Capítulo 9.4. Patología por acción del frío: Hipotermia y congelaciones

1. INTRODUCCIÓN


Es lamentable que las lesiones por frío hayan logrado créditos históricos como resultado de una humanidad dispuesta a que se extingan sus miembros entre sí por medio de la guerra. Las lesiones por frío han sido de manera primaria, aunque no exclusiva, una forma de traumatismo de guerra que ha plagado virtualmente todas las campañas militares desencadenadas en tiempo de frío. Sumando el número de días de combate perdidos a causa de las lesiones por acción del frío por los soldados del ejército de Estados Unidos durante la segunda guerra mundial (1942-1945), se obtendrá la misma cifra que conservar a un ejército de 250.000 hombres inactivos durante un mes (1).

Los aforismos de Hipócrates (460 a 377 a.C.), junto a los escritos de Jenofonte en el Anábasis (2), 400 a.C., son posiblemente los datos históricos que con mayor claridad nos dan idea del antiguo saber de estas lesiones debidas al frío. Posteriormente, las guerras sirven a los cirujanos del pasado para ir acumulando datos sobre estas lesiones, especialmente sobre las congelaciones. Ambroise Paré relata casos muy graves en el Piamonte, incluso con pérdida de miembros viriles, Larrey, cirujano de Napoleón en la campaña de Rusia, Sedillot en la guerra ruso-turca y Valet en la de Crimea (3).

Hacia finales del setecientos encontramos los primeros datos de asistencia a los enfermos y accidentados en montaña. Tiempo antes, después del hundimiento del Imperio romano, los caminos abiertos en los Alpes por las legiones romanas son utilizados en la edad media por traficantes, viajeros y, particularmente, peregrinos que iban a Roma. La Iglesia se da cuenta de la necesidad de cuidar de estos hombres, y en los siglos VIII y IX, en cada paso frecuentado por los peregrinos, se abrieron hospicios para atenderlos. De todos estos hospicios, el existente en el paso de la Vía de Julio César, más adelante llamado Paso de Montjou y actualmente conocido como Paso del Gran San Bernardo, fue durante los primeros ocho siglos de la edad media el más transitado. En los monjes que habitaron en estos hospicios encontramos las primeras referencias de los cuidados que se prestaban a los hipotérmicos, congelados y heridos, principalmente por las avalanchas (4).

Actualmente, la práctica de los deportes relacionados con la montaña y sus distintas modalidades es la fuente de datos más importante para este tipo de lesiones. España, pese a ser un país caluroso y semidesértico, es también un país montañoso que ostenta la segunda altitud media de Europa, tras Suiza. Es cierto que hasta hace 15 años, la patología por frío era casi inexistente (5). A excepción de los casos referidos a la guerra civil que asoló nuestro país entre los años 1936-1939, los casos de la práctica civil recogidos en la literatura, se limitan a la observación de algunos vagabundos asistidos durante épocas de intenso frío o los consecutivos a los accidentes por inmersión(6, 7, 8, 9). Pero en los últimos años, el incremento masivo en la práctica de los deportes de montaña (esquí, senderismo, alpinismo, descenso de barrancos, etc) ha supuesto que estas lesiones haya experimentado un importante aumento (10, 11, 12).