de un tema relevante, de interés para una amplia audiencia. Probablemente pocos lectores van a dedicar el tiempo suficiente a desmenuzar el artículo, y la mayoría lo leerán solo por encima, en muchos casos solo el resumen que presentan del mismo los propios autores. ¿cuántos leen un artículo completo?. Poco importa que luego el trabajo sea criticado, que las publicaciones secundarias lo coloquen en el lugar que le corresponde, que las revisiones sistemáticas relativicen su valor: publica, que algo queda; el lector efectivamente se queda con una idea esquemática, poco crítica, coincidente la mayoría de las veces con el mensaje que le han querido transmitir, y no con el valor real del artículo. Interesa desde una óptica comercial que el artículo, o mejor el editorial acompañante, sean provocativos; incluso, las cuestiones discutibles o errores garrafales del estudio publicado pueden aumentar su impacto, al generar una amplia correspondencia. Así se van introduciendo en la práctica clínica tratamientos de eficacia cuando menos dudosa, como ha pasado con la fibrinolisis en el ictus, con la fibrinolisis en la embolia pulmonar, con los corticoides en el shock séptico, y ahora, con la vasopresina en el paro cardiaco.

Dos recientes artículos del JAMA (9, 10) dan cuenta de cómo la publicación de ensayos clínicos en revistas de prestigio modifica la práctica clínica de los profesionales, aunque desconocemos los factores que determinan en qué grado lo hacen, o cómo la calidad de los trabajos científicos u otros factores influyen en ello. Es éste un tema complejo, en el que confluyen intereses no solo comerciales, sino también corporativos. La última ha sido la década de la profusión de las guías de práctica clínica, y habrá que analizar si existen otros determinantes de los contenidos de las mismas aparte de los puramente científicos, pero cada vez está más claro que existen "lobbies" y grupos de presión que intervienen en ellas, con intereses no necesariamente legítimos (11, 12, 13, 14).

Otro artículo reciente presenta información relacionada con la de Loke y Derry, solo en apariencia contradictoria. Montori et al. (15), identificaron artículos de revisión en 170 revistas médicas del año 2000, a fin de estudiar en qué tipo de revistas se publicaba cada tipo de revisión. Encontraron que la mayoría de las revisiones sistemáticas (el 80%) se publicaban en una minoría de revistas (el 11%), con solo una débil correlación entre el factor de impacto de las mismas y su contenido en revisiones sistemáticas, consideradas de mayor calidad. Destaca el caso particular de la revista New England Journal of Medicine, que, siendo de las de mayor factor de impacto, por decisión editorial no publica revisiones sistemáticas. Montori encuentra que las revisiones sistemáticas son citadas más a menudo que las revisiones narrativas, lo que los autores consideran un apoyo del mayor valor "jerárquico" de este tipo de publicaciones, desde el punto de vista de la evidencia científica (que no del del interés o la legibilidad, añadiríamos).

Estos resultados contrastan con los anteriores: resulta que las revisiones sistemáticas son más citadas (estudio de Montori), pero se leen menos (estudio de Loke y Derry) que los comentarios editoriales y las revisiones narrativas. Se plantea aquí una interesante cuestión: ¿qué sentido tiene que las publicaciones más valoradas desde el punto de vista científico sean consideradas por los lectores como menos interesantes?. En un escrito posterior seguiremos discutiendo éstas y otras cuestiones.

Bibliografía:

  1. Derry S, Loke YK. Risk of gastrointestinal haemorrhage with long term use of aspirin: meta-analysis. BMJ 2000, 321: 1183-1187. [Texto completo] [Resumen Medline] [Artículos relacionados Medline]

  2. Tramer MR. Aspirin, like all other drugs, is a poison. BMJ 2000, 321: 1170-1171. [Texto completo] [Artículos relacionados Medline]

  3. Loke YK, Derry S. Does anybody read "evidence-based" articles?. BMC Med Res Methodol 2003, 3: 14. [Texto completo] [Resumen Medline] [Artículos relacionados Medline]

  4. Sánchez Artola B. Legibilidad de la literatura médica: ¿se entiende lo que escribimos?. [REMI 2003; 3 (2): S7]

  5. Weeks WB, Wallace AE. Readability of British and American medical prose at the start of the 21st century. BMJ 2002; 325: 1451-1452. [HTML] [PDF].

  6. LaPorte RE, Linkov F, Villasenor T, Sauer F, Gamboa C, Lovalekar M, Shubnikov E, Sekikawa A, ER Sa. Papyrus to PowerPoint (P 2 P): metamorphosis of scientific communication. BMJ 2002; 325: 1478-1481. [HTML] [PDF].

  7. Palencia E. Hemofiltración para prevenir la toxicidad renal del contraste intravenoso. [REMI 2003; 3 (12): 688]

  8. Palencia E. Editorial. Vasopresina, adrenalina: presentación inadecuada de los resultados. [REMI 2004; 4 (1): E47]

  9. Stafford RS, Furberg CD, Finkelstein SN, Cockburn IM, Alehegn T, Ma J. Impact of Clinical Trial Results on National Trends in alpha-Blocker Prescribing, 1996-2002. JAMA 2004; 291: 54-62. [Resumen] [Texto completo]

  10. Hersh AL, Stefanick ML, Stafford RS. National Use of Postmenopausal Hormone Therapy. Annual Trends and Response to Recent Evidence. JAMA 2004; 291: 47-53. [Texto completo] [Resumen Medline]

  11. Lenzer J, Warlow C, Saver JL, Kidwell CS, Starkman S. Alteplase for stroke: money and optimistic claims buttress the "brain attack" campaign. Commentary: Who pays the guideline writers?. Commentary: Thrombolysis in stroke: it works!. BMJ 2002; 324: 723-729. [Texto completo] [PDF]

  12. Alteplase for stroke. (Letters). Mann H, Li J, Nathanson LA, Mills TJ, Netland KE, Paula R, Ragland D, Faxon D, Solomon RC, Hoffman JR, Lenzer J, Saver JL, Kidwell CS, Starkman S. BMJ 2002; 324: 1581. [Texto completo]

  13. Lenzer J. Independent panel finds alteplase beneficial for acute stroke patients. BMJ 2003; 326: 1234. [Texto completo]

  14. Lenzer J. Proposed US stroke centres under fire for planned use of alteplase. BMJ  2003; 327: 247. [Texto completo]

  15. Montori VM, Wilczynski NL, Morgan D, Haynes RB. Systematic reviews: a cross-sectional study of location and citation counts. BMC Med. 2003; 1: 2.
    [Texto completo] [Resumen Medline] [Artículos relacionados Medline]

Eduardo Palencia Herrejón
Servicio de Medicina Intensiva
Hospital Gregorio Marañón, Madrid
©REMI, http://remi.uninet.edu. Enero 2004.

Envía tu comentario para su publicación


© REMI, http:// remi.uninet.edu 
© REMI-L

 
webmaster: remi@uninet.edu
última modificación: 01/07/2007