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Por ser el shock un proceso crítico que amenaza la vida del
paciente, la actuación terapéutica debe ser inmediata, lo
que supone en la mayoría de las ocasiones iniciar un tratamiento
empírico tras formular una hipótesis etiológica inicial
y mientras se continúa el proceso diagnóstico. La resucitación
precoz de los pacientes en shock es fundamental dado que el retraso en
su corrección disminuye las posibilidades de recuperación
y favorece la aparición de fallo multiorgánico .
Existen determinadas situaciones que requieren un tratamiento específico
urgente, sin el que es imposible revertir la situación de shock,
como ocurre en caso de un taponamiento cardiaco, un neumotórax a
tensión o un TEP masivo, entre otros.
8.1. SOPORTE RESPIRATORIO
Al igual que en otras situaciones críticas la prioridad inicial
en el shock es asegurar una correcta función respiratoria, lo que
incluye mantener la permeabilidad de la vía aérea y una ventilación
y oxigenación adecuadas. Habitualmente se requiere el empleo precoz
de la ventilación mecánica (VM) y son pocos los pacientes
que pueden ser manejados sin ella.
En ocasiones la simple protección de la vía aérea
establece la indicación de intubación, como cuando existe
deterioro del nivel de consciencia.
La presencia de hipoxemia significativa (SaO2 < 90%) es una indicación
de VM y también lo es el fallo ventilatorio (PaCO2 > 45 mmHg). Sin
embargo la hipercapnia es un signo tardío de ventilación
inapropiada y personas jóvenes, previamente sanas, son capaces de
mantener una PCO2 adecuada, a expensas de un gran trabajo respiratorio,
hasta momentos antes de sufrir una parada respiratoria. Por ello es necesario
buscar signos más precoces de fallo ventilatorio (69),
como lo es la presencia de acidosis metabólica que no puede ser
compensada.
Habitualmente en el shock existe una taquipnea de origen multifactorial
que condiciona un elevado trabajo respiratorio y la musculatura respiratoria
requiere una gran proporción del gasto cardiaco. La ventilación
mecánica precoz, sedación y relajación disminuyen
el consumo muscular de O2 y por tanto, el permitiendo que gran parte del
flujo sanguíneo se derive hacia órganos vitales (70).
Si se prevé la necesidad de intubación y VM, éstas
deben preceder a otros procedimientos más complicados, como la cateterización
venosa central o exploraciones que requieran el traslado del paciente,
dado que durante su realización no es posible una vigilancia adecuada.
La VM con presión positiva disminuye el retorno venoso y puede
agravar la hipotensión en aquellos tipos de shock en los que existe
una hipovolemia absoluta o relativa, en estas circunstancias es recomendable
utilizar un volumen corriente bajo y evitar en lo posible la utilización
de PEEP. Por el contrario en el shock cardiogénico la VM puede ser
beneficiosa al disminuir la precarga como la postcarga del VI (71).
8.2. SOPORTE CIRCULATORIO
Una vez asegurada la función respiratoria hay que establecer
un acceso venoso para la administración de fluidos y fármacos.
Los angiocatéteres de grueso calibre (14G ó 16G) colocados
en una vena periférica son más adecuados para una rápida
reposición de la volemia. Si se administran fármacos vasoconstrictores
es preciso utilizar siempre una vía central, para facilitar su manejo
y evitar complicaciones locales.
8.2.1. Reposición de la volemia
Independientemente de la causa del shock, y si no existen signos
de sobrecarga de volumen, es imprescindible restaurar el volumen circulante.
El tipo de fluidos que deben ser empleados continúa siendo un
tema controvertido. Para conseguir una resucitación efectiva con
soluciones cristaloides se requiere una cantidad tres o cuatro veces superior
al déficit de volemia (72). Cuando
se emplean soluciones coloides, una mayor proporción del fluido
aportado permanece en el espacio intravascular y por tanto se requiere
un volumen menor para conseguir una resucitación adecuada (73).
Se ha postulado que las complicaciones respiratorias son más frecuentes
en pacientes tratados con cristaloides, así como que se produce
mayor edema intersticial que dificultaría la oxigenación
tisular y la cicatrización, sin embargo hasta el momento ningún
estudio ha podido demostrarlo. Tampoco se ha encontrado que existan diferencias
respecto a la mortalidad de los pacientes tratados con una u otra solución,
sin embargo el coste de los coloides es mucho más elevado (74).
8.2.1.1. Soluciones cristaloides
Se emplean habitualmente las soluciones salina fisiológica
(ClNa 0,9%) y el Ringer Lactato, esta última contiene electrolitos
en concentración similar al suero sanguíneo y lactato como
buffer. Son soluciones baratas, sin efectos secundarios, que rápidamente
difunden al espacio extravascular, por ello se requieren grandes volúmenes
para conseguir una volemia adecuada, lo que provoca una disminución
de la presión oncótica plasmática. En sujetos sanos
adultos sólo una cuarta parte del volumen infundido permanece en
el espacio intravascular al cabo de 1 hora.
Recientemente se han empleado soluciones salinas hipertónicas
(7,5%) en el tratamiento del shock hipovolémico, con mejoría
en los parámetros hemodinámicos y el DO2 (75),
requiriéndose volúmenes mucho más pequeños
que cuando se emplean soluciones isotónicas (76).
Sin embargo el uso de estas soluciones se ha asociado con importantes incrementos
de la natremia y la osmolaridad plasmática, hipokaliemia grave,
deshidratación cerebral y convulsiones. El fallo cardiaco con desarrollo
de edema pulmonar es otra de las complicaciones que pueden producirse cuando
se emplean esta terapéutica, particularmente en pacientes con cardiopatía
previa. En conclusión, dado que ningún estudio ha demostrado
que el suero salino hipertónico logre una disminución de
la mortalidad y que su utilización no está exenta de complicaciones,
en el momento actual no se recomienda su uso de forma generalizada.
8.2.1.2. Soluciones coloides
El coloide natural por excelencia es la albúmina, proteína
de peso molecular entre 66.300 y 69.000 daltons, que es sintetizada por
el hepatocito y que genera el 80% de la presión coloidosmótica
del plasma. Se comercializa en dos concentraciones: al 5% y al 25% y su
principal inconveniente es su elevado coste. Las soluciones coloides mas
empleadas son sintéticas:
8.2.1.2.1. Dextranos
Son polisacáridos de alto peso molecular (PM), formados por
polímeros de glucosa. Se comercializan en dos formas: dextrano-70
(PM medio:70.000) y dextrano-40 (PM medio: 40.000), ambas soluciones hiperoncóticas
en relación al plasma. El umbral de eliminación renal es
de 50.000 daltons, lo que implica que la mayor parte de las moléculas
del dextrano-70 no puede ser eliminado por esta vía, permaneciendo
en el espacio intravascular hasta ser fagocitado por las células
del sistema retículo-endotelial.
La acción expansora del dextrano-40 es mayor que la del
dextrano-70, sin embargo, la duración de su efecto es mucho menor
ya que a las 6 horas el 60% se ha eliminado si la función renal
es normal. Los principales inconvenientes de los dextranos son su capacidad
antigénica, por lo que pueden provocar reacciones anafilácticas
severas y el riesgo de complicaciones hemorrágicas al interferir
con la funcion plaquetaria y el factor VIII de la coagulación. También
tienen efectos adversos sobre la funcion renal, especialmente el dextrano-40,
por ello en la actualidad no se recomienda su utilización como expansores
plasmáticos. En el caso de que sean empleados, la cantidad máxima
recomendada es de 1000 ml/día.
8.2.1.2.2. Gelatinas
Son compuestos obtenidos de la hidrólisis del colágeno
bovino, lo que genera moléculas con pesos moleculares dentro de
un amplio rango. Tienen un PM medio de 100.000 daltons, eliminándose
rápidamente por la orina las moléculas pequeñas. Su
vida media es de 4-6 horas y producen una expansión de volumen de
el 80-100% de la cantidad infundida.
No interfieren con la coagulación y la incidencia de reacciones
anafilácticas es menor que con los otros coloides.
8.2.1.2.3. Almidones
Son derivados sintéticos de la amilopectina y están
formados por moléculas de PM heterogéneo, existiendo en el
mercado presentaciones de bajo PM (PM medio:40.000) y de PM intermedio(PM
medio: 200.000). Estos últimos son muy buenos expansores y producen
una expansión volémica de un 150% del volumen infundido a
las 3 horas, persistiendo en un 50% a las 24 horas. No presentan prácticamente
ningún riesgo de reacciones anafilácticas pero al igual que
los dextranos interfieren con la función plaquetaria, por lo que
se recomienda no administrar más de 1500/día. Se ha especulado
a cerca de su efecto sobre la función de los macrófagos pero
no ha sido demostrado.
8.2.2. Fármacos cardiovasculares:
Son los fármacos más empleados en la actualidad
en el tratamiento del shock. Se dividen en dos grupos: aquellos que actúan
de forma preferente sobre el inotropismo cardiaco y aquellos cuyo efecto
predominante tiene lugar sobre las resistencias vasculares. La mayoría
de ellos tienen ambos efectos dependiendo de la dosis empleada y todos
se administran en perfusión continua.
Las catecolaminas son los más ampliamente utilizados y actúan
sobre los receptores adrenérgicos distribuidos en los vasos sanguíneos
y el miocardio. Los principales compuestos empleados en el shock tienen
acciones mixtas alfa y beta-adrenérgicas, con predominio variable
de una de ellas (Tabla
V).
8.2.2.1. Adrenalina
Es una catecolamina natural que actúa sobre los receptores adrenérgicos
alfa-1 y alfa-2 y beta-1 y beta-2. Su acción es dosis dependiente;
por debajo de 0,02 mcg/Kg/min tiene un efecto predominantemente beta, produce
vasodilatación sistémica y aumenta la frecuencia cardiaca
y el gasto cardiaco con poco efecto sobre la presión arterial, a
dosis superiores tiene un efecto predominantemente alfa y produce vasoconstricción
importante.
8.2.2.2. Noradrenalina
Al igual que la adrenalina tiene efecto beta-1 a dosis bajas, pero
a las dosis empleadas habitualmente tiene un potente efecto alfa-1, produciendo
una vasoconstriccion que es especialmente útil para elevar la PA
en las situaciones de shock que cursan con vasoplejia.
8.2.2.3. Dopamina
Es un precursor de la noradrenalina, también tiene acción
mixta y dosis dependiente: por debajo de 4 mcg/Kg/min tiene efecto sobre
los receptores dopaminérgicos, favoreciendo la perfusión
renal, esplácnica, coronaria y cerebral, entre 4 y 10 mcg/Kg/min
su acción es predominantemente beta y por encima de 10 mcg/Kg/min
tiene un predominio alfa.
8.2.2.4. Dobutamina
Es una catecolamina sintética que actúa sobre los receptores
beta-1 y beta-2, aumenta la contractilidad miocárdica y por su efecto
beta-2 disminuye ligeramente las RVS, los efectos sobre la presión
arterial son mínimos.
8.3. TRATAMIENTO ESPECÍFICO
8.3.1.Shock séptico
8.3.1.1.Resucitación inicial
Como se ha descrito, la hipovolemia es un hecho constante en el shock
séptico y debe corregirse antes de utilizar fármacos vasoactivos
(77). Los cristaloides (Suero salino 0,9%
o Ringer lactato) son los fluidos de elección para la resucitación
inicial, puesto que a pesar de que se distribuyen rápidamente al
espacio extravascular, consiguen una expansión adecuada de la volemia.
No existe una pauta de reposición unánimemente aceptada y
se debe individualizar el tratamiento en cada caso, por lo que las pautas
recomendadas son sólo orientativas. Se puede empezar con 500 ml
y repetir cada 10-15 minutos, evaluando periódicamente la respuesta.
Si la situación hemodinámica no mejora tras la administración
de 2 a 3 litros o si aparecen signos de sobrecarga de volumen está
indicado iniciar la administración de dopamina a dosis de 5-10 mcg/Kg/min,
que se podrá aumentar progresivamente hasta conseguir una PAM mayor
de 70 mmHg o alcanzar una dosis máxima de 20 mcg/Kg/min.
8.3.1.2. Soporte avanzado
Se debe monitorizar la POAP y si es baja administrar cristaloides hasta
alcanzar una cifra alrededor de 12 mmHg, ya que con POAP superiores no
se consigue una respuesta hemodinámica mejor (78).
Si la PAM persiste baja, a pesar de una POAP entre 12 y 15 mmHg, se debe
iniciar el tratamiento con drogas presoras.
Los fármacos vasopresores utilizados habitualmente son la dopamina,
la noradrenalina y la adrenalina, la elección de una u otra depende
más bien de las preferencias del clínico que de la existencia
de datos suficientes que avalen la superioridad de una sobre las otras.
Se puede comenzar con la administración de dopamina, según
hemos reseñado en el apartado anterior, pero si con dosis máximas
(20 mcg/Kg/min) no se obtiene una PAM superior a 70 mmHg se empleará
noradrenalina a dosis crecientes, comenzando con 0,05 mcg/Kg/min hasta
conseguir una respuesta adecuada (la dosis máxima recomendada es
0,6 mcg/Kg/min). También se puede utilizar la noradrenalina desde
el inicio, recientemente se ha postulado que ésta es superior a
la dopamina en el tratamiento del shock séptico (79,80).
Cuando se emplea noradrenalina se puede asociar dopamina a dosis dopaminérgica
para mejorar la perfusión renal, si bien en estos momentos este
efecto está cuestionado (81).
La dobutamina es otro de los fármacos que se utilizan en el
shock séptico y está indicada cuando el IC es menor de 3,5
l/min/m2 y/o si aparecen signos de insuficiencia cardíaca. Definir
los objetivos terapéuticos en el shock séptico ha suscitado
una gran controversia en los últimos años, recomendando algunos
autores incrementar el DO2 a niveles supranormales (82)
utilizando para ello, si era necesario, dosis muy elevadas de inotrópicos.
Sin embargo en estudios recientes (83, 84)
se ha demostrado que esta modalidad terapéutica no se asocia a un
mejor pronóstico (85). En estos
momentos se aconseja que las actuaciones terapéuticas se orienten
hacia el restablecimiento de una PAM adecuada (70 - 80 mmHg).
8.3.1.3. Antibioterapia
El pronóstico de los pacientes en shock séptico mejora
si el tratamiento antibiótico se inicia precozmente. Además,
siempre que sea posible, el drenaje del foco infeccioso no debe demorarse.
Aunque algunos antibióticos administrados por vía oral
alcanzan niveles plasmáticos y tisulares adecuados, deben emplearse
siempre preparados parenterales. Se comenzará con un régimen
antibiótico empírico, que se reevaluará posteriormente,
cuando se disponga de los resultados microbiológicos y según
la respuesta clínica.
8.3.1.4. Otros
A pesar de los grandes avances realizados en los últimos años
en el conocimiento de la fisiopatología del shock séptico,
la mortalidad del shock séptico no ha mejorado en los últimos
20 años y continúa siendo muy elevada. Se han realizado un
gran número de estudios empleando nuevos agentes terapéuticos,
como los inhibidores de la ciclo-oxigenasa, antagonistas del factor de
activación plaquetaria, antioxidantes como la N-acetilcisteína,
antagonistas de las bradikininas, inhibidores de la síntesis de
oxido nítrico y naloxona. Hasta el momento no se ha demostrado de
manera evidente su eficacia y algunos de ellos, como los corticoides, están
contraindicados (86).
La inmunoterapia también ha sido un campo en el que se ha trabajado
intensamente, realizándose numerosos estudios con anticuerpos anti-endotoxina,
anti-TNF, anti-IL6 e IL8 etc. (87) Sin embargo
los resultados de diferentes estudios preclínicos y clínicos
han sido dispares y aunque la investigación en este campo continúa,
en la actualidad no existen evidencias suficientes para utilizar la inmunoterapia
en el tratamiento del shock séptico.
8.3.2. Shock hipovolémico no hemorragico
8.3.2.1. Resucitación inicial
La corrección rápida de la volemia en el shock hipovolémico
permite en la mayoría de casos restablecer la perfusión tisular,
no obstante si el tratamiento se retrasa más de dos horas cuando
el volumen intravascular perdido es superior al 40 %, las probabilidades
de que el paciente sea resucitado con éxito se reducen drásticamente
(88).
La elevación de las extremidades inferiores es una medida que
se debe aplicar inicialmente para aumentar el retorno venoso. No existe
una pauta de reposición unánimemente aceptada y el tipo de
fluidos que debe administrarse continúa siendo un tema de debate
(89). Se puede comenzar administrando 1 ó
2 L de cristaloides en aproximadamente 10 minutos y evaluar frecuentemente
la situación clínica del paciente. Si los signos de hipoperfusión
persisten se puede continuar con la administración de cristaloides
a un ritmo de 1 ó 2 L en 20 minutos hasta que se alcance una PAM
mayor de 70 mmHg o aparezcan signos de sobrecarga de volumen. Siempre que
sea posible los fluidos deben ser calentados previamente para prevenir
la hipotermia. No se deben emplear fármacos vasoactivos hasta que
la volemia no sea adecuada.
8.3.2.2. Soporte avanzado
Si persiste el shock a pesar de las medidas anteriores se debe cateterizar
la arteria pulmonar y administrar fluidos hasta conseguir una POAP entorno
a 12 mmHg. En el caso de que ésta aumente por encima de 16 mmHg
y no se haya producido una mejoría en los parámetros hemodinámicos
y clínicos debemos sospechar la existencia de un componente cardiogénico.
No es aconsejable utilizar aminas vasoactivas, a excepción de
dopamina a dosis dopaminérgicas, hasta que la POAP no se haya normalizado.
8.3.3. Shock hemorrágico
8.3.3.1.Resucitación inicial
La localización precoz del foco de sangrado y el control del
mismo, son pilares fundamentales de la actuación inicial en el shock
hemorrágico. La hemorragia severa provoca un deterioro grave de
la perfusión tisular, incluso en ausencia de hipotensión
y debe corregirse precozmente para evitar el desarrollo de fallo multiorgánico.
Según la clasificación de la Advanced Trauma Life Support
Course (ATLS) las hemorragias grado III y IV, con pérdidas del 30-40%
y más del 40% de la volemia respectivamente, cursan clínicamente
con signos de hipoperfusión y shock (90).
De acuerdo con la ATLS, una vez valorada la gravedad de las lesiones
y monitorizadas las constantes vitales, se deben colocar al menos dos angiocatéteres
de grueso calibre (14-16G) e infundir rápidamente 2 L de Ringer
Lactato. Sin embargo la utilidad de cristaloides o de coloides en la reposición
de la volemia es limitada pues, aunque incrementan el transporte de oxígeno
por aumento de la precarga, causan hemodilución con disminución
del contenido arterial de O2 (CaO2).
Si pese a estas medidas, la inestabilidad hemodinámica y los
signos de hipoperfusión persisten, no debe retrasarse la administración
de sangre. Es preferible la utilización de concentrados de hematíes
previa realización de pruebas cruzadas, aunque en casos de extrema
gravedad está indicada la administración de sangre
del grupo 0 Rh negativo. No hay que olvidar que la hemorragia no sólo
provoca la pérdida de hematíes, también se pierden
factores de la coagulación y plaquetas, por lo tanto, en hemorragias
graves, es aconsejable transfundir una unidad de plasma fresco congelado
por cada 5 unidades de concentrados de hematíes y administrar 1
U de concentrado de plaquetas por cada 10 Kg de peso cuando el sangrado
es cuantioso y el recuento de plaquetas es inferior a 100.000/ mm3.
El esquema de resucitación clásico en el shock hemorrágico
se ha cuestionado últimamente (91,
92,
93), varios
estudios experimentales y también clínicos, han demostrado
que las pautas con las que se consigue un aumento prematuro de la presión
arterial, cuando el foco hemorrágico no se ha podido controlar,
causan mayor pérdida sanguínea, con disminución de
la supervivencia a corto plazo (91,
94).
Estudios clínicos recientes (95,
96)
han demostrado que la resucitación precoz vigorosa no mejora el
pronóstico cuando se realiza en pacientes con heridas penetrantes
de tórax. Se ha postulado que ello se debería a que el incremento
de la presión arterial desestructura el coágulo y favorece
el resangrado. Por esta razón se ha sugerido que la reposición
enérgica de fluidos debe realizarse sólo cuando sea posible
interrumpir de forma inminente la hemorragia.
8.3.3.2. Soporte avanzado
Siempre que no se demoren las medidas destinadas a interrumpir la hemorragia,
se debe cateterizar la arteria pulmonar para determinar la POAP, que tiene
que estar en un rango de 12 a 15 mmHg. La POAP evidencia frecuentemente
que, a pesar de una restitución adecuada de la volemia con arreglo
a las pautas de la ATLS y la monitorización de la PVC, es necesario
administrar más fluidos (97). Por otra
parte, la normalización de la PA y de la diuresis no excluyen necesariamente
la presencia de hipoperfusión. La monitorización de parámetros
metabólicos puede ser de gran utilidad para detectar la presencia
de hipoxia tisular. La Sv02 es un marcador más sensible de hemorragia
(98, 99) y cifras
por debajo de 60% son indicativas de que ésta persiste.
En las hemorragias agudas el hematocrito no es un parámetro
adecuado para indicar la transfusión de sangre, dado que desciende
lentamente, sólo cuando se produce la hemodilución.
8.3.4. Shock cardiogénico
8.3.4.1. Resucitación inicial
Igual que en otros tipos de shock, se deben emprender de forma simultánea
las medidas diagnósticas y terapéuticas.
La causa más frecuente de shock cardiogénico es el IAM,
si existe evidencia suficiente de que la cardiopatía isquémica
aguda es la causa del shock, el tratamiento y la monitorización
deben iniciarse en el medio extrahospitalario y si es posible hay que administrar
el tratamiento trombolítico.
En el caso del IAM es vital conseguir una reperfusión coronaria
precoz y medidas como la angioplastia coronaria, cirugía de revascularización
o la administración de fibrinolíticos no se pueden demorar.
Con estas medidas se persigue reducir al máximo el tamaño
del infarto, principal determinante de la función ventricular de
la que depende, a su vez, el pronóstico inicial y a largo plazo
de estos pacientes (100). La ecocardiografía
es imprescindible para el diagnóstico de otras causas de shock cardiogénico,
así como para descartar aquellos procesos que tienen una presentación
clínica similar, como el TEP, la disección aórtica
o el taponamiento cardiaco.
Las alteraciones hidroelectrolíticas, del equilibrio ácido-base
y del ritmo cardiaco empeoran la función cardiaca y deben ser corregidas
inmediatamente.
Si no hay evidencia de congestión pulmonar, especialmente
si previamente se han empleado diuréticos y vasodilatadores venosos,
es posible que exista cierta hipovolemia que debe corregirse con la administración
de fluidos, indudablemente con gran cautela y vigilando continuamente la
respuesta clínica. Se puede comenzar con 250 ml de Ringer Lactato
en 20 minutos y si la PA mejora y no aparecen signos de sobrecarga de volumen
se debe repetir la misma pauta hasta conseguir una adecuada reposición
de la volemia.
Una vez optimizada la precarga, o si como generalmente ocurre hay signos
de sobrecarga de volumen, hay que iniciar el tratamiento con fármacos
inotrópicos. La dobutamina es el fármaco de elección,
comenzando con una dosis de 5 mcg/Kg/min y aumentando gradualmente hasta
que los signos de hipoperfusión mejoren o se alcance una dosis de
15-20 mcg/Kg/min. Si la hipotensión inicial es grave se puede administrar
a un tiempo dopamina a dosis crecientes hasta un máximo de 20 mcg/Kg/min.
8.3.4.2. Soporte avanzado
La monitorización hemodinámica con el catéter
de Swan-Ganz permite optimizar el tratamiento y ratificar el diagnóstico.
Como antes aludíamos, hay que suministrar fluidos si la POAP es
inferior a 18 mmHg (101), si a pesar de esta
medida el IC sigue siendo inferior a 2,2 L/min se comenzará con
dobutamina y con arreglo a la respuesta se añadirá dopamina.
Si persiste el shock puede ser necesaria el uso de noradrenalina o adrenalina.
Generalmente los vasodilatadores no se pueden emplear en el tratamiento
del shock cardiogénico y tan sólo en casos concretos puede
estar indicada su utilización, como en la insuficiencia mitral aguda,
rotura septal e insuficiencia aórtica aguda.
El soporte mecánico circulatorio, principalmente con balón
de contrapulsación, se debe realizar cuando no se ha conseguido
la estabilización hemodinámica con tratamiento farmacológico.
Este mejora la perfusión diastólica coronaria y reduce la
postcarga y precarga del ventrículo izquierdo, de tal forma que
aumenta el aporte de O2 al miocardio , disminuyendo al mismo tiempo el
consumo de O2, por lo que es de especial utilidad en la cardiopatía
isquémica aguda. También disminuye el grado de regurgitación
en caso de rotura septal o insuficiencia mitral aguda. El balón
de contrapulsación no se debe considerar un tratamiento definitivo
y de hecho su uso no mejora la mortalidad en el shock cardiogénico
si no se realiza un tratamiento especifico posteriormente (102).
El balón de contrapulsación junto con el soporte farmacológico
hemodinámico permiten estabilizar al paciente hasta que se pueda
realizar la evaluación angiográfica y tratamiento quirúrgico
especifico.
8.3.4.3. Otros
El objetivo primordial en el tratamiento de los pacientes con shock
cardiogénico secundario a IAM es limitar el tamaño del infarto,
fundamentalmente mediante el restablecimiento precoz de la perfusión
coronaria. Estudios recientes no randomizados y retrospectivos (103,
104,
105) sugieren que la reperfusión mecánica
mediante angioplastia (ACTP) o la cirugía de revascularización
si aquella no es posible, mejora el pronóstico de estos pacientes
si ésta se realiza dentro de las primeras 6 horas desde el inicio
del dolor.
El tratamiento especifico de otro tipo de patologías que pueden
dar lugar a shock cardiogénico (la insuficiencia mitral aguda, rotura
septal, estenosis aórtica severa, etc...), se comenta en detalle
en otros capítulos de este libro.
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