En la práctica anatomopatológica es muy importante el diagnóstico diferencial entre hepatocarcinomas y nódulos de regeneración cirróticos, sobre todo si se tiene en cuenta la posible naturaleza preneoplásica de estos últimos (1).

El diagnóstico de hepatocarcinomas en material citológico es a menudo dificultoso (2). Cuando se dispone de poco tejido, como es el caso de las muestra obtenidas por biopsias laparoscópicas , se corre el riesgo de diagnosticar verdaderos hepatocarcinomas como si fueran benignos o fronterizos (3).

La dificultad en el diagnóstico diferencial se presenta en las etapas iniciales del hepatocarcinoma cuando aún los hepatocitos no se han desdiferenciado mucho y son muy similares a los que le dieron origen. En la medida en que se desdiferencia el tumor, aumenta la relación núcleo/citoplasma a expensas de aumento del tamaño nuclear, y los contornos nucleares se hacen irregulares. Este proceso continúa hasta la franca anaplasia.

El hepatocarcinoma, se presenta con una frecuencia elevadísima en pacientes que han sufrido algún tipo de lesión hepática, como hepatitis crónica o cirrosis hepática, esta última con una mayor incidencia.(4)

Las características histológicas del hepatocarcinoma injertado en cirrosis previa ( la mayoría de los casos), mantienen un patrón nodular semejante a la cirrosis hepática. Sin embargo, los cordones proliferan y llegan a estar constituídos por más de tres células cada uno, disminuyendo entonces la fracción de área ocupada por los sinusoides hepáticos (5).

El propósito de este trabajo fue tratar de encontrar variables morfométricas que ayuden a fortalecer los criterios de diferenciación entre hígados cirróticos y hepatocarcinomas. Se tomó como hipótesis que tanto las áreas citoplasmáticas y nucleares de los hepatocitos, la densidad nuclear y las fracciones de área ocupadas por parénquima hepático, deben ser diferentes en estas dos entidades.

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