ISSN: 1578-7710

  Curso sepsis grave: capítulo 14
 

 

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Revista Electrónica de Medicina Intensiva
Artículo nº C14. Vol 4 nº 11, noviembre 2004.
Autores: Ricard Jordà Marcos, Jose Ignacio Ayestarán Rota

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  Sepsis por catéter
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1. Introducción

 

Los catéteres intravasculares se han convertido en un instrumento indispensable para nuestra práctica médica habitual, principalmente en las UCI. Nos permiten un acceso vascular estable y seguro, a través del cual administramos líquidos o medicación, extraemos muestras para análisis o realizamos una monitorización hemodinámica. Para hacernos una idea de la magnitud de su uso, en el estudio ENVIN del año 2003, sobre 6.047 pacientes con una estancia media de 7,68±8,63 días, se contabilizaron 21.672 días de uso de catéter arterial, y 30.594 días de catéter venoso central (CVC).

Su utilización no está exenta de complicaciones, destacando por su frecuencia las infecciones relacionadas (IRC), tanto locales como sistémicas. La dificultad en su diagnóstico y la sepsis relacionada con el catéter (SC), con la implicación que ésta lleva en cuanto a recambio fútil de catéteres, la morbi-mortalidad asociada y aumento en la utilización de recursos, convierten a la infección relacionada con catéter en un problema de primer orden en nuestra actividad asistencial habitual. Recientemente, la SEIM y la SEMICYUC han publicado los resultados de una  excelente conferencia de consenso sobre el tema [1]. En la tabla I se exponen las definiciones de las IRC.

Tabla I: Definiciones de las infecciones relacionadas con catéter [1]

   
Infección del punto de entrada

- Clínicamente documentada: signos locales de infección en el punto de entrada del catéter; enrojecimiento, induración, calor y salida de material purulento.

- Microbiológicamente documentada: signos locales de infección en el punto de entrada del catéter más un cultivo del punto de entrada del catéter, pero sin bacteriemia concomitante.

- Colonización del catéter: aislamiento significativo en punta de catéter (cultivo cuantitativo o semicuantitativo) o en la conexión sin que existan signos clínicos de infección en el punto de entrada del acceso vascular ni signos clínicos de sepsis.

   
Bacteriemia relacionada con el catéter

- Bacteriemia o funguemia relacionada con el catéter (diagnóstico tras su retirada): aislamiento del mismo microorganismo (especie e idéntico antibiograma) en el hemocultivo extraído de una vena periférica y en un cultivo cuantitativo o semicuantitativo de la punta del catéter en un paciente con cuadro clínico de sepsis y sin otro foco aparente de infección (b).

- Bacteriemia o funguemia relacionada con el catéter (diagnóstico sin retirada): cuadro clínico de sepsis, sin otro foco aparente de infección, en el que se aísla el mismo microorganismo en hemocultivos simultáneos cuantitativos en una proporción superior o igual a 5:1 en las muestras extraídas a través de catéter respecto a las obtenidas por venopunción.

- Bacteriemia o funguemia probablemente relacionada con el catéter, en ausencia de cultivo de catéter: cuadro clínico de sepsis, sin otro foco aparente de infección, con hemocultivo positivo, en el que desaparece la sintomatología a las 48 horas de la retirada de la línea venosa.

- Bacteriemia o funguemia relacionada con el líquido de infusión: cuadro clínico de sepsis, sin otro foco aparente de infección, con aislamiento del mismo microorganismo en el líquido de infusión y en el hemocultivo extraído percutáneamente.
 

a: modificado de Ariza et al [1]
b: En caso de estafilococos coagulasa negativos (ECN) se exigirá el aislamiento del microorganismo, al menos en 2 frascos de hemocultivo periféricos.

La bacteriemia relacionada con el catéter (BRC) es la complicación infecciosa de más trascendencia por su frecuencia, gravedad y pronóstico de los pacientes que presentan SC, y aunque la incidencia varía según diferentes factores, relacionados tanto con el paciente como con el tipo de catéter, la mayor parte están asociadas a la utilización de catéteres venosos centrales (CVC) colocados en UCI, principalmente por las características en su utilización y factores relacionados con su inserción [2].

2. Epidemiología

El indicador de infección relacionada con catéter recomendado y utilizado en los principales estudios de vigilancia de infección nosocomial, es la BRC. Su definición puede variar teniendo en cuenta aspectos epidemiológicos, que incluyen la bacteriemia primaria (origen desconocido), o clínicos (comprobación de la BRC con cultivos de microorganismos iguales en el catéter y en hemocultivos). La CDC y la JCAHO recomiendan que las tasas de BRC se expresen en episodios de BRC/1.000 días de catéter [3].

Aunque la incidencia de BRC ha disminuido en los últimos años a unos 5,6 episodios/1.000 días de catéter, posiblemente por mejor diseño y calidad de los catéteres, el número de pacientes con BRC sigue siendo elevado. Esto es debido al mayor uso de CVC, su elevada manipulación, a los avances en los métodos de diagnóstico microbiológico y a la puesta en marcha de estándares de sistemas de vigilancia de infección nosocomial [3, 4].

Se calcula que en USA se utilizan 15 millones de catéteres/día (número de días de catéter de una población seleccionada en un tiempo seleccionado) al año, lo que supone unas 80.000 BRC/año en UCI y más de 250.000 BRC/año si se considera toda la población hospitalaria. Las tasas varían según las especialidades, desde 2,9/1.000 en unidades de cirugía cardiotorácica, a 7,8/1.000 en unidades de trauma y 8,5/1.000 en unidades de quemados [3]. En un estudio prospectivo realizado en una UCI quirúrgica en el que se controlaron 232 catéteres, Charalambous y col. encontraron colonización (crecimiento inferior a 15 colonias) en el 17%, e IRC en el 34%, observando bacteriemia en el 11,2% de los 209 hemocultivos realizados (en el subgrupo de colonizados se detectó en todos los casos otro foco probable de infección, y en el 23% de los infectados el origen de la bacteriemia era el CVC) [5]. En el conjunto de las bacteriemias nosocomiales, alrededor del 37% de las mismas está relacionada con los CVC [6].

Como puede observarse en la Tabla II, en nuestro país, según los datos del EPINE 1990-1999, también ha aumentado la frecuencia de BRC en los últimos años, convirtiéndose en una de las infecciones nosocomiales con más prevalencia en nuestros hospitales (11-22% de todas las infecciones) [3, 7]. El estudio ENVIN que nos da información sobre infección nosocomial en pacientes ingresados en UCI, pone de manifiesto unas tasas de BRC (incluidas las BRC primarias) a lo largo de estos diez últimos años, entre 2,05 y 4,5 episodios/1.000 días de catéter, manteniéndose estable la incidencia a lo largo de los últimos cinco años [8].

Tabla II: Incidencia de bacteriemia relacionada con catéter

 
  1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003
ENVIN*
BRC 1,31 1,21 2,01 2,04 2,11 1,67 - -
BP+BRC 3,08 3,47 4,33 4,03 4,01 3,67 4,50 4,02
EPINE**
BRC 4,12 3,77 3,68 3,19 4,51 4,16 4,19 4,28
BP+BRC 10,01 10,4 11,25 9,89 10,8 10,33 9,72 11,18

*ENVIN: Estudio de incidencia en UCI (BRCx1.000 días/catéter); **EPINE: Estudio de prevalencia hospitalaria (% del total de infecciones). BP: bacteriemia primaria; BRC: bacteriemia secundaria a catéter.

Los catéteres periféricos son los más utilizados pero el riesgo de BRC es  bajo, aunque no hay que olvidar la morbilidad anual por complicaciones. Las infecciones aumentan si los catéteres son utilizados para nutrición parenteral (hasta un 25%), siendo poco frecuentes en catéteres de diálisis o Swan-Ganz, y mínimas en los catéteres arteriales [1, 2].

La repercusión de la BRC se traduce en un incremento en la morbilidad en forma de aumento de estancia y de costos [9], y probablemente de la mortalidad [6, 10, 11], aunque este apartado se mantiene en discusión abierta [9, 12, 13].

Podemos considerar a la BRC un buen indicador de control de infección nosocomial en UCI, estableciendo un valor aceptable entre 4-6 episodios de BRC/1.000 días de CVC [1].

3. Etiopatogenia y microbiología

Conocer cual es la patogenia de la infección por CVC y los microorganismos implicados más frecuentes que la producen, nos ayudará a mejorar las estrategias de prevención y su tratamiento [14].

La vía de infección más frecuente de los CVC es extraluminal, por migración de la flora de la piel a través del trayecto cutáneo de fibrina alrededor del catéter (45%). La colonización endoluminal se produce a través de las conexiones externas por manipulación frecuente (26%) [15]. Menos usuales son las infecciones producidas por vía hematógena desde otro punto de infección (3-10%), aunque esta vía puede ser más  importante en pacientes críticos ya sea por contaminación de los líquidos de infusión (2%) o por formación de trombos en la punta del catéter [16].

La colonización de un catéter depende de un proceso de adhesión bacteriana mediada por una interacción físico-química (interacción hidrofóbica, fuerzas de Van der Waals), que afecta también al depósito de proteínas séricas en la superficie del catéter. La adhesión varía según el material del catéter, siendo mayor en los de polivinilo o látex siliconado y menor en los catéteres de poliuretano, polietileno o teflón. A este primer paso, que es reversible, le sigue un proceso de adherencia bacteriana mediante un sistema de adhesinas a diferentes receptores como son el fibrinógeno o la fibrina. Mientras el Staphylococcus epidermidis se une al catéter principalmente mediante interacción hidrofóbica, la adhesión de Staphylococcus aureus o Candida está estimulada por las proteínas séricas, siendo su adherencia mayor. Una vez colonizado el catéter, los microorganismos forman la llamada biocapa bacteriana, mediante una sustancia polimérica ("slime"), que protege a las bacterias facilitando su adhesión y disminuyendo su sensibilidad a los antibióticos, favoreciendo la aparición de resistencias [16].

Tabla III: Patógenos más frecuentes en las bacteriemias (BP + BRC) (%)

  1996-1999 2000-2003
  NNIS EPINE ENVIN EPINE ENVIN
S. epidermidis   14,4 27,3 18,4 22,7
SCN 37 20,1 12,6 15,1 18,9
S. aureus* 12,6 9,2 13,3 9,8 10,6
Enterococcus spp. 13,5 5,9 9,4 6,1 8,5
Pseudomonas aeruginosa 4 4,8 6,9 5,5 6,9
Acinetobacter spp. - 2,9 5,4 2,9 3,9
Candida spp. 8 4,4 2,6 5,7 4,8
E. coli 2 8,5 3,9 8,3 2,8
Klebsiella spp. 3 1,7 3,5 3,6 1,4
Enterobacter spp. 5 1,7   2,7  
SARM**   3,45   3,95  
BP: bacteriemia primaria; BRC: bacteriemia relacionada con catéter. NNIS, EPINE: estudios hospitalarios; ENVIN: estudio de incidencia en UCI. * En NNIS y ENVIN se incluyen S. aureus tanto sensibles como resistentes a meticilina. **SARM: S. aureus resistente a meticilina

Aunque los microorganismos más frecuentes en las BRC van variando a lo largo de los años, los cocos Gram positivos (CGP), sobre todo Staphylococcus coagulasa negativos y el Staphylococcus epidermidis, siguen siendo individualmente los más prevalentes (Tabla III), aunque en los últimos años ha aumentando la incidencia de infecciones por Staphylococcus aureus, dato importante por su capacidad para producir infecciones más graves y con mayor mortalidad (8,2% frente 0,7% de Staphylococcus spp.). No obstante se está observando un incremento tanto en las BRC por bacilos Gram negativos (BGN), sobre todo en pacientes inmunocomprometidos con catéteres tunelizados, como en las infecciones por Candida spp. sobre todo en relación al uso de NPT (la glucosa favorecería su capacidad para producir biocapa).

4. Prevención

Las medidas de prevención constituyen el pilar fundamental para reducir las complicaciones atribuibles a las BRC y reducir el coste sanitario que suponen. Un importante número de factores de riesgo no son modificables, ya que están en relación con la gravedad del paciente (APACHE, inmunosupresión,  número de diagnósticos al ingreso en UCI, hospitalización prolongada). Pero existen otros, relacionados con el catéter y su mantenimiento, sobre los que sí podemos influir [15]. En la tabla IV se exponen los más destacables.

Tabla IV: Control de factores de riesgo en las BRC

   
Factores de riesgo Control
Gravedad del paciente No
Inexperiencia, colocación difícil Enseñanza, entrenamiento, supervisión por staff con experiencia
Tipo de catéter Teflón, poliuretano
Lugar de inserción Subclavia, mejor que yugular, mejor que femoral
Medidas de barrera Máxima esterilidad
Colonización de la piel Clorhexidina 2%, apósito con clorhexidina, catéter recubierto de antibiótico
Contaminación de la conexión Limitar número de luces, conexiones y manipulación; conexiones con solución antiséptica
Catéteres de más de 7 días Catéter recubierto de antibiótico, tunelización del catéter, apósito con clorhexidina
 

La colocación de un CVC tiene un elevado riesgo de potenciales complicaciones. La inexperiencia de la persona que pone el catéter supone un factor de riesgo importante. Un buen programa educacional reduce no sólo el riesgo de BRC sino el de otras complicaciones mecánicas. La técnica de inserción de CVC o arterial debe realizarse con las máximas medidas de asepsia, que incluyen un correcto lavado de manos y la utilización de métodos de barrera estériles (mascarilla, gorro, guantes y paños estériles). La preparación de la piel se consigue mejor con clorhexidina al 2% que con povidona yodada o alcohol al 70%. Los catéteres de teflón o poliuretano se asocian a menos BRC que los de polivinilo o polietileno. Se recomienda, si es posible, la canalización de la vena subclavia por el menor riesgo de infección que la yugular o femoral [2, 17].

El mantenimiento de una actividad educativa continuada del personal sanitario, tanto de médicos como enfermeras, sobre las prácticas adecuadas en el mantenimiento de los CVC continúa siendo el elemento más efectivo y de menor coste para reducir la SC [18]. Una vez colocado el catéter debe protegerse con gasa estéril (cambio cada dos días) o apósito estéril semipermeable, que se debe cambiar como mínimo cada semana. No se recomienda el uso de pomadas de antisépticos o acetona en el punto de inserción del catéter. Si necesitamos cambiar un catéter, se puede realizar con una guía únicamente cuando no haya sospecha o evidencia de infección. El cambio rutinario de CVC o arterial no ha demostrado reducción en las tasas de infección, por lo que no es necesario si el catéter funciona correctamente y no hay signos de infección [19].

Los catéteres recubiertos de antibióticos o antisépticos (sulfadiazina argéntica, clorhexidina o minociclina/rifampicina) han demostrado reducción en las tasas de BRC especialmente en pacientes de riesgo, aunque no se conoce su impacto a largo plazo en cuanto a modificación de la flora cutánea o resistencias. Un nuevo modelo de conexión con solución antiséptica [20], al igual que un tipo de apósito con clorhexidina parece también que podrían ser eficaces para reducir las BRC. La utilización de estas nuevas tecnologías en la prevención de BRC, deberá tenerse en cuenta en el uso de catéteres de más de cinco días de duración, si tras maximizar las medidas iniciales en la prevención de la infección, las tasas de BRC siguen siendo elevadas.

Además de todos estos factores, el nivel de presión asistencial sobre las enfermeras, valorado como ratio número de enfermeras/número de pacientes también ha demostrado su papel en la prevalencia de infección nosocomial en UCI [15].

5. Tratamiento

En base a los mecanismos fisiopatológicos, el tratamiento de la SC se ha de plantear desde dos vertientes; el que ha de realizarse sobre el catéter, y la  antibioticoterapia a administrar tanto empírica como dirigida.

5.1. Tratamiento local del CVC

Ante la sospecha de BRC, el recambio del CVC es una práctica habitual en las UCIs sin que exista un rendimiento efectivo, ya que el 96% de los catéteres retirados pueden no estar relacionados con IRC [21]. Parece claro que en aquellos pacientes con inestabilidad hemodinámica, neutropénicos, con signos claros de infección en la zona de punción, o metástasis sépticas, la retirada del CVC es obligatoria. No obstante la duda es qué hacer cuando estamos frente a un paciente febril, sin repercusión sistémica y con sospecha de que el CVC es el origen del cuadro infeccioso. Las recomendaciones realizadas hasta el momento indican que en esta situación el CVC no debe ser retirado [14]. Sin embargo dicha afirmación no se sustentaba en estudios adecuados, por lo que algunos autores más cautos recomiendan el recambio del catéter bajo guía y si posteriormente se comprueba que el CVC está colonizado, retirar el nuevo catéter y recolocar otro en una zona de acceso diferente [22]. Recientemente Rijnders y col. han realizado un estudio prospectivo en el que aleatorizan dos grupos de pacientes, al grupo control se les retira el CVC mientras que al grupo de estudio se les mantiene con control estricto durante 5 días, pudiendo retirarse si aparece shock séptico o bacteriemia [23]. Al final del tiempo de control el CVC se mantiene o se retira si persiste el cuadro séptico sin otro foco que lo explique. Únicamente se detectaron 2 BRC en el grupo control frente a 3 del grupo de estudio (p <0,2), sin embargo de este último grupo solo se retiraron los catéteres en el 30% de los pacientes frente al 100% del grupo control (p < 0,01). No  existieron diferencias respecto a la mortalidad, fallo multiorgánico o uso de antibióticos. Parece pues razonable el mantenimiento del CVC en aquellos pacientes estables. Esta política conservadora evitaría los cambios de CVC bajo guía, ya que éste es un procedimiento que incluso puede aumentar la tasa de BRC [19]. En la figura 1 se expone la actitud recomendada a tomar frente a una sospecha de IRC:

5.Tratamiento antibiótico empírico

Es evidente que en los pacientes con sepsis grave o shock séptico es obligado iniciar de forma inmediata una cobertura antibiótica adecuada. El tratamiento antibiótico inadecuado o tardío en la sepsis, independientemente del origen, conlleva un incremento en la mortalidad [24]. La elección antibiótica estará básicamente condicionada por dos elementos; por un lado la epidemiología de nuestra UCI y por el otro el  nivel de resistencias antibióticas de los microorganismos. No obstante, parece adecuado hacer una cobertura amplia que cubra tanto cocos Gram positivos (CGP) como bacilos Gram negativos (BGN). Para cubrir el espectro de los CGP, y dado que en nuestro entorno los CGP resistentes a la vancomicina todavía no tienen trascendencia clínica, se han mostrado efectivos tanto los glicopeptidos (vancomicina 1 g iv /12 horas o teicoplanina 400 mg iv / 24 horas) como quinopristina/dalfopristina (Q/D) (7,5 mg /kg / 8 horas) o linezolid (600 mg iv / 12 horas) [1]. Por la extensa experiencia acumulada en su uso y el menor coste, los glicopéptidos se consideran de primera elección. La diferencia entre ellos viene dada por la relación entre eficacia y toxicidad; así, mientras que vancomicina tiene una mayor toxicidad sobre todo cuando se asocia a aminoglicósidos, teicoplanina presenta un mayor fracaso en el tratamiento de endocarditis o bacteriemia  no relacionada con catéter.

La elección antibiótica  mas compleja es la cobertura de BGN, ya que de la elección dependerá la cobertura o no de P. aeruginosa, Acinetobacter spp., o enterobacterias con betalactamasas de espectro extendido. En la tabla V se exponen los posibles antibióticos a usar y su dosificación  endovenosa. Su manejo viene dado por el uso racional de los mismos [25].

Tabla V: Antibióticos activos frente a bacilos gram negativos

   
Antibiótico Dosis (iv)
Cefotaxima 1 g/8 horas a 2 g/6 horas
Ceftriaxona 1-2 g/12 horas
Cefepima 2 g/8-12 horas
Ceftazidima 2 g/8 horas
Aztreonam 1-2 g/8 horas
Imipenem 500 mg/6 horas a 1 g/8 horas
Meropenem 1g/8 horas
Piperacilina-tazobactam 4-0,5 g/6 horas
Gentamicina 7 mg/kg/día
Tobramicina 7 mg/kg/día
Amikacina 20 mg/kg/día
Levofloxacino 750 mg/24 horas
Ciprofloxacino 400 mg/8 horas
 

En aquellos pacientes con ingreso prolongado, sometidos a cirugía, con nutrición parenteral o con colonización en múltiples focos sería recomendable ampliar la cobertura para cubrir hongos, en especial Candida spp. [26]. Nolla y col. observaron que el retraso en el tratamiento más allá de 48 horas se acompaña de una disminución en la supervivencia del 60% al 22% a los 25 días del evento [27]. Este dato ha sido refrendado por estudios más recientes, representando el retraso en el inicio del tratamiento antifúngico un factor independiente de mal pronóstico [28, 29], que incrementa hasta 29 veces el riesgo de mortalidad en los pacientes con pancreatitis [30]. Ante esta situación es evidente que el tratamiento de la candidemia ha de iniciarse ante la sospecha de infección sin esperar al resultado microbiológico completo. La administración de fluconazol a 10 mg / kg / día cubre bien incluso aquellas especies de Candida con resistencias dosis dependientes, como es el caso de C. glabrata. No obstante, ante la presencia cada vez más frecuente de especies de Candida no-albicans, los pacientes que presenten signos de sepsis o shock séptico deberían tratarse con anfotericina B. El uso previo de azoles es un condicionante para la aparición de estas especies por lo que su uso previo obliga también a iniciar el tratamiento con antifungicos diferentes a fluconazol. El uso de combinaciones lipídicas o nuevos antifúngicos como caspofungina o voriconazol estará condicionado por la urgencia en conseguir dosis terapéuticas adecuadas y por la disminución de efectos indeseables.

5.3 Tratamiento antibiótico específico

5.3.1 SC por S. epidermidis o SCN

Siendo los gérmenes mas prevalentes, es dudosa la  necesidad de tratamiento antibiótico dada su teóricamente escasa mortalidad, y su alta adherencia al catéter, por lo que parece que una vez retirado éste la administración antibiótica puede obviarse si el enfermo permanece estable y desaparece el cuadro infeccioso. No obstante en el estudio de Vallés y col. sobre bacteriemia nosocomial la mortalidad se situaba en el 17% [31]. Probablemente deben tratarse además de a los pacientes que presentan signos de sepsis grave o shock séptico, a aquéllos con factores de riesgo (inmunodeprimidos, prótesis valvulares o endovasculares) o con complicaciones sépticas (endocarditis, metástasis, tromboflebitis). Cualquiera de los antibióticos descritos en el apartado anterior para el tratamiento empírico de los CGP es efectivo para este grupo de gérmenes. La duración del tratamiento varía de 1 a 4 semanas, según se trate de un paciente estable o con complicaciones sépticas [1].

5.3.2 SC por S. aureus

Independientemente de su nivel de resistencia, el S. aureus es un microorganismo con una elevada capacidad para metastatizar y producir complicaciones sépticas, por lo cual la retirada del catéter es obligada. En el caso de S. aureus sensible a meticilina (SASM) el antibiótico de elección es cloxacilina. Tanto glicopéptidos como Q/D o linezolid se han mostrado igualmente eficaces en el tratamiento de las bacteriemias por SAEM.

El tratamiento ha de ser prolongado desde dos semanas en los casos no complicados a seis en aquéllos en que se han observado metástasis sépticas graves como osteomielitis, o endocarditis [32].

5.3.3 SC por bacilos gram negativos

La retirada del catéter junto a un tratamiento antibiótico adecuado (tabla V) durante 7-10 días asegura casi el 100% de curación de los pacientes.

5.3.4 SC por Candida sp.

Se recomienda la retirada del catéter y mantener el tratamiento antifúngico hasta 15 días después del último hemocultivo negativo [33]. C. albicans y C. parapsilosis suponen el 90% de las BRC, y responden de forma adecuada a fluconazol a dosis de 400-800 mg / día. Por el contrario, C. glabrata y C. krusei son intrínsecamente resistentes a fluconazol, por lo que es obligatorio su tratamiento con otros antifúngicos (anfotericina B, caspofungina o voriconazol).

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Ricard Jordà Marcos*, Jose Ignacio Ayestarán Rota
*Clínica Rotger,
Hospital Son Dureta, Palma de Mallorca
©REMI, http://remi.uninet.edu. Noviembre 2004.

Palabras clave: Catéter venoso central, Sepsis por catéter, Bacteriemia relacionada con catéter, Tratamiento antibiótico.

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última modificación: 01/07/2007