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Capítulo 1. 16. Crisis hipertensiva
1. DEFINICIÓN Y CONCEPTO |
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La hipertensión arterial en algunos casos es un síndrome y en otros es una enfermedad, que puede ser debido o desarrollarse asociada a múltiples entidades nosológicas distintas. Por otra parte es quizás el principal factor de riesgo cardiovascular lo que nos puede llevar a que se desarrollen o faciliten nuevas enfermedades. A pesar de ser fácil de diagnosticar y en la mayoría de los casos fácil de tratar, en un nada despreciable porcentaje de casos los pacientes desconocen que la padecen y con mayor frecuencia de la esperada está tratada de forma insuficiente o inadecuada. La amplitud de presentación de los cuadros hipertensivos: hipertensión arterial, crisis hipertensiva o emergencias hipertensivas, hipertensión maligna acelerada, etc. (tabla 1), hará que no entremos en detalle en todos ellos, ya que no es un tratado de medicina, si no que nos centraremos en las crisis y emergencias hipertensivas, después de realizar una visión general sobre los aspectos generales, conceptuales, fisiopatológicos y patogénicos del síndrome. La hipertensión se puede definir como la elevación persistente y/o crónica de las presiones arteriales sistólica y diastólica. La O.M.S. (1) la define como "la elevación crónica de la presión sanguínea sistólica, de la diastólica, o de ambas, en las arterias" Esta definición no tiene ningún valor si no se establece un límite o el límite para la normalidad y dado que no existe una línea divisoria clara entre lo que serían cifras normales y cifras altas de la presión sanguínea arterial, lo que está establecido son unos valores arbitrarios que delimitan que personas están en riesgo de presentar crisis cardiovasculares o deterioro de funciones orgánicas, y así sabemos que pacientes se beneficiarían de tratamientos activos para controlarla. Estas cifras arbitrarias están establecidas para ambas cifras tensionales. Además no serían las mismas dependiendo de la edad, el sexo y la raza. Las personas con cifras diastólicas por encima de 90 mmHg tienen una reducción de la morbilidad si son tratados. La presión arterial sistólica también influye en la morbilidad y mortalidad pero sus cifras normales (o por encima de donde se deberían de tratar) están más en relación con cual es la diastólica. Habitualmente se establece el límite en 150 mmHg. De tal forma
que las posibilidades de presentar alteraciones orgánicas evolutivas,
es más de dos veces más frecuente en los pacientes con más
de 160 mmHg de presión sistólica cuando tienen una diastólica
de más de 85 mmHg, que si tienen menos de esta cifra. También
hemos de considerar que la toma de cifras tensionales altas no debe de
implicar que el paciente este enfermo, si no que las probabilidades de
desarrollar enfermedad cardiovascular son altas. De esta forma se viene
a considerar que las cifras sistólicas no deben de ser superiores
a 140-150 mmHg variando según la edad o el sexo, y las diastólicas
deberían de estar por debajo de 80-90 mmHg dependiendo de las mismas
circunstancias. Para considerar que un paciente es hipertenso debería
de tener las dos cifras por encima de estos valores. La presencia de solo
una de ellas debería de analizarse de forma específica buscando
una explicación para ello, como por ejemplo, encontrarse una presión
arterial sistólica de 180 mmHg con una diastólica de 60 mmHg
deberíamos de descartar de forma razonable, situaciones con altos
volúmenes de eyección sistólicos, como se puede ver
en una insuficiencia de la válvula aórtica, en un bloqueo
de tercer grado de la conducción aurículo-ventricular, o
cortocircuitos arteriovenosos periféricos. Asímismo la presencia
de sistólicas por ejemplo de 120 mmHg con diastólicas de
100 mmHg debería de llevarnos a analizar qué situación
específica tiene el paciente concreto. También deberíamos
de desterrar el término ampliamente empleado de "tensiones descompensadas".
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