En El Concierto,
Tissot probablemente rememora una recepción a la que él mismo
había acudido. La gran violinista Whilhelmina Norman-Neruda, única
figura dibujada en riguroso estatismo, aguarda paciente a que el
silencio le permita acometer la pieza. Dos hombres sentados al
piano, que podrían corresponder al compositor Sir Julius Benedict y
al músico Díaz de Soria, estudian las partituras. En la velada se
encontraban diversos artistas, amigos de Tissot, como Frederick
Leighton, Giussepe De Nittis y Ferdinand Heilbuth. Sentado en una
posición privilegiada aparece el maharajá Duleep Singh y en un lugar
aún más destacado una butaca, reservada seguramente a un invitado
insigne, permanece misteriosamente desocupada. Muchos asistentes
prosiguen con la descortés charla, haciéndose confidencias o
flirteando, como la sonriente mujer que aparece a la izquierda en
primer plano del lienzo con un sofisticado vestido ocre y un amplio
abanico desplegado y que no es otra que la modelo Margaret Kennedy,
que aparece en otros cuadros del artista. Otros posan con
afectación, indolentemente aburridos según se estilaba, como la
mujer vestida de negro que aparece de espaldas, lánguidamente
reclinada, cubriendo parcialmente su rostro con un abanico que
sostiene con la mano izquierda, o la joven de la derecha que parece
mirar con ademán indiferente. Una anciana dama con la mano en alto
parece escudriñar a la solista. Realmente, pocos asistentes
aparentan estar deseosos de escuchar el recital; parece que la
música fuera un detalle meramente accesorio, prescindible en el
contexto de la “función” social que están representando.
Si el éxito de público
del francés Tissot fue extraordinario, en el ámbito de la crítica
artística no estuvo exento de acerbos juicios. El célebre Jon Ruskin
llegó a decir de él que la mayoría de sus obras eran “meras
fotografías coloreadas de la sociedad vulgar”. Pero bajo el
simplista estigma de retratista burgués que Ruskin le aplica
desdeñosamente subyace un fino observador caricaturista. Sus
imágenes formalmente “galantes” con frecuencia tienen un significado
ambiguo y abundan en detalles de sutil ironía que aluden a la
excesiva preocupación de las clases acomodadas por mantener una
determinada apariencia en los círculos aristocráticos, a la
hipocresía de ciertos convencionalismos o a la incomunicación y el
desencuentro. Es la belleza edulcorada de las composiciones, a modo
de estampas de moda, la que hace que la crítica a simple vista no
parezca demasiado mordaz. La elección de los nombres de sus lienzos
forman parte de este ejercicio satírico, como sucede con "Demasiado pronto", donde se describe una escena
preliminar a la de El Concierto, en la que unos invitados han
cometido el “imperdonable” error de etiqueta de acudir antes de
tiempo a la cita social. La joven vestida de rosa que en
Demasiado pronto se muestra azorada, reaparece con gesto ya
relajado dispuesta a tomar asiento en El Concierto y atenta a
algún detalle de la estancia, quizá a alguna dama que lleva un traje
confeccionado con los mismos tejidos que el suyo, o a la atrayente
mujer de negro o algún otro detalle que el pintor nos oculta.
Podemos atribuir a
Tissot la cualidad de pintor “fotográfico”, pero no como un defecto,
al uso de los peyorativos comentarios de Ruskin, sino por la
cuidadosa descripción de las escenas, que resultan casi tan
minuciosas como las mismas fotografías que el artista solía realizar
a modo de preparatorio, y también por el interesante tratamiento del
color que aplica en algunas obras, como en este “concierto”, en el
que parece perseguir el efecto visual de las fotografías coloreadas
a mano. El escenario rococó de El Concierto tiende al
monocromatismo, en tonos sepias y ocres, y la ilustre concertista
parece formar parte de ese decorado uniforme, casi fundiéndose con
la pared que queda tras ella, mientras que las figuras “galantes”,
los bulliciosos asistentes, son figuras discordantes cromáticamente.
El arte decimonónico
vivió agitados giros estilísticos, a los que Tissot no fue extraño.
El artista fue evolucionando desde el gusto por el neoclasicismo
victoriano de sus inicios en los que se vio influenciado por
academicistas como Leys o Gérôme, hasta el realismo siguiendo la
estela de Courbet. Tissot quedó muy motivado por las ideas sobre el
realismo artístico del autor del Pintor de la vida moderna,
Baudelaire, y se decantó por el costumbrismo modernista trabajado
desde un punto de vista más subjetivo que positivista. Tras el
fallecimiento de su pareja
Kathleen Newton, enferma de tuberculosis, Tissot,
profundamente afectado, sufrió un cambio radical en lo personal y lo
artístico, y emprendió su ciclo final abordando la temática
religiosa y espiritual.
Enlaces:
Bibliografía:
-
Wentworth, MJ. James Tissot. Oxford studies in the history of art
and architecture. Oxford: Clarendon Press, 1984.
-
Lochnan
KA (ed). Seductive surfaces. The art of Tissot. Studies in British
Art 6. New Haven: Yale University Press, 1999.
-
Marshall N, Warner M. James Tissot: Victorian life-modern love.
New Haven: Yale University Press, 1999.
Beatriz Sánchez Artola
©REMI,
http://remi.uninet.edu,
noviembre 2004
Envía tu
comentario para su publicación
|