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Revista
Electrónica de Medicina Intensiva
Artículo nº C24. Vol 5 nº 1, enero 2005.
Autor: Ramón Díaz-Alsersi Roseti
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1.1
Fisiopatología de la trombosis venosa profunda (TVP)
La triada de Virchow (éstasis venoso, lesión de la
íntima vascular e hipercoagulabilidad) es el mecanismo primario de
desarrollo de un trombo venoso. La importancia relativa de cada uno de los
tres factores continúa siendo discutida. La formación, propagación y
disolución de los trombos venosos representan un balance entre los
mecanismos trombogénicos y los mecanismos protectores del organismo,
especialmente los inhibidores circulantes de la coagulación y el sistema
fibrinolítico. En términos prácticos, el desarrollo de los trombos se debe
a la activación de la coagulación en zonas con flujo sanguíneo disminuido.
Esto explica que las mejores medidas de profilaxis sean la anticoagulación
y la disminución del éstasis venoso. La trombosis venosa en las
extremidades inferiores empieza normalmente en las venas profundas de la
pantorrilla, una minoría de casos comienza en el sistema ileofemoral como
resultado de una lesión vascular directa (catéteres, cirugía de cadera).
La mayoría de las trombosis por debajo de la rodilla se disuelven
espontáneamente sin tratamiento, pero en un 20% de los casos se propaga
proximalmente. Esta propagación ocurre normalmente antes de la
embolización. El proceso de organización del coágulo se estima que
comienza de 5 a 10 días después de la formación del trombo y, hasta que no
está bien establecido, el trombo no adherente y desorganizado puede
propagarse o embolizarse.
No todos los trombos venosos tienen igual riesgo de
embolismo. Algunos estudios han mostrado que los formados por debajo de la
rodilla tienen un riesgo limitado y, debido a su pequeño tamaño, cuando
embolizan no ocasionan morbimortalidad significativa. Sin embargo, hay
evidencia contradictoria procedente de algunos estudios que sugiere que
estos pequeños trombos pueden propagarse rápidamente y embolizar, pudiendo
producir episodios de embolia pulmonar (EP), que pueden llegar a ser
fatales.
1.2
Profilaxis
El tratamiento profiláctico de la trombosis venosa
profunda en pacientes en riesgo está universalmente aceptado desde que
demostró su eficacia en los años setenta [1]. La profilaxis mediante
heparina subcutánea también ha probado ser efectiva en la prevención del
tromboembolismo pulmonar en pacientes postquirúrgicos, en el infarto agudo
de miocardio (IAM) y en la enfermedad vascular cerebral (EVC) [2]. Hay
pocos ensayos encaminados a demostrar la eficacia de la profilaxis
realizados en pacientes de UCI, sin embargo, una revisión reciente
abarcando el periodo de 1966 a 1993, encuentra 9 estudios hechos en una
población general de pacientes graves, de los cuales 6 lo fueron en UCI
[2]. Ninguno de esos estudios se hizo específicamente en pacientes
sépticos, pero el número de ellos incluidos en los estudios hace pensar
que la profilaxis también debe disminuir el riesgo de tromboembolismo
pulmonar en ellos. Además, estos pacientes suelen tener comprometida su
reserva cardiopulmonar, por lo que el impacto de una EP en ellos puede ser
muy grave.
Los pacientes sépticos, especialmente los ingresados en
UCI, frecuentemente tienen uno o más factores de riesgo para presentar
fenómenos tromboembólicos. Estos factores, ampliamente descritos en
pacientes postoperatorios, médicos y quirúrgicos [4-6] son: edad superior
a los 40 años, historia de trombosis venosa profunda, cáncer,
encamamiento durante más de 5 días, cirugía mayor, insuficiencia cardiaca
congestiva, fracturas (pélvica, de cadera o de miembros inferiores),
tratamiento estrogénico sustitutivo, IAM, politraumatismo y estados de
hipercoagulabilidad. La existencia de dos o más de esos factores aumenta
el riesgo de EP [5, 6]. Otros factores de riesgo que suelen estar
presentes en los pacientes sépticos son el uso de catéteres centrales y de
agentes bloqueantes neuromusculares y la sedación profunda.
Probablemente, la sepsis que requiere ingreso en UCI es
un identificador de alto riesgo de trombosis venosa profunda. En un
estudio practicado por Hirsch [7] en 100 pacientes ingresados en una UCI
médica, el 33% tenían trombosis venosa profunda, detectada mediante
Doppler (en un 15% de los cuales era en miembros superiores, asociada a
cetéteres centrales), a pesar de que el 66% estaban tratados con las
medidas profilácticas habituales. Estos pacientes también tenían una
mortalidad aumentada (aunque no fue posible determinar si hubo una
relación causal entre la trombosis y la mortalidad).
1.3
Profilaxis farmacológica
Los mayores avances en profilaxis de la TVP en
pacientes médicos proceden de tres grandes ensayos de alta calidad:
MEDENOX (Prophylaxis in Medical Patients with Enoxaparin) [8]; PREVENT (Prospective
Evaluation of Dalteparin Efficacy for Prevention of VTE in Immobilized
Patients Trial) [9], y ARTEMIS (Arixtra for ThromboEmbolism Prevention in
a Medical Indications Study) [10]. Los tres se realizaron con una sola
dosis diaria de una heparina de bajo peso molecular (enoxaparina 40 mg. en
el MEDENOX, la enoxaparina 20 mg. no fue superior al placebo, y dalteparin
5.000 U en el PREVENT) y de un pentasacárido (fondaparina 2,5 mg. en el
ARTEMIS). Los tres regímenes fueron efectivos y seguros y en conjunto
disminuyeron a la mitad el riesgo de TVP con respecto al placebo, sin
aumentar las complicaciones hemorrágicas.
Estos ensayos han demostrado que la profilaxis
farmacológica debe ser un tratamiento rutinario para la mayoría de los
pacientes médicos hospitalizados por más de uno o dos días. En el MEDENOX,
los factores de riesgo que predijeron de manera independiente el
desarrollo de TVP fueron la edad superior a 75 años, el cáncer, la EP
previa, las enfermedades infecciosas agudas y la EPOC. En el ARTEMIS, la
profilaxis mostró una tendencia a reducir la mortalidad desde le 6% en el
grupo placebo al 3,3% en el de la fondaparina.
Antes del desarrollo de las heparinas de bajo peso
molecular (HBPM), la minidosis de heparina no fraccionada (5.000 UI tres
veces al día, vía subcutánea) fue el régimen preventivo estándar para los
pacientes médicos. En un estudio multicéntrico europeo, el THE-PRINCE, se
comparó este régimen con el de una dosis única de 40 mg. de enoxaparina
en pacientes con patología pulmonar o cardiaca aguda grave, la cual
resultó equivalente en cuanto a seguridad y eficacia.
La heparina de bajo peso molecular ha demostrado ser
superior a la no fraccionada en algunos grupos de pacientes de alto
riesgo, como en el postoperatorio de la cirugía ortopédica y hay algunos
estudios, generalmente pequeños, que muestran que la HBPM es tan efectiva
y con menos complicaciones o más efectiva con las mismas complicaciones
que la heparina no fraccionada (HNF) en el tratamiento de poblaciones
generales de pacientes. La mayor parte de los estudios prospectivos de la
profilaxis de la TVP se han hecho con enoxaparina, que ha demostrado ser
igual de segura y eficaz en el tratamiento de la EP en pacientes médicos
[8]. La enoxaparina debe administrarse a dosis de 40 mg. subcutáneos al
día, ya que dosis menores (20 mg.) no son efectivas.
No hay estudios al día de hoy que demuestren una
superioridad de la HNF o de alguna de las HBPM en la profilaxis de la
enfermedad venosa profunda en pacientes médicos, por lo que la elección de
una u otras se suele basar en las preferencias del médico y en la
comodidad del paciente. Debe tenerse en cuenta por otra parte, que no hay
suficientes datos actualmente para guiar la dosificación de la enoxaparina
en pacientes de peso superior a los 100 Kg.
Los dispositivos de compresión gradual o intermitente
aplicados en los miembros inferiores han demostrado ser eficaces es
pacientes postquirúrgicos [11], y su uso se recomienda en los pacientes
sépticos con contraindicaciones para el empleo de heparina o, en
combinación con ella, en los pacientes con elevado riesgo de TVP. Ambos
tipos de dispositivos aumentan el flujo venoso y estimulan la fibrinolisis
endógena mediante la producción de pequeños traumas a células endoteliales
de las extremidades y alterando las características reológicas de la
sangre y la presión de perfusión.
1.4
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2.1 Fisiopatología
Es común que los pacientes graves desarrollen
alteraciones del tracto gastrointestinal como consecuencia del estrés
fisiológico. Entre esas alteraciones, las más significativas desde el
punto de vista clínico son las alateraciones de la mucosa, las de la
motilidad y el edema de mucosa debido a hipoalbuminemia. Las alteraciones
de la mucosa dan lugar a un cuadro que se ha llamado enfermedad de la
mucosa relacionada con el estrés que se caracteriza por la aparición de
lesiones en la mucosa gástrica en respuesta al estrés grave en otros
sistemas orgánicos. El 75% de los pacientes muestran signos de daño
mucoso en las 24 horas siguientes a su ingreso en la UCI.
La enfermedad mucosa tiene dos variantes. La primera
consiste en erosiones superficiales difusas que generalmente tienen poca
tendencia al sangrado. La segunda se muestra como lesiones ulcerosas más
profundas y focales, con un importante riesgo de hemorragia. Cuando estas
lesiones aparecen en pacientes con trastornos de la coagulación, pueden
dar lugar a hemorragia abierta o clínicamente significativa.
El sangrado causado por las úlceras de estrés puede ser
de tres tipos: 1) Hemorragia oculta, 2) hemorragia abierta (hematemesis,
melenas o hematoquecia) y 3) hemorragia clínicamente importante. Esta
última es una hemorragia abierta complicada con alteraciones hemodinámicas
o con necesidad de transfusión (definida como la presencia de hipotensión,
taquicardia u ortoestasis o una caída en las cifras de hemoglobina
superior a 2 g/dL. Las hemorragias clínicamente importantes ocurren en un
1% a un 4% de los pacientes críticos [1].
2.2
Consecuencias de la enfermedad grave sobre el tracto gastrointestinal
El tracto grastrointestinal superior tiene, entre otras
funciones, las del mantenimiento de la integridad mucosa, la secreción
ácida y la motilidad. Las alteraciones en cualquiera de ellas predispone
a las úlceras de estrés y a la hemorragia mediante una fisiopatología que
no es conocida totalmente.
2.2.1 Integridad de la mucosa
El mantenimiento de la integridad de la mucosa depende
de una microcirculación normal que provea suficientes nutrientes y elimine
o neutralice los hidrogeniones y otros tóxicos potenciales. Además, una
capa de moco protege a la superficie del epitelio y atrapa iones
bicarbonato secretados por la mucosa, los cuales también neutralizan a los hidrogeniones. Cuando la barrera mucosa es incapaz de neutralizar esos
hidrogeniones, se produce una lesión de la mucosa.
En situaciones de hipoperfusión y acidosis
generalizada, ocurre también una hipoperfusión gástrica que es potenciada
por un pH intragástrico muy bajo no contrarrestado por la barrera mucosa.
Esta combinación de hipoperfusión y pH bajo es un desencadenante mayor de
la enfermedad mucosa relacionada con el estrés.
La hipoperfusión da lugar a la liberación de óxido
nítrico, una sustancia normalmente presente en la mucosa gastrointestinal,
producida por una isoforma de la óxido nítrico sintetasa. En
concentraciones normales, el NO contribuye a la integridad de la mucosa
mediante el mantenimiento del flujo sanguíneo, pero la hipoperfusión
desencadena una sobreproducción de la NO sintetasa, dando lugar a
hiperemia, muerte celular, aumento de la respuesta inflamatoria y
alteración de la motilidad (lesión por reperfusión). El aumento en la
producción de radicales libres y la incapacidad para aclararlos, también
resulta en muerte celular, inflamación y mayor liberación de citoquinas
citotóxicas. Hay un aumento de la difusión de hidrogeniones y pepsina ,que
ocurre sin un aumento en la producción de bicarbonato y moco que la
contrarreste. Finalmente, está disminuida la renovación del epitelio
gástrico, retardando la sustitución de las células dañadas.
2.2.2 Alteraciones de la motilidad
La hipomotilidad gastrointestinal es muy común en el
paciente crítico, con una prevalencia que algunos estudios estiman en al
menos un 50% [2], aunque se desconoce tanto el porcentaje exacto como las
causas de esa alteración motora. El retraso en la evacuación gástrica
interfiere con la nutrición enteral y dificulta la administración de
medicamentos por esta vía.
Es conocida la influencia de los opioides sobre la
motilidad intestinal y muchos clínicos son muy conscientes de ella, pero
no tanto de las de otros fármacos frecuentemente utilizados en la UCI,
como la de la dopamina a bajas dosis [3].
2.2.3
Alteraciones de la nutrición
Es muy frecuente la hipoproteinemia en el paciente
crítico, agravada por la dificultad de suministrar un aporte nutricional
correcto y por la necesidad de una fluidoterapia agresiva. La
hipoalbuminemia produce edema de la mucosa gástrica, dificultando la
absorción de amminoácidos y péptidos.
2.2.4
Secreción de ácido
En ausencia de una barrera mucosa eficiente o de los
normales procesos de reparación, la exposición al ácido gástrico causa
lesiones gastrointestinales y representa el factor más importante en la
generación de la enfermedad mucosa relacionada con el estrés. Aunque la
hipersecreción ácida es rara en el paciente crítico, y de hecho suele
estar disminuida, incluso pequeñas cantidades de ácido pueden causar
lesiones importantes en las circunstancias descritas. Dado que la
presencia de ácido es un prerrequisito para la lesión mucosa, la
inhibición de la producción ácida es el objetivo primario del tratamiento
o la prevención de las lesiones mucosas por estrés. Se ha demostrado en
ensayos clínicos que el mantenimiento de un pH intragástrico por encima
de 3,5 a 5 puede prevenir la lesión [4].
La acción de los fármacos antisecretorios se basa en
tres factores: la formación del coágulo, la lisis del coágulo y la
cicatrización de la lesión mucosa. Los coágulos se presumen estables en
ausencia de secreción ácida, siendo su formación óptima con un pH de 5 a
7. La pepsina, que causa la lisis del coágulo y puede causar lesión
mucosa, se inactiva con un pH superior a 4,5. Finalmente, la secreción
ácida dificulta la curación de la mucosa lesionada; un pH superior a 5
neutraliza el 99.9% del ácido.
2.3
Úlceras de estrés y sepsis
Es bien conocido que no todos los pacientes críticos
tienen el mismo riesgo de desarrollar la enfermedad mucosa relacionada con
el estrés y no hay estudios específicos realizados en pacientes sépticos.
No obstante, hay un importante estudio clínico realizado por Cook en 1994
[5] que demuestra un significante aumento en el riesgo de estas lesiones
en los pacientes que requieren ventilación mecánica de más de 48 horas de
duración, y en los que tienen coagulopatía (16 y 4 veces más
respectivamente). El shock también aumentó en ese estudio el riesgo de una
manera casi estadísticamente significativa y otros factores que lo
aumentaban de manera independiente, sin llegar a la significación
estadística, fueron la propia sepsis, la insuficiencia renal, la hepática,
la nutrición enteral y los corticoides. Se hace notar que, aparte de ser
la sepsis un posible factor de riesgo, todas las demás circunstancias que
aumentan el riesgo pueden darse en la sepsis.
En el estudio de Cook entre los pacientes que tenían
factores de riesgo, un 3,7% desarrollaron hemorragias clínicamente
importantantes, en comparación con el 0,1% de los que no los tenían. El
riesgo de sangrado se incrementó además con la gravedad de la enfermedad,
la duración de la ventilación mecánica y la duración de la estancia en la
UCI.
La hemorragia clínicamente significativa tiene una
importante influencia sobre la mortalidad [6], por lo que su prevención
constituye un objetivo básico en el paciente crítico con factores de
riesgo.
2.4
Prevención de las úlceras de estrés
Se han utilizado antiácidos, sucralfato, inhibidores H2
e inhibidores de la bomba de protones. Hay varios estudios comparando
entre sí a todos, excepto a los inhibidores de la bomba de protones. En
todos los estudios, los inhibidores H2 y el sucralfato han sido superiores
a los antiácidos, pero las comparaciones entre estos dos últimos no han
dado resultados homogéneos. En el metaanálisis publicado por Cook en 1996
[4] se compararon estos tres tipos de fármacos contra placebo y entre
ellos, teniendo como desenlaces finales la hemorragia abierta, la
hemorragia clínicamente importante, la neumonía y la mortalidad. Los
resultados muestran que tanto los antagonistas H2 como el sucralfato son
superiores al placebo para evitar ambos tipos de sangrado. En este
metaanálisis, el sucralfato se mostró superior a los antagonistas H2 en
cuanto a neumonías y mortalidad.
En 1998, Cook dirigió un ensayo multicéntrico,
aleatorizado y a doble ciego que comparó el sucralfato con la ranitidina
en la prevención de la hemorragia gastrointestinal en pacientes sometidos
a ventilación mecánica [7]. En él, la ranitidina disminuyó de manera
significativa el riesgo de hemorragia, mientras que el sucralfato no.
Además, no hubo diferencias significativas en cuanto a neumonía asociada a
la ventilación mecánica o la mortalidad. Aunque este ensayo demostró la
utilidad de la ranitidina en la prevención de la hemorragia
gastrointestinal y despejó las dudas en cuanto a un posible aumento del
riesgo de neumonías, continúa habiendo un problema con su uso, constituido
por el desarrollo de taquifilaxia a partir de las 72 horas.
Los antagonistas H2 aumentan el pH intragástrico por
encima de 4 durante un 65% al 85% del día, siendo más efectivos en
infusión continua que en dosis intermitentes, pero, usados más de 72
horas, la taquifilaxia representa un problema importante. Aunque
disminuyen claramente el riesgo de hemorragia digestiva abierta
relacionada con el estrés, no parecen ser tan efectivos para el
tratamiento de la hemorragia una vez producida. La mayor potencia de los
inhibidores de la bomba de protones los hacen teóricamente más útiles para
controlar el sangrado o el resangrado. También deben ser usados en
perfusión continua, ya que la bomba de protones se regenera continuamente,
consiguiéndose la máxima inhibición de la secreción ácida con una pauta de
bolo inicial, seguida de la perfusión continua. Los inhibidores de la
bomba de protones incrementan el pH intragástrico por encima de 6
durante el 84% al 99% del tiempo.
A pesar de sus ventajas teóricas, no se han comparado
directamente los antagonistas H2 y los inhibidores de la bomba de
hidrogeniones en pacientes críticos. La guía “Surviving sepsis” recomienda
la profilaxis de las úlceras de estrés en todos los pacientes con sepsis
grave, dando preferencia a los antagonistas H2 sobre el sucralfato y sin
hacer ninguna recomendación especial sobre los inhibidores de la bomba de
protones. La recomendación se considera de grado A, aunque no hay estudios
que hayan confirmado el beneficio de la profilaxis en pacientes sépticos.
La justificación para esta recomendación es que los estudios realizados
con pacientes críticos incluyen un número suficiente de pacientes sépticos
y que estos pacientes presentan frecuentemente factores de riesgo que
recomiendan el uso de la profilaxis [8]. Una aproximación alternativa
sería separar a aquellos pacientes con coagulopatía, ventilación mecánica
prolongada o hipotensión, en los que la recomendación sería de grado A y
aquellos pacientes sin esos factores de riesgo, en los que la
recomendación sería de grado C. Sin embargo, es forzoso admitir que este
segundo grupo de pacientes es muy pequeño entre los pacientes sépticos.
2.5
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[Texto
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[Resumen]
[Texto
completo]
Ramón Díaz-Alersi Roseti
Hospital Puerto Real, Cádiz
©REMI,
http://remi.uninet.edu. Enero 2005.
Palabras clave:
Sepsis, Sepsis grave, Shock séptico, Trombosis venosa profunda, Embolia
pulmonar, Heparina no fraccionada, Heparinas de bajo peso molecular,
Profilaxis, Hemorragia digestiva alta, Úlceras de estrés, Ranitidina,
Sucralfato, Inhibidores de la bomba de protones, Cuidados Intensivos.
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