Ante un paciente con una elevación de los niveles de urea (el
BUN es la urea plasmatica dividida por 2.14) y/o la creatinina en
sangre, la historia clínica investigando especialmente sobre la
utilización de agentes nefrotóxicos, junto a la exloración
física y el uso juicioso de análisis de sangre y orina, estudios
radiológicos e incluso la biopsia renal si fuera necesario, proporcionan
los datos básicos para llevar a cabo un diagnóstico definitivo.
Sin embargo, el proceso diagnostico ante una IRA debe seguir un orden
lógico que pasa por descartar primero un padecimiento crónico
previo, aunque no podemos olvidar la posibilidad de agudizaciones de una
insuficiencia renal crónica previa. La mejor guía para hacer
esta diferenciación consiste en una buena historia clínica:
estudios analíticos anteriores ayudan a valorar el grado de insuficiencia
renal en ese momento y si el enfermo tenia nefropatía previa o no,
de manera que si no aparecen alteraciones hematologicas, bioquímicas
o en el sedimento de orina, suponemos que se trata de una IRA.
Si no existen análisis previos, preguntar por la existencia
de hipotensión o hipertensión arterial, cólicos nefríticos
o cambios en el aspecto de la orina o ritmo de la diuresis. Poliuria, orinas
claras y nicturia junto con anemia, hematomas espontáneos no justificados,
calambres musculares, prurito, disminución de la líbido y
alteraciones menstruales indican la existencia de una IRC. La historia
familiar puede ser de ayuda y el estudio radiológico simple de abdomen
para objetivar el tamaño de las siluetas renales permitirán
sospechar una IRA si el tamaño renal esta aumentado (eje longitudinal
3.7 veces la altura de la segunda vértebra lumbar) o una situación
crónica de disfunción renal si el tamaño renal esta
disminuido o sus riñones son asimétricos.
En segundo lugar se debe descartar la existencia de una causa
obstructiva que suele ser fácil de diagnosticar y se debe
de sospechar en pacientes con patología urologica previa y con clínica
de prostatismo. La palpación abdominal, y el tacto rectal en busca
de masas abdominales y pélvicas y para la evaluación del
tamaño y forma prostatico no deben de olvidarse. La RX simple mostrará
una siluetas renales aumentadas de tamaño. Sin embargo la forma
mas fácil, fiable y desprovista de riesgo es la ecografía
abdominal.
El paso siguiente y fundamental consiste en definir si el deterioro
agudo de la función renal es de origen prerrenal o parenquimatoso
y en este caso, será preciso además descartar la presencia
de NTA de origen isquémico o tóxico o por el contrario de
enfermedades intrínsecas del parenquima no relacionadas con la NTA
(enfermedad de grandes y pequeños vasos, gromerolupatías
, síndrome hemoliticos-urémico o pórpura trombocitopénica
trombótica, hipertensión arterial maligna, enfermedades agudas
del intesticio tubular , etc. ). Esta última posibilidad no será
estudiada aquí con detalle, limitándonos en lo que sigue
al estudio de la insuficiencia renal aguda prerrenal y de la necrosis tubular
aguda así como al diagnóstico diferencial entre ambas.
La insuficiencia renal aguda prerrenal debe ser sospechada en situaciones
de deplección de volumen verdadera (hemorragias, pérdidas
gastrointestinales, urinarias o cutáneas excesivas, etc) o, en su
caso, de disminución del volumen circulante eficaz (insuficiencia
hepática, tratamientos con antiinflamatorios no esteroideos o inhibidores
de la enzima convertidora de la angiotensina -IECAs-, etc.).
Los enfermos con depleción verdadera de volumen, suelen tener
“sed” (si están conscientes), hipotensión ortostática
(disminución de la presión arterial diasistólica mayor
de 10 mmHg al adoptar la bipedestación) sintomática (mareo
ortostático), taquicardia, dismunición de la presión
venosa yugular, frialdad cutánea, sequedad de mucosas y ausencia
de sudoración, aunque es necesario saber que puede perderse hasta
un 2% del volumen líquido extracelular sin que aparezcan síntomas.
En los casos de cirróticos con disminución del volumen
circulante eficaz, los estigmas clínicos y físicos de insuficiencia
hepática suelen ser evidentes. En estos casos, los pacientes suelen
estar incluso “pasados de líquidos” y en ellos es fundamental conocer
si hubo ingesta previa de AINEs o IECAs.
En todos los casos, el disponer de datos de analíticas previas,
diuresis, peso, uso de fármacos nefrotóxicos, agentes de
contrastes, quimioterápicos, etc. es útil para alcanzar un
diagnóstico exacto.
6. 1. UTILIDAD DEL ANALISIS DE ORINA.
En este apartado deben de considerarse los siguientes aspectos:
6. 1. 1. Volumen Urinario.
En general no es muy útil su conocimiento pues la anuria (diuresis
inferior a 100 mililitros en 24 h.) puede observarse en cualquier tipo
de fracaso renal e, incluso, una necrosis tubular aguda severa puede conservar
la diuresis. Así pues. el volumen de orina no tiene gran valor diagnostico,
aunque permite clasificarlo en oligúrico y no oligúrico.
Sin embargo hay algunos datos orientadores. Por ejemplo, un volumen de
orina normal o poliuria, en general expresa una afectación parenquimatosa
mas leve o una obstrucción incompleta de la vía urinaria.
La anuria debe hacer pensar en una situación de shock, obstrucción
completa de la vía urinaria bilateral o unilateral en caso de riñón
único o menos a menudo en una embolia-trombosis de la arteria renal,
una necrosis cortical masiva una glomerulonefritis aguda severa, un síndrome
hemolítico-uremico o una vasculitis. Por último, una diuresis
fluctuante (oliguria seguida de poliuria y viceversa) es muy sugestiva
de una uropatía obstructiva.
6. 1. 2. Sedimiento Urinario.
Es una herramienta extraordinariamente útil para diferenciar
los diferentes tipos de insuficiencia renal aguda (prerrenal, renal, y
postrrenal) y, lógicamente, para diferenciar tipos de enfermedades
parenquimatosas.
En la insuficiencia renal aguda prerrenal el sedimento no contiene células
pero si cilindros hialinos formados por una proteína normalmente
presente en la orina y secretadas por las células epiteliales del
asa de HENLE denominada proteína de TAMM-HORSFALL.
En la insuficiencia renal aguda con necrosis tubular, suelen existir
cilindros granulosos, pigmentados y de células epiteliales, generalmente
en asociación con hematuria microscópica. No obstante los
cilindros pueden faltar en un 25% de los casos y no son necesarios para
el diagnóstico. Los cilindros hemáticos, no suelen verse
en esta situación, indicando su presencia enfermedad glomerular
o nefritis intersticial aguda. Lo mismo ocurre con los eritrocitos dismórficos,
típicos de las enfermedades glomerulares, pero menos específicos
que los cilíndros hemáticos.
6. 1. 3. Proteinuria.
Suele verse en la NTA y siempre es inferior a 1 gramo en la orina
recogida en 24 horas, siendo de tipo tubular y reflejando la incapacidad
de las células tubulares para reabsorber las proteínas normalmente
filtradas y la eliminación de restos celulares. Proteinuras de mayor
rango, indican generalmente daño glomerular. Aunque la proteinuria
siempre debe valorarse cuantitativamente y a ser posible en la orina recogida
durante 24 horas, un procedimiento sencillo es mediante las tiras reactivas,
que se basa en cambios colorimétricos qu e producen las proteínas
sobre un reactivo. Sus resultados se leen en cruces y la equivalencia aproximada
se corresponde de la siguiente manera :
< 0.5 g/l |
indicios |
1 g/L |
+ |
3 g/L |
++ |
5-10 g/L |
+++ |
< 10 g/L |
++++ |
6. 1. 4. Hemoglobinuria-Mioglobinuria.
Ambas deben sospecharse cuando hay reactividad para la hemoglobina,
en el test de la ortotoluidina (reacción con tira reactiva
ComburTest o “DITSTICK”) y ausencia notable de eritrocitos
en el sedimento urinario; también, cuando el sobrenadante obtenido
después de centrifugar la orina es rosa y da positiva la reacción
para hemoglobina libre.
La diferencia entre Hemólisis y Rabdomiolísis puede establecerse
notando como el plasma es rosa en los casos de hemólisis y no en
los de rabdomiolísis, pues en esta última situación
el pigmento liberado, mioglobina, de peso molecular diecisiete mil daltons
es ligado por otros compuestos y además se filtra por el riñón,
mientras que la hemoglobina de peso molecular mayor (sesenta y cinco mil
daltons) no tiene este comportamiento.
6. 1. 5. Cristales.
Dentro del contexto de insuficiencia renal aguda tres tipos de cristales
son especialmente relevantes: a) Los de ácido úricos (pleomórficos)
que se ven en la insuficiencia renal aguda funcional y en los casos de
nefropatía aguda por ácido úrico tras empleo de quimioterápia.
b) Los de oxalato, en forma de sobre, y c) los de hipurato que sugieren
el diagnóstico de intoxicación por etilenglicol. Este último
diagnóstico puede verse apoyado cuando la diferencia entre la osmoralidad
plasmática medida y la calculada está aumentada.
6. 2. UTILIDAD DE LAS DETERMINACIONES SANGUINEAS
La Creatinina y Urea son indicadores útiles de la evolución
y gravedad de la insuficiencia renal, aunque a veces existen discordancias
a las que ya nos hemos referidos al inicio del tema. Para valorar adecuadamente
el grado de función renal debe de calcularse el aclaramiento de
creatinina (Ccr) según la siguiente fórmula :
Ccr = Ucr x V/ Pcr
Donde Ucr es creatinina en orina (mg%), V es volumen de orina en ml/min
en la orina recogida en 24 horas y Pcr es la creatinina plasmática
(mg%).
En Urgencias es difícil de disponer de la orina de 24 horas
por lo que el calculo se realiza con otra formula que proporciona una cifra
aproximada :
Ccr = (140 - edad) x peso/ Pcr x 72
Donde la edad se expresa en años y el peso en kilos.
La aparición conjunta de hipercaliemia, hiperfosforemia, hipocalcemia,
hiperuricemia, y elevación de la fracción muscular de la
CPK, sugieren rabdomiolisis.
La aparición de anemias severas en ausencia de hemorragias, sugiere
hemólisis sobre todo si se acompaña de elevación de
la LDH. Este mismo hallazgo acompañado de hematíes dismórficos
en la extensión de sangre periférica y trombopenia, indica
microangiopatía trombótica y las entidades que la causan.
6. 3. UTILIDAD DE LOS ESTUDIOS RADIOLOGICOS
La radiografía simple de abdomen informa fundamentalmente sobre
la existencia de litiasis radiopaca y el tamaño y silueta
renal y con la radiografía de tórax se puede valorar la existencia
de sobrecarga de líquidos.
Sin embargo, el más importante y seguro en la actualidad, es
el estudio eco-doppler de ambos riñones.
La ecografía informa del tamaño, situación y morfología
de los riñones, del grosor de la cortical, de la diferenciación
corticomedular y sinusal, y de la presencia o no de uropatía obstructiva,
entre otros aspectos. Riñones disminuidos de tamaño con mala
diferenciación corticomedular y sinusal y aumento de la ecogenicidad
parenquimatosa, sugieren un proceso crónico, mientras que riñones
grandes, edematosos y con pirámides hipoecogénicas, son hallazgos
propios de procesos agudos.
El estudio Doppler color es un complemento muy útil pues informa
del estado de la circulación de pasos principales y parenquimatosos,
arteriales o venosos.
En general, deben evitarse los estudios radiológicos con medios
de contraste, pues existe el riesgo de nefrotoxicidad sobre todo
en algunos pacientes como se ha citado anteriromente. Hoy dia la urografía
intravenosa, y la urografía retrógrada, tienen indicaciones
muy limitadas a los casos con necesidad de localizar con exactitud una
obstrucción urinaria.
En nuestra opinión, los estudios isotópicos, de resonancia
nuclear magnética y tomografía axial computerizada, son poco
útiles en el diagnóstico de la necrosis tubular aguda.
6. 4. UTILIDAD DE LA BIOPSIA RENAL.
Queda reservada fundamentalmente a dos situaciones concretas:
a.- Casos de evolución prolongada, con recuperación retardada
(meses) en los que se sospecha necrosis cortical bilateral. Teniendo en
cuenta la localización parcelar de la misma, a veces es mejor tomar
directamente una cuña por biopsia abierta, que no por punción.
b.- Casos en que los datos clínicos, de laboratorio y radiológico,
permiten sospechar una enfermedad renal primaria como causa de la insuficiencia
renal aguda (glomerulonefritis, síndrome hemolítico-urémico
y nefritis intersticial alergica, entre otros).
|