La influencia de la estética prerrafaelista en esta bonita acuarela
es evidente en la delicadeza de sus melancólicas figuras. La bella
mujer que simboliza la esperanza podría figurar sin desentonar en un
cuadro de Burne-Jones, tanto por los rasgos aéreos, como por el
tratamiento de su vestido, de amplios y sinuosos volúmenes. La
túnica, curiosamente, no toma el atributo cromático característico
de esta virtud, el color verde, aunque Schwabe sí utiliza con gran
acierto este recurso alegórico en la escena, logrando resaltar de
forma especial el “plano superior”, un original cielo abovedado.
Ciertamente, los colores son irreales, raros, y en ello nos recuerda
también a las ilustraciones de Blake. La blancura del amor
fatalmente herido, casi mortecina, sólo es animada por la visión de
la esperanza de la que dimana una vivificadora luz. Ella le ayuda a
levantarse mientras le muestra una flor, otra representación del
triunfo de la vida sobre la muerte.
Este mes me parecía inadmisible hablar de cosas hermosas; no hay
imagen o palabra que pueda o siquiera deba borrar la realidad de
tanto horror. Pero seríamos ingratos si no recordáramos que sí ha
existido una paliación en la tragedia, si es que ello es posible
siendo la herida mortal; llegó, oponiéndose a la barbarie, de la
mano de aquellos que noblemente ofrecieron sus manos y sus corazones
en ese aciago día y en los siguientes. La solidaridad de tanta buena
gente, la maravillosa capacidad de empatía y servicio que han
demostrado son una gran esperanza para esta humanidad infamada.
No al terrorismo.
Beatriz Sánchez Artola
©REMI,
http://remi.uninet.edu,
marzo 2004
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