Olvidar, en los
casos críticos, la prioridad del soporte cardiopulmonar frente a
cualquier antídoto o método de depuración.
No proteger la vía aérea del enfermo en coma profundo. No descartar la hipoglicemia y no administrar naloxona y flumazenilo ante un coma, presumiblemente tóxico, de origen desconocido. Retrasar el inicio de la oxigenoterapia en las intoxicaciones por monóxido de carbono. Retrasar el lavado ocular y cutáneo, tras la exposición a cáusticos o substancias liposolubles (insecticidas, disolventes). Retrasar la dilución inmediata con agua, leche o agua albuminosa tras la ingesta de cáusticos (si no hay riesgo de broncoaspiración). Intentar neutralizar con álcalis las ingestas de ácidos, y viceversa. No valorar el intervalo asistencial ni la dosis ingerida al decidir la práctica del vaciado gástrico. Inducir el vómito en enfermos con depresión de consciencia. Practicar el lavado gástrico con el enfermo en posición inadecuada. No valorar el beneficio del carbón activado. Practicar depuración
renal o extrarrenal sin que las características cinéticas
del tóxico o el estado del paciente lo justifiquen.
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