"Los hombres deben saber que
solo del cerebro provienen la alegría y el placer, la tristeza y el temor.
A través de él adquirimos el juicio y el conocimiento, vemos y oímos,
distinguimos lo dulce de lo insípido, el bien y el mal… De esta manera,
el cerebro ejerce el máximo poder sobre el hombre"
Hipócrates, "Sobre la
enfermedad sagrada" (4º siglo a.C.)
1. Encefalopatía
asociada a la sepsis |
El conjunto de alteraciones del sistema nervioso
central inducidas por la sepsis se denomina "encefalopatía séptica", o
mejor "encefalopatía asociada a la sepsis" (EAS) [1]. Se trata de una
encefalopatía metabólica difusa, con manifestaciones inespecíficas, que
varían en intensidad desde cambios sutiles del estado mental
(intranquilidad, disminución de la atención) hasta estados de agitación
incontrolable o coma profundo. Probablemente el delirio
sea la manifestación más frecuente de la EAS, por lo que en esta revisión
será tratado con mayor detalle.
Se ha señalado que el sistema nervioso central (SNC) se
encuentra afectado en hasta el 70% de los pacientes con sepsis [1], y que
la sepsis es la causa más frecuente de encefalopatía en el enfermo crítico
[2]; sin
embargo, pese a su elevada incidencia, la del SNC
es probablemente la menos conocida de las disfunciones orgánicas en el
paciente crítico en general, y en el paciente séptico en particular [3].
Textos recientes de primera línea [4] incluso cuestionan la existencia de la EAS, considerando
las manifestaciones neurológicas de los pacientes sépticos meras
alteraciones secundarias a hipoxia e hipotensión, lo que sin duda resulta
una simplificación excesiva.
Estas discrepancias son reflejo de las
dificultades existentes en la práctica para evaluar las causas de
disfunción neurológica en el enfermo particular, que habitualmente está
expuesto de forma simultánea a varios factores capaces de explicar las
alteraciones que presenta: entre ellas el uso de medicación sedante y analgésica,
la encefalopatía urémica o hepática, la hipoxia y la hipotensión, las
alteraciones hidroelectrolíticas y de la osmolaridad, y la
existencia de comorbilidades previas (edad, demencia previa, enfermedad
vascular, consumo de sustancias con potencial adictivo como alcohol,
tabaco o benzodiacepinas).
1.1
Fisiopatología
Un aspecto fundamental en la fisiopatología de la EAS
es que el SNC no solo constituye un órgano diana en la sepsis,
sino que también contribuye activamente a su patogénesis, en virtud del papel regulador del SNC sobre todo el organismo,
a través de los sistemas nervioso autónomo y neuroendocrino. La sepsis se asocia a un estado de inflamación
y activación del SNC,
cuya relevancia clínica aún es poco conocida [5]. La compleja
fisiopatología de la EAS ha sido revisada recientemente [6, 7], e incluye
la participación de distintos mecanismos:
-
Alteraciones metabólicas sistémicas inducidas por el
estado catabólico, que resultan en un aumento en la concentración
plasmática de aminoácidos aromáticos y una reducción de la concentración
de aminoácidos ramificados, en ausencia de afectación hepática [8]. Estas
alteraciones se han encontrado en estadios precoces de la sepsis y la EAS,
asociadas a niveles elevados de TNF e IL-6, y no parecen secundarias a la
disfunción de otros órganos, sino al estado inflamatorio inicial.
-
Alteraciones circulatorias, que incluyen en muchos
casos una reducción del flujo sanguíneo cerebral y el consumo cerebral de
oxígeno; aunque estos hallazgos son inconstantes y dependientes a su vez
de múltiples factores, pueden jugar un papel importante en algunos
pacientes, en que se han hallado en autopsia extensas lesiones hipóxicas,
isquémicas y hemorrágicas.
-
Alteraciones inflamatorias locales o sistémicas.
Aunque tradicionalmente se había pensado que el SNC es un órgano inmunológicamente
inactivo, varias líneas celulares y estructuras del SNC
son capaces de producir citoquinas y otros mediadores inflamatorios, que
pueden activar el sistema nervioso autónomo y neuroendocrino a través de
sus conexiones con el hipotálamo [9]. De esta manera, distintos estímulos,
no solo sistémicos sino también locales, pueden activar el SNC y hacer de
éste un órgano perpetuador o agravante del SRIS.
1.2 Manifestaciones clínicas
Las manifestaciones clínicas de la EAS son inespecíficas,
y abarcan todo el espectro de gravedad [10, 11]. La presencia de temblor, asterixis y mioclonias,
frecuentes en otras formas de encefalopatía metabólica, es infrecuente
en la EAS. Casi nunca se encuentran signos focales persistentes, salvo que
la coagulopatía o la hipotensión provoquen lesiones isquémicas o
hemorrágicas, lo que puede ocurrir en enfermos con factores de riesgo
cardiovascular preexistentes. Las convulsiones también son infrecuentes,
pueden ser focales o generalizadas, y su aparición se debe generalmente a
comorbilidades previas, la aparición de lesiones isquémicas o hemorrágicas
nuevas (crisis focales) o alteraciones metabólicas o hidroelectrolíticas
(crisis generalizadas).
La EAS con frecuencia coexiste con la enfermedad
neuromuscular del enfermo crítico (ENMEC), dificultando su diagnóstico precoz. En
muchos casos, los pacientes han recibido dosis altas de sedantes, opiáceos
y bloqueantes neuromusculares, y presentan fallos renal, respiratorio, cardiovascular
y/o hepático, de manera que pueden transcurrir varios días hasta que se
sospeche la presencia de EAS y ENMEC.
Se ha diferenciado entre EAS precoz y tardía. La precoz se encuentra en las
primeras horas de evolución de la sepsis, antes de que se haya establecido
el fallo multiorgánico (y por tanto sin relación etiológica con él), y
la tardía se asocia a la disfunción de otros órganos, estando más
relacionada con ella.
Eidelman [10] encontró que la presencia de EAS es más frecuente en los pacientes con bacteriemia, con puntuaciones
mayores de gravedad y con disfunción renal y hepática; la gravedad de la
encefalopatía, medida mediante la puntuación de Glasgow para el coma, se
asoció con uma mayor mortalidad: (desde el 16% para pacientes con GCS 15,
20% con GCS 13-14, 50% con GCS 9-12, y 63% con GCS 3-8). Wijdicks [12]
encontró en su serie una relación más clara entre la EAS y el fallo
cardiovascular. En ambas series la mayoría de los pacientes evaluados
presentaban EAS tardía.
1.3
Exploraciones complementarias
Las pruebas de imagen no son de utilidad en la EAS,
salvo para descartar lesiones estructurales del SNC en casos dudosos. La
TAC no muestra alteraciones, y mediante RNM se han descrito casos con algunos
hallazgos focales difícilmente extrapolables a otros pacientes con EAS [13].
La punción lumbar no está indicada si no hay sospecha
de meningitis, encefalitis o infecciones parameníngeas. Típicamente el LCR
muestra una proteinorraquia discreta con celularidad escasa o ausente.
Las alteraciones EEG son también
inespecíficas, mostrando cambios graduales que van paralelos a la gravedad
de la EAS, desde un trazado normal hasta un patrón de supresión o
salvas-supresión, pasando por los más habituales exceso de ondas tetha,
predominio de ondas delta o aparición de ondas trifásicas
[14].
Zauner [15] estudió
potenciales evocados somatosensoriales en 103
pacientes críticos con disfunción multiorgánica y encefalopatía metabólica,
encontrando en todos los casos prolongación de las latencias interpico, y no
encontró diferencias entre los pacientes sépticos y sin sepsis, lo que le llevó a concluir que los
hallazgos neurofisiológicos de la EAS son inespecíficos e indistinguibles
de los de otras encefalopatías metabólicas. En un estudio más reciente
[16], los mismos autores han encontrado una alteración de los potenciales evocados
sensitivos subcorticales (latencias interpico N13-N20) en el 34% y de los
corticales (latencias interpico N20-N70) en el 84% de todos los pacientes
con sepsis. La prolongación de los PES corticales tuvo una correlacion
débil (R cuadrado 0,23) con la puntuación de gravedad APACHE-II.
Llamativamente, se encontraron asimetrías en el 24% de los PES
subcorticales y en el 6% de los PES corticales, lo que indicaría la
existencia de focalidad subclínica.
1.4
Estudios autópsicos
Como en otros campos de la investigación de la EAS, los
estudios necrópsicos existentes son escasos, y ofrecen datos fragmentarios
y parciales, pero encuentran con frecuencia alteraciones que no son solo
las esperables después de un periodo más o menos prolongado de enfermedad
crítica.
Las series más antiguas describen hallazgos compatibles
con la invasión directa del SNC por microorganismos, con formación de
microabscesos diseminados [17]. En estos casos se describe con mayor
frecuencia la aparición de signos focales y convulsiones que en la
actualidad.
En estudios más recientes se describen cambios
compatibles con la fisiopatología multifactorial de los pacientes que
fallecen por shock séptico, encontrándose lesiones isquémicas,
hemorrágicas, leucoencefalopatía necrotizante, microabscesos, mielinolisis
y fenómenos de apoptosis diseminados [18, 19]. Destaca la frecuencia con
que se describe la afectación de los centros autonómicos y neuroendocrinos
(hipotálamo, amígdala cerebral, locus ceruleus, núcleos bulbares), lo que
podría estar en relación con la disfunción autonómica y cardiovascular del
shock séptico [20].
2. Delirio
del enfermo crítico |
El delirio (“delirium” en
la literatura anglosajona) o síndrome confusional agudo es un grave trastorno neuropsiquiátrico de origen orgánico, que se caracteriza por la
aparición de alteraciones de conciencia y de las funciones cognitivas.
El delirio se presenta en el
contexto de una enfermedad médica general o a consecuencia del abuso o la
abstinencia de determinadas sustancias [21].
Se presenta de forma aguda, en horas o días, suele tener un curso
fluctuante, y sus manifestaciones más características incluyen alteraciones de la
atención (inatención o hipervigilancia), y de la percepción
(ideas delirantes o alucinaciones). A
lo largo de su evolución cursa con agitación o hipoactividad,
siendo esta última forma la más frecuente pero también la menos llamativa y por tanto más difícil de
diagnosticar.
El delirio es un problema
minusvalorado en el enfermo crítico [22], pero se presenta en un elevado número
de pacientes ingresados en UCI y es probablemente la manifestación más
frecuente de disfunción aguda del sistema nervioso central, bien aislada o
bien formando parte del síndrome de disfunción multiorgánica [3].
Aunque no se ha estudiado la frecuencia con que los enfermos con sepsis
grave presentan delirio, se sabe que la causa más frecuente de delirio en los pacientes
hospitalizados es la sepsis.
2.1
Criterios diagnósticos
El diagnóstico del delirio se basa en los criterios
definidos por la Asociación Psiquiátrica Americana en la 4ª versión del
Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, DSM-IV (tabla
I), o, alternativamente, los propuestos en la Clasificación Internacional
de Enfermedades (CIE-10).
El método de referencia para el diagnóstico de este síndrome es la
entrevista realizada por el psiquiatra con el paciente, que, conducida de
una forma estructurada, puede requerir unos 30 minutos.
El instrumento usado más a
menudo en la actualidad para la detección de delirio en enfermos
hospitalizados es el método para la valoración del estado confusional (“Confusion
Assessment Method”, CAM), recientemente validado en nuestro país [23].
Tabla I. Criterios diagnósticos de delirio DSM-IV [21]
|
A |
Trastorno de
conciencia (disminución de la claridad con que se percibe el
medio) Y disminución de la capacidad para centrar, mantener y
desviar la atención. |
B |
Trastorno del
conocimiento (déficit de memoria, desorientación o alteración del
lenguaje) O de la percepción que no se explica por la
existencia previa de demencia. |
C |
El trastorno se
desarrolla en un periodo corto de tiempo (habitualmente horas o
días), y tiende a fluctuar a lo largo del día. |
D |
Hay evidencia por la
anamnesis, exploración física o datos de laboratorio de que el
trastorno está causado por una condición médica general. |
La mayoría de los cuestionarios diseñados para el diagnóstico del delirio
son difíciles
de aplicar en el enfermo crítico, pues requieren un buen nivel de
conciencia y la presencia de habilidades verbales, motoras, visuales y
auditivas. En los últimos años se han desarrollado
dos herramientas alternativas, aplicables por
el personal de la UCI,
que en un par de minutos permiten
detectar el delirio con un elevado grado de fiabilidad, incluso en
pacientes que requieren ventilación mecánica, incapaces de seguir una entrevista hablada: el
método para la valoración del estado confusional en UCI (CAM-ICU)
[24, 25], versión del CAM adaptada para el enfermo
crítico, y el listado para la detección del delirio en UCI (Intensive
Care Delirium Screening Checklist, IC-DSC)
[26].
El CAM-ICU (tabla II) ha sido
validado para el diagnóstico del delirio en el enfermo crítico sometido a
ventilación mecánica [24], con una sensibilidad,
especificidad y valores predictivos positivo y negativo superiores al 90%,
comparado con el diagnóstico basado en el DSM-IV, y una excelente
concordancia entre observadores. El CAM-ICU tuvo la misma validez en los
subgrupos de pacientes mayores o menores de 65 años, con o sin sospecha de
demencia previa, con APACHE-II mayor o menor de 23 puntos, y con o
sin limitaciones visuales o auditivas (necesidad de
gafas o audífonos).
Tabla
II. CAM-ICU [24]
|
1. Comienzo agudo o
curso fluctuante |
¿Hay evidencia de un
cambio agudo en su estado mental con respecto a la situación basal? ó
¿Ha cambiado la conducta del enfermo en las últimas 24 horas? (cambio
en la puntuación RASS o en la puntuación de Glasgow) |
2. Disminución de la
atención |
¿Presenta el paciente
dificultad para dirigir la atención?
¿Presenta el paciente dificultad para mantener y desviar la atención? |
3. Alteraciones
cognitivas |
¿Es el pensamiento del
paciente desorganizado e incoherente?
¿Contesta a preguntas y obedece órdenes durante la entrevista? |
4. Alteración de
conciencia |
¿Está el paciente
alerta e hipervigilante? (RASS > 0)
¿Está el paciente somnoliento o estuporoso? (RASS entre -1 y -3;
grados menores de reactividad se consideran coma) |
CAM-ICU: 1 + 2 + (3 ó 4) |
El CAM-ICU emplea la escala de
Richmond de sedación y agitación (Richmond Agitation Sedation Scale
[RASS]) [27] para valorar los cambios en el
nivel de conciencia, la única escala validada para la monitorización del
grado de sedación-agitación a lo largo del tiempo. Dicha escala asigna el
valor 0 al estado normal, puntos positivos para los grados crecientes de
agitación y puntos negativos para los grados de mayor profundidad de la
sedación (tabla III).
Tabla III. Escala
RASS (Richmond Agitation Sedation Scale) de
sedación-agitación [27]
|
+ 4 |
Combativo:
violento, representa un riesgo inmediato para el personal |
+ 3 |
Muy agitado:
agresivo, se intenta arrancar tubos y catéteres |
+ 2 |
Agitado:
se mueve de manera desordenada, lucha con el respirador |
+ 1 |
Inquieto:
ansioso, sin movimientos desordenados, agresivos ni violentos |
0 |
Despierto y tranquilo |
- 1 |
Somnolencia:
no completamente alerta, se mantiene despierto más de 10 seg. |
- 2 |
Sedación ligera:
despierta a la voz y mantiene contacto visual menos de 10 seg. |
- 3 |
Sedación moderada:
movimientos o apertura ocular a la voz, no dirige la mirada |
- 4 |
Sedación profunda:
se mueve o abre los ojos a la estimulación
física, no a la voz |
- 5 |
No despertable:
no responde a la voz ni a la estimulación física |
Procedimiento para la
valoración RASS:
-
Observar al paciente; si está
despierto, inquieto o agitado, puntuar de 0 a +4.
-
Si no está despierto, llamarlo
por su nombre y pedirle que abra los ojos y mire al examinador. Si
abre los ojos o responde con movimientos, puntuar de -1 a -3.
-
Si no responde a la llamada,
estimular al paciente dándole palmadas en el hombro y/o frotándole
el esternón, y puntuar -4 ó -5 según la respuesta.
|
El CAM-ICU debería considerarse un método de detección,
y se encuentra aún en espera de validación externa; se ha señalado que su
principal punto débil radica en su incapacidad para distinguir las
alteraciones de conciencia propias del delirio de las causadas por el
efecto de la medicación sedante [28], por lo
que podría sobreestimar la incidencia de delirio en
los pacientes de UCI.
En el estudio de validación del
CAM-ICU [24], el 40% de los pacientes sometidos a
ventilación mecánica que se encontraban despiertos o fáciles de despertar
y eran capaces de mantener contacto ocular con el explorador y de obedecer
órdenes sencillas (medido de manera objetiva mediante la escala RASS de
sedación) tenían delirio.
Los mismos autores han publicado recientemente una incidencia de delirio
en pacientes adultos ingresados en UCI que no
reciben ventilación mecánica del 48% [29].
Sin embargo, otros estudios realizados en UCI han encontrado una
incidencia de delirio mucho más baja,
del 22% empleando el CAM-ICU [30]
y del 19%
empleando el
IC-DSC [26].
2.2
Factores predisponentes
El delirio es un síndrome de etiología multifactorial, que resulta de
la interacción entre tres elementos:
-
La vulnerabilidad previa del sujeto (edad
avanzada, alteraciones cognitivas previas [demencia], discapacidades
sensoriales como hipoacusia y disminución de la agudeza visual, consumo
de sustancias con capacidad adictiva, como el alcohol, la nicotina y los
psicofármacos).
-
Los factores ambientales (inmovilidad
prolongada, práctica de intervenciones y procedimientos sobre el
enfermo, sujeciones físicas, privación o sobreestimulación sensorial,
privación de sueño, ventilación mecánica, abstinencia de sustancias), y
-
Las alteraciones fisiológicas causadas por la
enfermedad aguda (sepsis, anemia, hipoxia, hipotensión, alteraciones
hídricas y electrolíticas, dolor insuficientemente tratado, uso de
fármacos psicoactivos, en especial opiáceos y benzodiacepinas).
Se ha señalado que el riesgo de delirio aumenta con el
número de factores presentes. Recientemente se ha
demostrado que con actuaciones dirigidas a los factores de riesgo se puede reducir la incidencia del delirio
en enfermos hospitalizados de edad avanzada [31].
2.3
Presentación clínica y evolución
La forma clásica del delirio, el que cursa con
agitación, es fácil de detectar, y se asocia a conductas agresivas con el
entorno y autolesiones (caídas, auto-extubaciones, arrancamiento de vías,
sondas y catéteres, etc.), que producen un aumento de morbilidad y una
prolongación de la estancia en UCI, e incluso pueden ser responsables de
la muerte de algunos pacientes.
El delirio hipoactivo se produce con mayor frecuncia,
pero sus manifestaciones pueden fácilmente ser pasadas por alto si no
existe un alto grado de sospecha clínica y se emplea una herramienta de
detección de
manera sistemática. El delirio hipoactivo es difícil de distinguir de los
efectos farmacológicos de la medicación psicoactiva empleada, por lo que
su incidencia real en UCI es difícil de evaluar [32]. Los pacientes con
delirio hipoactivo tienen con menor frecuencia ideas delirantes, cambios
de humor, alteraciones del ciclo sueño-vigilia y variabilidad de los
síntomas que los casos de delirio hiperactivo, aunque a menudo se produce
un tipo mixto, con manifestaciones de hipo e hiperactividad que se
presentan de manera secuencial, lo que en muchos casos está en relación
con el uso de medicación sedante.
Se ha señalado que la etiología y la fisiopatología de
los dos subtipos de delirio pueden ser distintos [33]; en la encefalopatía
metabólica, incluyendo la encefalopatía asociada a la sepsis, predominarían los tipos de delirio hipoactivos, con una
reducción del nivel de alerta del enfermo, mientras que en la privación de
sustancias predominan los tipos hiperactivos, con un nivel de alerta
aumentado y una mayor tendencia a la agitación y las ideas delirantes
("delusions" en terminología anglosajona). En general se puede decir
que el delirio hipoactivo es más grave, porque suele ser más grave la
enfermedad de base, y se asocia a prolongación de la estancia hospitalaria
y a una mayor mortalidad. El tipo de complicaciones asociadas a cada tipo
de delirio es también distinto, siendo las típicas del delirio hiperactivo
o agitado las autolesiones y los traumatismos, y las del delirio
hipoactivo las complicaciones derivadas de la inmovilidad, como las
úlceras por presión, infecciones y trombosis.
Aunque tradicionalmente se ha pensado que el delirio es
un trastorno transitorio, los datos más recientes muestran lo contrario: la mayoría de los pacientes ancianos hospitalizados que
presentan delirio no experimentan una resolución completa del mismo antes
del alta [34]. El 40% de los pacientes ancianos que desarrollan delirio en
UCI mantienen dicho trastorno en el periodo post-UCI [35]. Asimismo se ha
señalado que las dos terceras partes de los pacientes ancianos tienen
algún síntoma de delirio en el momento del ingreso en centros de
rehabilitación tras ser dados de alta hospitalaria, y un 16% reúnen todos
los criterios CAM de delirio [36]. El delirio podría así ser uno de
los principales factores implicados en la limitación funcional y de
la pérdida de calidad de vida de muchos supervivientes de una enfermedad
crítica, aunque probablemente este efecto se produzca predominantemente en
los sujetos de edad avanzada.
Se han diseñado distintas escalas
para cuantificar la gravedad del delirio o para hacer un seguimiento de su
evolución, pero ninguna de
ellas ha sido validada en el enfermo de UCI. El uso de escalas de gravedad
del delirio es útil con fines descriptivos y comparativos en
investigación, y podría facilitar las evaluaciones repetidas de los
pacientes y servir para monitorizar su respuesta al tratamiento
[37]. Se ha sugerido el uso del CAM-ICU y la
escala RASS de sedación-agitación para construir un sencillo “índice de
gravedad del delirio”, que solo requiere utilizar el CAM-ICU [38]
(tabla IV).
Tabla IV. Índice
de gravedad del delirio [38] |
CAM-ICU negativo |
IGD 0 |
CAM-ICU + |
IGD = Puntuación RASS + 1
(RASS en valor absoluto) |
Los
pacientes sin delirio (CAM-ICU) tienen un IGD de 0. Los pacientes con
delirio tienen un IGD igual al valor absoluto de la
puntuación RASS más 1: IGD = [RASS]+1.
Los grados RASS -4 y -5 indican
sedación profunda, que excluye la evaluación y el diagnóstico del
delirio, por lo que el rango útil de la escala RASS para calcular el
índice de gravedad del delirio está entre +4 y -3 [IGD máximo de 5
para el delirio hiperactivo y de 4 para el hipoactivo].
La puntuación diaria se
puede ir sumando durante toda la duración del delirio, lo que daría un
índice de gravedad acumulado. |
2.4
Pronóstico
El
delirio es un predictor independiente de mortalidad, estancia prolongada,
duración de la ventilación mecánica y deterioro cognitivo tras el alta,
después de ajustar frente a covariables como la edad, la gravedad (APACHE-II),
la presencia de coma o comorbilidades y el uso de sedantes u opiáceos [29,
30, 39, 40]. El delirio aumenta los costos de la UCI y de la hospitalización, siendo éstos
directamente proporcionales a la duración y la gravedad del delirio [38].
2.5
Prevención
El delirio y sus consecuencias negativas pueden ser evitables, habiéndose demostrado cómo la puesta en práctica de
intervenciones específicas sobre determinados factores de riesgo puede
reducir la incidencia del delirio en enfermos hospitalizados de edad
avanzada [31]. Aunque la eficacia de éstas u otras intervenciones no ha
sido evaluada en el enfermo de UCI, se pueden proponer unas
recomendaciones:
Intervenciones específicas:
-
Funciones
cognitivas: Estimular la orientación del
paciente y su relación con el medio: horarios flexibles y ampliados de
visitas, reloj visible, luz natural (noche y día). Mantener el mayor
grado de comunicación con el paciente. Todo el personal en contacto con
el paciente debe llevar identificación y presentarse a sí mismo cuando
se dirige a él. Explicar al paciente su enfermedad y todos los
procedimientos e intervenciones que se llevan a cabo. Actividades
terapéuticas programadas: discusión y conversación sobre cuestiones de
actualidad o interés, recuerdos estructurados, etc. Permitir la
dentadura postiza; permitir periódicos, lecturas, música, radios y
televisores.
-
Privación
de sueño: Intentar evitar la sedación
farmacológica y favorecer el sueño por medios naturales: oscuridad y
silencio nocturnos, música relajante; bebidas nocturnas (vaso de leche o
infusión no estimulante), ajuste de los horarios de medicación y toma de
constantes para respetar las horas de sueño.
-
Inmovilidad: Movilización precoz,
sesiones de ejercicios pasivos y ejercicios activos, limitar el tiempo
de encamamiento, limitación de dispositivos que reducen la movilidad
(sondas, catéteres, equipos de monitorización), evitar las sujeciones
físicas.
-
Limitaciones visuales y auditivas: uso de gafas
y audífonos, limpieza ocular y
auditiva, adaptación ambiental para el
discapacitado visual y auditivo.
Intervenciones generales:
-
Sedación.
Uso de un protocolo de sedación y de una escala validada de
sedación-agitación (escala RASS, escala de Riker). Uso de una
herramienta para la detección o diagnóstico de delirio (CAM-ICU o IC-DSC).
Hacer explícito el nivel de sedación deseado para cada momento y
actividad del día. Interrupción diaria de la sedación para eliminar
sedación excesiva. Sedación “dinámica” (grado de sedación variable,
adaptado a las circunstancias de cada momento). Uso preferente de dosis
intermitentes sobre infusiones continuas. Evitar bloqueantes
neuromusculares, que obligan a sedaciones excesivas y pueden causar
experiencias traumatizantes.
-
Traqueostomía precoz (reduce la
necesidad de sedación, mejora la capacidad de comunicación del
paciente).
-
Tratamiento del dolor; reducir la dosis
de opiáceos necesaria con el uso de otros analgésicos no opiáceos, como
paracetamol, dipirona y ketorolaco.
-
Previsión
y tratamiento precoz del síndrome de abstinencia
de sustancias consumidas antes del ingreso en UCI (alcohol, nicotina,
benzodiacepinas, opiáceos) o durante el ingreso (reducción
gradual de las dosis tras sedoanalgesias prolongadas).
2.6 Tratamiento
El manejo del delirio requiere un abordaje sistemático del que el
tratamiento farmacológico es solo una parte [41, 42]. Las medidas más
importantes son las preventivas, y se da gran importancia a la
identificación precoz, que hoy en día es posible gracias a las
herramientas específicas para UCI. La mayoría de los expertos están de
acuerdo en que el tratamiento del delirio es más efectivo cuando se
administra con mayor precocidad.
Apenas existe investigación sobre la eficacia del tratamiento
farmacológico del delirio en el enfermo crítico, que se reduce en su mayor
parte a series de casos. Recientemente se han publicado pautas de
actuación clínica sobre sedación y analgesia en UCI, que incluyen
recomendaciones generales sobre el tratamiento del delirio, basadas en
escasa evidencia y en opinión de expertos [43, 44, 45].
En una encuesta reciente entre intensivistas
de Estados Unidos [22], se comprobó que el delirio se trataba en su mayor
parte de acuerdo a las recomendaciones generales, con haloperidol en el 66%,
mientras que los antipsicóticos atípicos (olanzapina, risperidona) se
empleaban en menos del 5% de los casos, aunque pocos eran los centros en
que se empleaba de manera sistemática alguna de las herramientas de
detección precoz recomendadas. Un uso inadecuado de sedantes y analgésicos en
UCI puede predisponer al delirio o agravarlo; el tratamiento del delirio
no debe realizarse con sedantes, sino con neurolépticos (antipsicóticos),
siendo el más usado el haloperidol, por tener menos efectos secundarios
que la clorpromazina o el droperidol. Los neurolépticos son eficaces para
controlar los síntomas positivos del delirio, pero son menos activos
frente a los síntomas negativos, y de hecho los pueden exacerbar
(inatención, indiferencia, desconexión). El haloperidol se administra
preferentemente por vía intravenosa intermitente, en dosis progresivas
desde 2,5 mg, dosis que se puede doblar cada 20 minutos hasta conseguir el
control de los síntomas. En el paciente con agitación incontrolable es
necesario iniciar simultáneamente tratamiento con benzodiacepinas (midazolam)
o propofol, y puede ser necesario temporalmente el uso de sujeciones físicas.
Algunos pacientes han sido controlados con dosis muy elevadas en infusión
continua, de 5 a 10 mg y hasta 25 mg por hora [46], aunque esta pauta puede aumentar el
riesgo de efectos secundarios, siendo el más grave la inducción de
arritmias ventriculares graves por prolongación del intervalo QT. El otro
efecto secundario del haloperidol, los síntomas extrapiramidales, son
infrecuentes cuando se emplea por vía intravenosa de forma aguda en el
enfermo crítico, habitualmente leves, y ceden el suspender el tratamiento.
El tratamiento del delirio asociado a la abstinencia de sustancias se
trata primariamente con benzodiacepinas y/o propofol, y se desaconseja el
uso aislado de neurolépticos.
Recientemente se ha publicado el primer estudio comparativo aleatorizado
entre dos neurolépticos en el delirio del enfermo crítico, olanzapina y
haloperidol [47]; el estudio incluyó pocos pacientes y no se realizó con
cegamiento, y ambos tratamientos mostraron una eficacia similar, aunque la
olanzapina presentó menos efectos secundarios. Los nuevos antipsicóticos pueden ser una alternativa
eficaz y segura en
los casos en que el haloperidol esté contraindicado o presente efectos
adversos, pero hacen falta más estudios para comprobarlo.
En un estudio de cohortes recientemente publicado [48] se ha encontrado
que entre casi 1.000 pacientes en ventilación mecánica de más de 48 horas
de duración, el uso de haloperidol se asoció a una reducción de la
mortalidad hospitalaria, comparado con los que nunca recibieron este
fármaco (20,5% frente a 36,1%; p = 0,004). El efecto protector del
haloperidol se mantuvo después de controlar otros importantes factores
pronósticos como la edad, la comorbilidad, las puntuaciones de gravedad y
de disfunción de órganos y el diagnóstico de ingreso. Estos hallazgos no
prueban una relación causa-efecto entre el uso de haloperidol y la
reducción de la mortalidad, y requieren confirmación en un ensayo clínico.
-
Gonsales G, de Gaudio AR. Sepsis associated
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-
Bleck TP, Smith MC, Pierre-Louis SJ, Jares
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complications of critical medical illnesses. Crit Care Med 1993; 21:
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Eduardo Palencia Herrejón
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©REMI,
http://remi.uninet.edu. Junio 2005.
Palabras clave:
Sepsis grave, Encefalopatía séptica,
Delirio, Síndrome confusional agudo.
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