Pseudomonas aeruginosa es un germen frecuente en
las Unidades de Cuidados Intensivos (UCIs); su origen es principalmente
nosocomial, pero en algunas patologías comunitarias que precisan ingreso
en estas unidades, también tiene un papel preponderante. Hace mas de 30
años cuando P. aeruginosa comenzó a ser uno de los principales patógenos
en las bacteriemias por gram negativos y las opciones terapéuticas eran
mínimas, la mortalidad asociada rondaba el 90%. Desde la progresiva
introducción de diferentes antibióticos antipseudomónicos, las tasas de
supervivencia han mejorado, aunque las infecciones causadas por P.
aeruginosa continúan asociadas a una elevada morbilidad y a tasas de
mortalidad que oscilan entre el 18% y el 61% [1]. Esto obliga por tanto, a
tener un conocimiento constante en la epidemiología y tratamiento de las
infecciones causadas por este microorganismo con el fin de minimizar su
riesgo.
2. Frecuencia
y sensibilidades |
P. aeruginosa es causante de múltiples procesos
infecciosos, siendo los de origen nosocomial, y en especial los
relacionados con dispositivos externos, los de mayor relevancia en las
UCIs. Partiendo de los datos no publicados del Estudio Nacional de
Vigilancia de la Infección Nosocomial en UCI (ENVIN-UCI) del 2002, la
infección nosocomial (IN) más frecuente (43,4%) es la neumonía asociada a
ventilación mecánica invasiva (NAVMI), seguida con un 22,5% de las
infecciones urinarias asociadas a sonda urinaria (IUSU), las bacteriemias
asociadas a catéter (BAC) con un 13,2%, y finalmente las bacteriemias
primarias (BP) con un 9,8%. En todas estas IN, P. aeruginosa ocupa los
primeros lugares como agente causante, lo que le convierte en el primer
responsable etiológico de infección en global (13,4%).
Desglosado por entidades, en la NAVMI, P. aeruginosa es
el responsable del 19,5% de las etiologías, cifra que se eleva al 25,3 %
cuando la neumonía aparece de forma tardía más allá del 7º día. En las
IUSU es el cuarto germen (8,6%) tras E. coli, E. faecalis y C. albicans.
Considerando conjuntamente BP y BAC, es el quinto agente causal (5,9%),
aunque es el bacilo gram negativo más frecuente. En las bacteriemias
secundarias a infecciones en otros focos ocupa un segundo lugar (alrededor
del 10,2 %). Todos estos datos no difieren de los aportados por diferentes
estudios, como el Nacional Nosocomial Infections Surveillance (NNIS) en
Estados Unidos [2], y el European Prevalence of Infection in Intensive
Care (EPIC), en Europa [3].
En los últimos años, uno de los problemas
independientes asociados a la infección por P. aeruginosa es su patrón de
sensibilidad antibiótica. Así, se ha observado como esta sensibilidad
varía según el momento y la unidad, sabiendo que los estudios recientes
epidemiológicos ponen de manifiesto un incremento en la multirresistencia
bacteriana en general [4], y de P. aeruginosa en particular.
Los informes anuales del NNIS y EPIC cifran las tasas
de resistencia de P. aeruginosa en un 22,3% y 21,1% para imipenem y en un
32,8% y 26,4% para ciprofloxacino, respectivamente. En los últimos datos
proporcionados por el ENVIN-UCI, la resistencia observada a los
principales antibióticos antipseudomónicos es del 22,7% para piperacilina-tazobactam,
24% para ciprofloxacino, 29,5% para ceftazidima y 34,7% para imipenem. La
variabilidad en estos datos hace de ellos un instrumento meramente
orientativo para la actividad diaria de una UCI. Por ello y para ser
eficaces, se deben conocer las tasas locales de resistencia en cada
hospital, con el fin de establecer una terapia antibiótica empírica precoz
sabiendo además que, la confirmación bacteriológica y el antibiograma
pueden demorarse en el tiempo y elevar el riesgo de mortalidad del enfermo
si no cubrimos correctamente el agente etiológico.
Además de las IN son relevantes algunas infecciones
comunitarias que precisan ingreso en UCI. Quizás la más importante sea la
Neumonía Adquirida en la Comunidad (NAC). Aunque globalmente P. aeruginosa
es poco frecuente como agente etiológico, en aquellos pacientes que
precisan ingreso en UCI puede ocupar el tercer lugar tras Legionella spp.
y S. pneumoniae [5]. En los pacientes que precisan ingreso en sala
convencional de hospitalización suele ser el bacilo gram negativo más
frecuente (hasta el 65%), siendo factores predictores de la infección por
este germen una historia de ingresos previa y la comorbilidad pulmonar
(presente hasta en un 87% de los pacientes) [6].
Como se ha comentado, en la mayoría de UCIs es
necesario establecer una terapia empírica antibiótica precoz, que se base
en los patrones locales de sensibilidad y los factores de riesgo
específicos (antibioterapia previa, gravedad del paciente, tipo de
patología, días de ingreso, técnicas invasivas, localización de la
infección, etc.). A la hora de contemplar la cobertura anti P. aeruginosa,
los antibióticos con mayor actividad frente a la misma de los que se
dispone en la actualidad son los siguientes: aminoglucósidos,
ureidopenicilinas (piperacilina-tazobactam), cefalosporinas de 3ª y 4ª
generación (ceftazidima y cefepime), monobactámicos (aztreonam),
carbapenems (imipenem y meropenem), quinolonas (ciprofloxacino) y
colistina.
Una vez valorada la introducción del antipseudomónico,
se debe procurar que su vía de administración sea la adecuada,
principalmente endovenosa, aunque en ocasiones se puedan utilizar vías
alternativas como la tópica o la aerosolizada, solas o de forma
complementaria.
Posteriormente, se debe decidir si la pauta antibiótica
elegida debe ser en monoterapia o combinada. Sobre este dilema básico, no
existe un consenso claro [7], aunque la actitud general es utilizar una
terapia combinada en alrededor del 70% de los casos [8-10]. El motivo
principal de esta discusión es la falta de una evidencia práctica y
científica entre los trabajos publicados hasta el momento.
Entre los argumentos existentes a favor de la terapia
combinada destacan la mejora en el espectro, la reducción de resistencias
durante el tratamiento [11], la mejora en la evolución gracias al
sinergismo [12] y la evitación de un tratamiento inadecuado hasta conocer
la etiología [13]. Por el contrario, la terapia combinada supondría un
mayor riego de toxicidad, especialmente en regímenes que incluyen
aminoglucósidos y un aumento discutible de los costes. La monoterapia
parece abocada a una mayor aparición de cepas resistentes y fracasos
terapéuticos, en especial en pacientes con infecciones graves por este
patógeno [14].
La asociación antibiótica más recomendada en la
literatura es la de un betalactámico con un aminoglucósido, llegando a
utilizarse en el 50% de los casos [10]. Sin embargo, la asociación de 2
betalactámicos no se recomienda, al ofrecer pocas ventajas y tener
potenciales efectos indeseables como son la inducción de betalactamasas
cromosómicas [15] que inactiven a ambos, o las alteraciones secundarias
hematológicas. Por otra parte, la asociación de un betalactámico con una
quinolona, aunque atractiva, no está suficientemente contrastada su
eficacia y existen referencias que apuntan a una posible resistencia
cruzada en el caso de ciprofloxacino con imipenem y piperacilina-tazobactam
[16-17]. Diferentes sociedades científicas aconsejan, tanto en la NAVMI
como en la NAC por P. aeruginosa la terapia combinada (tabla 1),
preferentemente la asociación de un betalactámico activo frente al gérmen
y un aminoglucósido, debiendo mantener éste entre 5 y 7 días. En
situaciones de fracaso renal establecido contemplan la posibilidad de
sustituir el aminoglucósido por ciprofloxacino [18-19].
Tabla I: Tratamiento empírico
recomendado en infección grave con posibilidad etiológica de
Pseudomonas aeruginosa
|
|
Cefepime o Piperacilina-tazobactam (1) o Carbapenem
(2) |
+ |
Aminoglucósido (Tobramicina o Amikacina según
sensibilidad del hospital) (3) |
|
(1) Elegir uno u otro según
sea el foco de infección y la necesidad o no de cubrir anaerobios de forma
empírica |
(2) Usar inicialmente
carbapenémicos sólo si P. aeruginosa multirresistente. |
(3) Considerar sustituir aminoglucósidos por ciprofloxacino en caso de
insuficiencia renal.
|
Ante lo expuesto y hasta que no se demuestre por
estudios bien diseñados cual es la actitud más adecuada a seguir, parece
razonable que durante los primeros días, y a la espera de resultados
microbiológicos, la terapia empírica en pacientes con factores de riesgo,
especialmente aquellos en fallo multiorgánico y/o sepsis grave, deba ser
un aminoglucósido a dosis óptimas combinado con un betalactámico con
actividad antipseudomónica. Los betalactámicos mas recomendables, si no
existen problemas de resistencias locales, son cefalosporinas
antipseudomonas (especialmente cefepime en tratamiento empírico, al ser
éste igualmente efectivo frente a gérmenes gram positivos) o piperacilina-tazobactam.
En caso de alergia debe priorizarse la utilización de ciprofloxacino. Los
carbapenems deberían reservarse como tratamiento de rescate o si existen
problemas de resistencias conocidos. Aztreonam ha alcanzado en la mayoría
de los hospitales tasas elevadas de resistencias que desaconsejan su
utilización de forma empírica. En casos de cepas de P. aeruginosa con
resistencias múltiples a betalactamicos se ha utilizado con éxito
colistina, tanto endovenosa como en aerosol [20]. Así mismo, no debe
olvidarse valorar la antibioterapia previa que hubiese recibido el
paciente, por si el germen causante de infección fuese resistente a estos
antibióticos [21].
Tabla 2: Dosificación de antibióticos
en infección grave por Pseudomonas aeruginosa en pacientes con
funciones renal y hepática normales
|
|
Betalactámicos antipseudomonas |
|
Piperacilina-tazobactam |
4/0,5 g iv
cada 6 horas |
Ceftazidima |
2 g iv cada
6.8 horas |
Cefepine |
2 g iv cada
8 horas |
Imipenem |
1 g iv cada
6-8 horas |
Meropenem |
1-2 g iv
cada 8 horas |
|
Aminoglucósidos |
|
Amikacina |
20 mg/kg/día
iv una vez al día |
Tobramicina |
7 mg/kg/día
una vez al día |
|
Fluorquinolonas |
|
Ciprofloxacino |
400 mg iv
cada 8 horas |
|
Tan importante como la elección de los antibióticos es
su dosificación y su forma de administración. Las dosis de los
antibióticos elegidos deben ser máximas (tabla 2). Los aminoglucósidos
alcanzan su máxima eficacia cuando se administran a dosis altas y en
monodosis [22], lo que comporta además una mayor eficacia y reducción en
la aparición de efectos secundarios en los sistemas ótico y renal [23].
Por otra parte, esta forma de administración provoca que se alcancen
concentraciones pico adecuadas para conseguir una respuesta clínica
correcta. Así, en el caso de las infecciones respiratorias tal
dosificación consigue niveles en las secreciones bronquiales 2 veces
superiores a las obtenidas con la administración estándar, y muy por
encima de las CMI para P. aeruginosa [24]. Por el contrario, los
betalactámicos antipseudomónicos parecen alcanzar su máxima capacidad
bactericida cuando se administran de forma continuada, incluso a dosis
menores [25]. En el caso de la administración tópica de antibióticos, su
eficacia en el tratamiento de NAVMI causada por P. aeruginosa está por
determinar [26]. La mayoría de las experiencias existentes están
extrapoladas del tratamiento con tobramicina aerosolizada en pacientes con
fibrosis quística [27], y alguna experiencia con colistina en aerosol de
forma profiláctica para evitar recurrencias en pacientes con infección por
VIH [28].
Con posterioridad a iniciarse la terapia combinada
empírica, es recomendable ajustar el tratamiento definitivo a los
resultados microbiológicos recibidos. Si la evolución es correcta y se ha
detectado P. aeruginosa, deberemos ajustar el tratamiento al antibiograma
utilizando el antibiótico con espectro más dirigido. De hecho, realizar un
ajuste terapéutico es una práctica recomendable para disminuir la
administración innecesaria de antibióticos, ahorrar costes y evitar el
riesgo de desarrollar multirresistencias. Diferente es cuando la evolución
no es la esperada o el agente etiológico no estaba cubierto con el
tratamiento empírico. Según algunos autores, este hecho se produce entre
un 27-70% de las ocasiones [29]. Kollef et al [30] apuntan a P. aeruginosa
como el principal agente causante (30%) de un tratamiento inadecuado.
Por último, nos encontramos ante la duda en la duración
correcta del tratamiento antibiótico. A este respecto, los diferentes
estudios prospectivos son escasos y poco precisos, incluidas las
denominadas “guías o manuales de actuación” de algunas sociedades
científicas [31]. En general, cuando se trata de una infección grave y el
agente etiológico es P. aeruginosa, se recomiendan pautas prolongadas de
14 o más días, según opiniones de expertos [32] y sociedades científicas,
ya que se producen mayores índices de fracaso, recaída y/o muerte cuando
los tratamientos son más cortos. En un reciente trabajo en que se comparan
de forma prospectiva y aleatorizada a doble ciego dos pautas terapéuticas
en NAVMI de duración diferente (8 días frente a 15 días), no se encuentran
peores resultados (días de estancia en UCI y mortalidad hospitalaria) en
aquellas causadas por P. aeruginosa, aunque sí son mayores las tasas de
recurrencia. Los propios autores mencionan que pautas de tratamiento más
cortas pueden ser igualmente eficaces, con la posible excepción de los
pacientes inmunocomprometidos o en aquellos con infecciones causadas por
bacilos gram negativos no fermentadores incluidos P. aeruginosa [33].
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http://remi.uninet.edu. Julio 2004.
Palabras clave:
Pseudomonas aeruginosa, Antibioterapia, Resistencia a antibióticos,
Cuidados Intensivos.
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