El Mirador
De
excesos y carencias
Pocos días antes de la
publicación en el New England Journal of Medicine de sendos estudios americano y coreano en
los que se vuelve a constatar la asociación de sobrepeso y obesidad con la
mortalidad por cualquier causa, nos encontramos en la revista Lancet con los
resultados de un
metaanálisis que cuestiona la influencia del sobrepeso moderado en la
mortalidad de origen cardiovascular en personas con enfermedad coronaria ya
establecida. Esta aparente incongruencia puede deberse a la escasa capacidad
discriminante de algunos de los parámetros que utilizamos para clasificar a
los pacientes, en concreto del índice de masa corporal (IMC,
índice de Quételet). Por ello, en la línea de lo que se nos viene
advirtiendo desde hace años, la editorialista de
Lancet insiste en que a la hora de planificar estrategias preventivas y
clínicas debemos olvidarnos del IMC para utilizar preferentemente
indicadores antropométricos más refinados basados en la distribución de la
grasa corporal, que parecen ser
buenos predictores de riesgo cardiovascular.
Las
divagaciones científicas sobre las paradojas de la gordura traen a la
memoria las extravagancias disquisitivas y los disparates que se han escrito
sobre la bondad o la perversidad de los pescados azules y los aceites y
grasas de cocina. Gracias a ellos ahora existe toda una industria
floreciente que nos vende productos caros con la dudosa etiqueta de lo
cardiosaludable. También incitan la reflexión sobre realidades más tangibles
y delicadas políticamente. A la vista de las cifras de la OMS, la cultura de
los hábitos saludables no ha logrado meternos en cintura. Quizá estamos
descuidando la intervención primaria sobre dianas ineludibles y
abordables desde la Atención Primaria y los centros educativos, mientras
realizamos una gran
inversión, a veces difícilmente justificable, en tratamientos efectistas
y efectivamente cuestionables en cuanto a mejoría en calidad de vida o años
ganados, una situación que hace más notoria la brecha sanitaria
entre prósperos y pobres. No podemos olvidar que la preocupante
epidemia
global de obesidad, a la que los inventores de
palabras han bautizado esperpénticamente "globesidad", coexiste con la
tragedia de la desnutrición en
los países más desamparados, plaga que sigue diezmando la población
infantil.
En comparación con la
enfermedad coronaria, otros problemas con una importante repercusión
cardiovascular y gran morbilidad crónica y mortalidad permanecen, como
denuncian Médicos Sin Fronteras,
silenciosas y silenciadas. Es el caso de la enfermedad de
Chagas, una endemia que afecta actualmente al menos a 18 millones de
personas en América Latina, permaneciendo en riesgo unos 100 millones. Aun
estando a distancia de la enfermedad coronaria son, como subrayan en
Lancet, cifras lo suficientemente contundentes como para recabar una
mayor atención de la que reciben actualmente. El interés formativo y
sobre todo inversionista por esta y otras enfermedades hasta ahora exóticas
en Europa y Estados Unidos habrá de intensificarse, aunque sólo sea
por necesidades asistenciales y epidemiológicas.
Beatriz Sánchez Artola
Hospital Gómez Ulla, Madrid
©REMI, http://remi.uninet.edu.
Septiembre
2006.
Palabras clave: Obesidad, Índice de Masa
Corporal, Riesgo cardiovascular, Desnutrición, Enfermedad de Chagas.
Envía tu comentario para su
publicación |